Israel y el síndrome de Estocolmo

Por Rubén E. García *

Javier Milei se refirió al síndrome de Estocolmo al recibir los cacerolazos en su contra tras el DNU que desregula la economía argentina: “Puede ser que haya gente que sufre del síndrome de Estocolmo. Están abrazados y enamorados del modelo que los empobrece, pero no son la mayoría de los argentinos”.

Su respuesta es de índole política, pero también psicológica. Basta ubicar el Síndrome de Estocolmo en Google y aparecerá el episodio que inmortalizó a la capital sueca.

En este caso, la víctima desarrolla una relación de complicidad y empatía con la persona que la retiene o la maltrata, como una forma de preservar su vida o reducir su sufrimiento.

Se trata de un estado psicológico inconsciente que se manifiesta con sentimientos positivos hacia el abusador.

Sucedió en Estocolmo cuando Jan-Erik Olsson de 32 años entró para robar un banco. Dos agentes de policía le salieron al cruce cuando anunció el asalto, e hirió a uno de ellos.

Tomó cuatro rehenes mientras el edificio era rodeado por las fuerzas de seguridad. Los negociadores accedieron a un pedido de Olsson: que fuera llevado al banco un antiguo cómplice que cumplía condena.

Fue así como Clark Olofsson de 26 años de edad ingresó a la institución bancaria. El primer ministro, Olof Palme, siguió el caso y pudo hablar con una de las rehenes por teléfono, una mujer llamada Kristina Enmark.

Ella dio los primeros indicios de lo que luego se tipificaría como síndrome de Estocolmo, al manifestar que se sentía bien en compañía de sus captores. Además, mostró preocupación por una acción violenta de la policía que afectara a los ladrones.

Los estudios posteriores sobre la relación de los rehenes con los captores dieron definición al síndrome, pues Kristina declaró que Olsson se defendió cuando ingresó la policía. Además, sostuvo que se tendría que haber permitido la salida del banco y se fueran en auto como habían pedido los ladrones.

De manera que la rehén se expresó en forma favorable a los delincuentes y remarcó que se tendría que haber cedido a sus exigencias. “No tengo miedo de ellos, si de la policía”, dijo en un diálogo telefónico durante el cautiverio.

Los psiquiatras estimaron que esa clase de empatía es proclive en víctimas de violencia intrafamiliar, miembros de una secta, víctimas de abuso sexual reiterado, prisioneros de guerra y víctimas de violencia en la pareja.

Esa condición se volvió a ver en 1974 cuando en Estados Unidos un grupo de extrema izquierda, el Ejército Simbionés de Liberación, secuestró a Patricia Hearst, nieta del magnate de los medios William Randolph Hearst y ella se sumó a sus filas, al punto de aparecer filmada en una cámara de seguridad durante el asalto al banco.

Su caso se asoció con lo ocurrido en Suecia.

En Éxodo, la Biblia describe que Moisés subió al Monte Sinaí a recibir las tablas con los Mandamientos que Israel debía observar. Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender dijeron a Aarón: “haznos dioses para que vayan delante de nosotros”. Y le entregaron los zarcillos de oro que las mujeres colgaban de las orejas. Aarón, con un
cincel, dio forma a un becerro de oro y dijo al pueblo de Israel: “son tus dioses que te sacaron de Egipto”.

La liberación del pueblo judío puede ser entendida como una manera rica en enseñanza para la auto liberación. Fue un proceso a largo plazo, empezó con plaga tras plaga y sufrimiento tras sufrimientos.

Requirió una dosis de coraje escapar de Egipto y caminar hacia el Mar Rojo perseguido por el ejército del Faraón. Después de la partición del Mar Rojo, cada día en el desierto trajo nuevas pruebas a su fe.

El construir el becerro de oro fue un intento de volver a la vieja cultura de adoradores de ídolos, la cual había esclavizado al pueblo de Israel por generaciones. Aún estaban sujetos a la cultura de sus opresores. Visto así, fue el primer ejemplo del síndrome de Estocolmo.

* Rubén Emilio “Tito” García

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