El cierre de las candidaturas ayer a la medianoche para competir en las próximas PASO del 12 de septiembre, donde se elegirán candidatos para competir por 127 bancas de diputados nacionales y la renovación de un tercio del Senado, dejó una primera conclusión: muchísmos pre-candidatos y muy poco entusiasmo.
O mejor dicho: un gran entusiasmo, pero para expresar el rechazo a los políticos de tal o cual color. Ese parece ser el sentimiento que va a primar a la hora de poner el voto en las urnas. Estoy descontento y quiero castigar a tal o cual fuerza política.
Cristina y Macri ni van a aparecer, pero van a ser los más presentes al mismo tiempo. Los candidatos van a apuntar contra ellos (el endeudamiento externo de Macri, tema preferido de los K) y la injerencia de CFK en el gobierno sin rumbo de Alberto Fernández (alta inflación, pobreza, desempleo, más las causas judiciales, bolsos con dinero negro, Boudou, Venezuela y sobre todo, la irritante actitud del “Vamos por todo”).
Ni la persona más aficionada a consumir noticias y programas de tevé políticos sería capaz de recitar, de corrido, quiénes son los principales candidatos de tal o cual frente. Y por cierto, ninguno hasta ahora mostró una propuesta que genere un mínimo interés.
Ayer en el canal TN -en el programa de Bonelli y Alfano-, desfilaban uno por uno los grandes protagonistas de la compulsa en CABA y Buenos Aires: “la madre de todas las batallas” como les gusta decir a los periodistas políticos de Buenos Aires.
Se podía ver a los reaparecidos Ricardo López Murphy, Florencio Randazzo, María Eugenia Vidal (que cruzó la General Paz y ahora va de candidata por CABA), Victoria Tolosa Paz (será una de las caras más visibles de esta campaña), el infaltable Nicolás Del Caño, Patricia Bullrich (no va de candidata) y dos o tres docenas más de personajes acostumbrados a ir a esos programas de debate, con algunos outsiders (la periodista de América, Carolina Losada) .
Nunca antes las PASO, que son una elección interna -abierta, simultánea y obligatoria-, donde debemos ir obligados a votar, tuvieron tanto significado. Esta vez la gente va a elegir los candidatos de cada frente el 12 de septiembre, los que competirán para las 127 bancas de diputados (3 de ellas por Misiones) el próximo 14 de noviembre y un tercio del Senado (Misiones solamente renueva 3 diputados, se van en diciembre Wellbach, Morales y Pastori).
Hasta ahora las PASO, casi siempre, eran una elección donde los principales frentes ya acordaban un candidato único. ¿Cuál era el sentido de las PASO? Se transformaban en una encuesta o sondeo muy costoso, previo a la general, repitieron muchos analistas políticos.
¿Por qué ahora las PASO de repente se transformaron en una gran batalla interna en cada frente donde se dirimirán las candidaturas, como debió ser desde un principio? ¿Es un mérito del sistema o revela una profunda decepción del electorado con la clase política?
La realidad indica que la gran dispersión de pre-candidatos y la imposibilidad de muchas fuerzas en lograr figuras que aglutinen a todo un espacio político, responde al desencanto generalizado que hay en la clase política. Es una suerte de nuevo clamor: “Que se vayan todos, pero sabemos que tiene que quedar alguien”.
En Misiones, el franco declive del kirchnerismo y de JxC
En Misiones pasa lo mismo. Salvo el oficialismo (Carlos Fernández y Claudia Gauto), los dos principales partidos opositores van con distintos pre.candidatos a dirimir las boletas para el 14 de noviembre en las PASO.
Ayer se confirmó que por el Frente de Todos competirán a cara de perro el ultra-k, Javier Gortari (ex rector de la UNAM), contra Isaac Lenguaza, figura de un PAYS que está sentido con el escaso protagonismo en los cargos que tiene desde que se alió al kirchnerismo que encabeza Cristina Brítez. También participará de esa interna Martín Sereno. Será a cara de perro. La del Frente de Todos es una interna con gente que está distanciada o directamente peleada por desvenencias que no se pudieron saldar.
En el partido de Cacho Bárbaro no terminan de digerir el mal negocio que hicieron al pactar con el Instituto Patria de Máximo Kirchner. Todo comenzó cuando Alberto Fernández le pidió en un audio de whatsapp a Bárbaro que se bajara del número 1 en la lista a Diputados Nacionales en 2019 y le dejara ese lugar (que naturalmente le pertenecía) a Cristina Brítez.
Bárbaro acató, pensando que “hoy por ti, mañana por mí”. Pero las instrucciones que bajaron de Buenos Aires a la hora de repartir los cargos (delegaciones de PAMI, Anses, etc) siguieron la misma tesitura: vamos por todo, ustedes hagan el trabajo de base.
A los desacuerdos internos se agregó el escaso acompañamiento en las urnas que tuvo el kirchnerismo el 6 de junio en las elecciones provinciales. Y en general, el espacio que está perdiendo en el escenario político, cargando como un lastre una gestión K que esta vez no viene marcada por la multipliación de los panes y los peces, sino por la escasez, la inflación, el aumento de la pobreza y el desempleo.
La realidad es que este es un kirchnerismo sin dinero, a diferencia de los gobiernos de Néstor Kirchner y los dos de CFK. Y en Misiones, el kirchnerismo sin recursos parece que no enamora.
Los planes sociales, AUH, Tarjeta Alimentar o la ayuda social que sea, ya es un “derecho conquistado” por la gente y todos saben que no hay que agradecerle a nadie en particular. Al fin y al cabo, cuando gobernó Macri no solo no los sacó, sino que los extendió.
Lo mismo está haciendo Alberto Fernández, aunque paga con la “maquinita” y lo que te da en el cajero electrónico te los saca en la caja del supermercado con la inflación.
Juntos por el Cambio, sin peleas pero desdibujado
La otra evidencia que deja el cierre de listas en Juntos por el Cambio es la formidable desintegración de un partido que tuvo todo para plantarse a la Renovación en 2017, tras el muy buen resultado electoral. Un partido que hoy no maneja recursos como cuando era gobierno a nivel nacional, vale decir. Los recursos siempre generan un alineamiento automático, detrás de aquel que maneja la lapicera, que durante 2016-2019 fueron los hermanos Schiavoni y Martin Goerling.
La interna en Juntos por el Cambio, con muchísimos candidatos, deja en evidencia el poco peso que tienen sus figuras entre el electorado misionero. El partido, como opositor a la Renovación, se fue desdibujando. Algo que quedó en claro en las elecciones del 2019.
Ahora en la interna del PRO, Martin Goerling y Walter Kunz corren el riesgo de dejar evidenciado en los números esa estimación en baja que tienen los misioneros sobre los que hoy deberían ser el principal partido opositor a la Renovación.
En la interna de la UCR, Martín Arjol y Gustavo González también dividirán aguas. En tanto, Pedro Puerta se someterá al examen de las urnas que servirá para testear su aceptación como una de las figuras políticas opositoras emergentes de los próximos años.
Los referentes del principal partido opositor a nivel nacional tienen la gran ventaja de poder hacer campaña criticando al kirchnerismo y a la pobre gestión de Alberto Fernández, tanto la económica como la sanitaria.
La pura verdad, todos van a hacer campaña hablando mal de la otra parte de la grieta, sin ninguna propuesta seria para sacar a la Argentina de este nivel récord de desempleo, inflación y pobreza.
Lo paradójico es que las elecciones de medio término cobran mucha importancia, justamente porque la Argentina está en una crisis cada vez más profunda. Está el morbo de ver si Alberto Fernández queda muy debilitado y, en tal caso, cómo podrá llegar al final de su mandato.
Una derrota del oficialismo o lo que es lo mismo, un triunfo de la oposición, también dejará perfilados los candidatos de Juntos por el Cambio rumbo a las presidenciales del 2023.
En cualquier caso, dejará en evidencia que para la gente, todo es más de lo mismo. Hace ya varias elecciones que la gente no va a votar a ningún candidato en particular, sino “en contra de”.
Porque ningún político entusiasma. Y ese es el principal motivo por el cual hay tantos candidatos y por qué de repente las PASO se convirtieron en aquello que debieron ser desde un principio. Una interna para definir candidaturas.
No es por mérito. Es porque para la sociedad argentina parece repetir un clamor que se hizo popular allá por la crisis de 2001. Que se vayan todos.
Pero que no se vaya nadie, porque ya sabemos que alguien tiene que quedar a cargo. Es lo que hay.