María Florencia Goncalves
Apenas se bajó del colectivo, llegó a Plan B entusiasmada y mirando a los ojos, con la fortaleza de haber trillado muchos yerbales y con la seguridad lógica tras haber pisado fuerte las oficinas porteñas.
Tiene mucho para contar y quiere que la vean: se asoma sin miedo porque cree que los trabajadores rurales no tienen representación en la política partidaria misionera. Frente a eso, insiste en aportar y movilizar estructuras.
A simple vista, su facha es la antítesis a la de las mujeres que suelen verse en los espacios de poder misioneros. Jamás se la vió de traje, tampoco con carteras de marca. Ese día no fue la excepción: su atuendo era prolijo, básico, con colores alegres y sin el chaleco del sindicato, ese único accesorio que estila usar.
Ana Cubilla (52 años) es genuina, se muestra tal como es y también cómo quiere que la vean: rústica y laburante.
Una mujer de a pie, que se fue del establecimiento de naranjales entre Mado y Puerto Esperanza, se curtió las manos en la multinacional Monsanto y volvió a embarrarse por política partidaria en Andresito, ese lugar en el que le dijeron que no terminaba el país, sino que empezaba la patria.
La génesis
Se fué de su pueblo natal con los años justos como para empezar a trabajar. Y volvió en 2011 a tarefear en el norte usando un sombrero, mirando hacia abajo y haciendo silencio en el yerbal. Tenía que pasar desapercibida ante el jefe de la cuadrilla y entender cómo era la cosa.
Cubilla había sido captada por el kirchnerismo con “el nuevo sindicalismo rural” mientras reclamaba una contienda laboral como empleada de la semillera multinacional en el Ministerio de Trabajo de Nación. Eso marcó su nacimiento como sindicalista y significó la catapulta para regresar a Misiones.
Por aquel entonces también se había aprobado el Estatuto del Peón Rural y en el Ministerio de Trabajo de Nación “a cualquier trabajador rural que pisaba el ministerio con algún quilombo, se lo chupaban para entender qué pasaba en la ruralidad”.
El clima institucional y político era complejo: Cristina Fernández de Kirchner había dicho públicamente que la soja era ´prácticamente, en términos científicos, casi un yuyo que crece sin ningún tipo de cuidado especial. “Cristina cometió muchísimos errores. Lo del yuyito, fue tremendo. Sus asesores no sabían nada del campo”, recordó Ana en charla con Plan B.
“Nací como un sindicato por defensa propia. Desde el Ministerio me mandaron a la tarefa para conocer la realidad. Me fui a campo, aprendí a tarefear y luego empecé a entender y contar las problemáticas del sector”, explicó a Plan B la referente clave del Sindicato Único de Obreros Rurales (SUOR) en Misiones.
Actualmente, ella es la Secretaria General del Sindicato de Obreros Únicos Rurales (SUOR) de Misiones, el gremio que se presenta como la alternativa a la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores y que cuenta con 250 referentes en la zona de Andresito y 180 en la zona centro, con una participación femenina que supera el 30%.
Mediante este rol va trazando puentes y buscando generar alternativas a las problemáticas locales. Hace algunos meses inauguró junto a sus pares de otras provincias el primer Jardín de Cosecha para hijos de tareferos en un barrio periférico de Andresito.
Por estos días, focaliza su energía en conseguir abastecimiento de energía para poder reactivar una cooperativa agroalimentaria del Paraje Península y producir palmitos y procesar frutas nativas.
La porfiada: los asalariados y las gentes feas
“Soy contraria en el movimiento obrero. Creo que los trabajadores necesitan un salario digno para vivir, vengo de esa cabeza. Hasta que resolvamos eso, está bien la asistencia del Estado” dijo y aclaró que la falta de compatibilidad entre el trabajo genuino y los beneficios sociales es un problema acuciante y urgente.
Para ella, la asistencia social no corresponde en trabajadores agrarios asalariados y trabajadores de las economías regionales: “La asistencia tendría que estar para fortalecer las producciones y economías regionales salir de este subsuelo que tenemos con miles de asalariados con patrón” dice.
“Los tareferos consiguen planes desde distintas organizaciones. La lucha nuestra -del SUOR- es que sea compatible, porque durante 6 meses no tienen laburo y necesitan seguir comiendo. La compatibilidad no funciona: hoy, un trabajador rural que se blanquea pierde el beneficio”.
Frente a eso Cubilla es porfiada: “desglosar la ruralidad es una tarea pendiente para que la sociedad entienda que al hablar de tierra y agro, no son todos iguales y no todos tenemos plata. ¿Dónde cabe la tarefera?, es una trabajadora asalariada! No somos las dueñas de la producción, no somos las dueñas de las tierras, no somos las dueñas de nada. Vamos, cobramos un jornal y volvemos a nuestras casas”, señaló.
La voz del trabajador y la agricultura extensiva
“La voz de los trabajadores está en la ruta, en los cortes y en las plazas cuando dejamos de laburar para protestar. No tenemos representatividad en ninguno de los ministerios, en ninguna de las instituciones, ni en el INYM, porque tiene sólo a UATRE; ni en los Concejos, ni en la Cámara”.
Si esa voz existiera, algunas cosas cambiarían: “entre ellas, la idea de que los tareferos somos todos pobres y analfabetos, gentes feas y morochas. No creen que podamos cambiar o hacer cumplir la legislación. Tenemos leyes extraordinarias pero no se cumplen”.
Cubilla es partidaria de que Misiones precisa generar mano de obra a gran escala “para contener esta mano de obra que queda sin laburo durante medio año, así no llegamos con la lengua afuera a la cosecha de la yerba. En marzo los chicos empiezan la escuela y el verano es jodido, no tenemos changas”. Pero también, porque “la mecanización que llegó para quedarse”.
“Necesitamos producciones que generen valor agregado y se industrialicen” y menciona la mandioca que tiene 3 industrias que la podemos trabajar: la textil, la alimenticia y la farmacéutica. “Solamente con esas 3 industrias absorberíamos las 25.000 personas que se quedan sin trabajo cuando termina la tarefa ”.
En ese combo de mejoras en las condiciones laborales, también nombra la eliminación del destajo es parte del salario digno: “un trabajador no puede ir a trabajar por cuadro o por hectárea, tiene que ser un jornal. Si vos a partir de ahí y creés que sos muy guapo, tendrías que tener un incentivo para lo extra, dependerá de vos si te querés romper la columna para hacer más kilos”.
Tras la charla, la mujer que hace años pone sobre la mesa desafíos de la ruralidad, se fue de Plan B tal como llegó: mirando a los ojos, agradecida y lista para seguir embarrándose las alpargatas.