Marcelo Berenstein.

Análisis de Paraguay: Lo de Peña no es desastre, es desilusión

Por Marcelo Berenstein *

“Bendecido el que no espera nada, porque nunca debería ser decepcionado”, dijo en el siglo XVII el poeta inglés Alexander Pope.

Ignoré esta frase por última vez el pasado 15 de agosto cuando asumió Santiago Peña porque esperé y sigo esperando mucho de él.

Coordino un grupo de más de 300 inversores, empresarios y profesionales de negocios, en su mayoría argentinos y todos los que no viven en Paraguay quedan fascinados escuchando a Peña.

Los entiendo porque el presidente es un profesional sólido, con gran experiencia económica y, además, un hábil orador. Dice lo que toda platea inversora quiere escuchar; lástima que del dicho al hecho hay un trecho que Peña no quiere, no puede o no sabe cruzar.

A pesar de que por chiquiciento mes consecutivo, la fundación Getulio Vargas nos posiciona como el país con el mejor clima de negocios y que estamos a megamilímetros del Investment Grade, seguimos sin señales positivas para corregir la inseguridad jurídica, la corrupción, la burocracia y demás tareas pendientes.

Lo más grave, a mi juicio, no es el mamarracho judicial ni ese monumento a la inmoralidad que es el Congreso, ni la corrupción y tampoco son los narcopolíticos que fungen de gobernadores, legisladores, intendentes o empresarios.

El principal problema es tener un presidente incapaz de ponerse los pantalones largos, asumir el control de la situación y comenzar un proceso de limpieza de todos los malos usos y costumbres de la política paraguaya.

Por eso, volviendo a las palabras de Alexander Pope, Santiago Peña podrá no ser el peor presidente que hayamos tenido, pero va en camino a ser la mayor desilusión de la historia.

*Socio de NextMedia / [email protected]

 

 

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