Por Rubén Emilio “Tito” García
En una oportunidad se presentó un proyecto de ley sobre tierras privadas improductivas en Misiones.
En los considerandos explicaba: “Se pretende generar un Consejo de cesión de uso de la tierra en estos municipios, (Wanda, Libertad, Esperanza, y en las Colonias Delicia y Victoria) lugares donde puedan participar distintas organizaciones”.
En función a eso, continuaba, “solicitarle a la empresa (propietaria de la tierra) haga una cesión de su uso y llevar actividades productivas a la gente para garantizarle su alimentación en primera instancia y, por medio de la comercialización, un ingreso económico que necesita”.
Explicaba que no se trata de un intento de expropiación ni tendía a ello. “La intención es social y económica. Pretende que familias rurales no se acantonen en los pueblos y se aglomeren en villas miserias.”
Si se quiere, el autor del proyecto reactualizó el debate del uso de la tierra en Misiones, gestado primigeniamente en forma de planes y documentos en los años 60-70 por conspicuos profesionales del INTA, Asuntos Agrarios, del viejo COPRODE y de otros tantos organismos afines, y que nunca fuera tratado con la seriedad requerida.
Esos profesionales estudiosos ya no están entre nosotros, como Aldo Cinto, Tito Levy, Novominski, Lasserre, Bofelli, Kruchowski, Sharp, Orlinski, Rubito Olmos…
Profesionales que pusieron sobre el tapete la situación social y económica de la provincia de entonces, en particular, el impedimento de la expansión de las fronteras agropecuarias mediante la tala de árboles.
Sobre este punto específico analizaban: Misiones posee escasas 3 millones de hectáreas y 450.000 habitantes -34% población urbana y 66% rural-.
De esta masa territorial el 30% corresponde a la región boscosa que debe protegerse; 30% (alrededor de un millón de has) calificada para obtener productos agropecuarios y, el resto, 30%, destinado a centros urbanos, caminos y tierras no cultivadas.
Decían, que de ese millón de hectárea potencialmente rica para producir parte de la dieta alimentaria que los misioneros necesitamos, debía preservarse con ese fin exclusivo y evitar la irracional manera de explotarla.
Ponían de ejemplo la compra de parcelas para forestar por componentes capitalistas, mayoritariamente extra provinciales, que inutilizaban campos y hermosos valles de producción alimentaria, en lugar de implantarlas en tierras improductivas y capuerales.
¿Cuánta de esta superficie disminuyó en más 40 años si el área forestada pasó de 144 mil hectáreas a 400 mil, además de la implantación de nuevos cultivos perennes?
Situación agravada por el aumento de la tasa de población misionera, una de la más alta del país, que ya sobrepasa el millón de habitantes y cuyo asentamiento se desplaza a tierras cultivables.
Tal perspectiva se agudiza por la incontenible disminución de la población rural que bajó del 64 al 30%, debido al gran éxodo del chacarero a las ciudades, hacinándose en verdaderos guetos de pobreza.
La ganadería, por ejemplo: de 200 mil cabezas en los 70, hoy pastan 400 mil bovinos en 400 mil hectáreas.
A una cabeza por ha. -de hecho, extremadamente excesiva- debe colegirse que hay sobre-pisoteo y la única manera de expansión es haciendo praderas artificiales, eufemísticamente una forma de propiedad horizontal para albergar más animales.
De lo contrario, sería un despropósito tumbar árboles para meter vacas o ubicarlas en tierras de cultivo agrícola.
Teóricamente, la cantidad de vientres vacunos en la provincia produciría alrededor de 40 mil terneros machos al año. A los tres años transformados en novillos, en treinta días y en 8 horas de jornada en los frigoríficos existentes liquidarían ese stock.
Una solución sería adquirir terneros de otras provincias y engordarlos en pasturas en el verano. Sirve de ejemplo el trabajo experimental que hiciéramos en el INTA de Cerro Azul (año 2011-2012), y fuera publicado en su oportunidad en revistas especializadas.
Debemos tener presente que, en Misiones, ha caducado el viejo concepto de las fronteras agrícolas sin límites y el pensamiento de los recursos naturales inagotables. Modelo productivo que pertenece al pasado y no se repetirá.
Es por ello, que la inteligencia y la razonabilidad deben estar al servicio de bien común y, entender, que el uso de las tierras improductivas, la reconversión productiva, la recuperación de predios con plantaciones obsoletas, el ordenamiento territorial y el hambre cero, acompañando al cuidado ambiental, deben ser tratados y debatidos en forma conjunta como política de Estado.
Su objetivo debe orientarse a revertir la ley de Malthus que ensombrece como oscuro fantasma a nuestra provincia, asegurando mejor estándar de vida a los marginales actuales y a las generaciones por venir.
El debate es necesario y debe instalarse en la sociedad porque concierne, no solamente al gobierno, sino a todos los misioneros, principalmente a los integrantes de partidos políticos, en su afán por erigirse como alternativa de gobierno.
Rubén Emilio García, Ex Sub Adminstrador General del SENASA