Por Martín Boerr *
Corría octubre de 1942, la Segunda Guerra Mundial llevaba ya más de tres años donde los Aliados sólo sabían de derrotas y sinsabores, y las fuerzas de Hitler, de triunfos y conquistas.
Hasta que llegó la tan buscada victoria en El Alamein, donde Montgomery pudo vencer, por fin, al hasta ese entonces invencible Rommel.
Poco después llegaría el verdadero punto de inflexión en la mayor contienda de la historia de la humanidad: la derrota alemana en Stalingrado.
Pero tras El Alamein, algo había cambiado. Algo había hecho “click” en las mentes y en los corazones y Winston Churchill lo inmortalizó en una de sus frases memorables: “Este no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero tal vez sea el fin del principio”.
Salvando las enormes distancias, la crisis política que afrontó la Renovación en las últimas semanas con la escalada de las protestas de los estatales y que tuvo su punto de inflexión con el autoacuartelamiento policial -disfrazado de acampe y protesta de retirados con apoyo de activos- también parece marcar, como en El Alamein, un punto de quiebre y de no retorno.
Y parafraseando a Churchill, lo más adecuado sería decir que esta crisis se parece mucho al principio del fin de la Renovación, al menos tal cual se la conoce hasta ahora.
La multitudinaria marcha del 30M, que surgió como máxima respuesta a esta crisis no admitida, también dejó al desnudo varias cuestiones:
-La principal, la falta de apoyo popular de la Renovación, que tuvo que acudir al “aparato”, a los micros enviados por los intendentes, a los movimientos sociales que dependen del ministro del área de turno. Todo pago, o por obligación, o por conveniencia, o simple temor a que no se renueve un contrato.
Además, quedó claro lo que ya estaba claro: los NEO usufructúan espacios en el Estado, pero no movilizan gente propia, no tienen votos.
A eso hay que agregarle que tampoco están dispuestos a movilizar a sus bases, la cada vez más larga lista de dirigentes que gozaron de los favores de pertenecer a la elite del poder, pero fueron quedando relegados y pasados a retiro por las sucesivas “renovaciones de la Renovación” (3.0, NEO, etc).
Es más que obvio en cualquier orden de la vida: No hay mayor demostración de debilidad que una sobreactuada demostración de fuerzas.
Pero la crisis de la Renovación, además, tiene una profundidad que se la da el contexto social y político que vive el país.
Porque sucede en un momento donde la política rompió todas las lógicas, la ciudadanía quiere cambios y en la Casa Rosada hay un Presidente que rompe los esquemas. Incluso conserva el apoyo popular a pesar de un feroz ajuste, el que tampoco ocultó para ser votado y llegar al poder.
Hay un “que se vayan todos” como el del 2001, pero a diferencia de aquella vez, esta vez es un clamor útil: porque encuentra un interlocutor en nada más y nada menos que la figura más importante de la política: el Presidente.
Ningún movimiento político provincialista está exento de esa enorme fuerza capaz de llevarse puesto lo que encuentre por delante.
La policía, banca a Milei
“Todos los policías votamos a Milei, porque queremos cambios”, le dijo a Plan B, una agente que trabaja en el interior y estaba con su marido también policía en el acampe de Uruguay y Félix Bogado. Ambos habían dejado a su hijita de 8 años para participar de la protesta, durmiendo por una semana casi a la intemperie.
El Gobierno lo negó durante los 13 días y se refirió a “un grupo reducido”, pero lo cierto es que los más de 10.000 efectivos de la policía de Misiones estuvieron alineados con el reclamo que tuvo como principales voceros a Ramón Amarilla y Germán Palavecino.
¿Por qué es un error tomar esta crisis como una simple protesta de los estatales reclamando por una mejora salarial?
Porque el poder de la Renovación, a lo largo de estos más de 20 años, se cimentó en una conducta muy extendida en Misiones: el miedo o el temor.
Quizás no el miedo o el temor a Rovira, sino el miedo o el temor que tiene cada uno a hacer algo que no le convenga a sus intereses, a sus ganas de conseguir un trabajo en el Estado para sí o para un familiar.
A meterse en la política para progresar aún a pesar de abrazar una carrera como la de abogado o contador o médico, porque se sabe que en el sector privado es mucho más trabajo con menos resultados garantizados. Entonces, por las dudas, milito en el partido que lo maneja todo: “Quiero entrar”.
El temor o el cuidado a no quedar en una posición donde sea relegado o marginado por mis propios pares. Porque, enfrente, hay un movimiento político que domina todos los resortes del Estado y de su presupuesto, y todos quieren, por las dudas, estar en buena sintonía con ese poder.
Durante muchos años, la Renovación fue una promesa de progreso o al menos una posibilidad latente. Como el kirchnerismo durante muchísimos años.
Rovira supo transformar ese temor/cautela/conveniencia en poder hegemónico.
Y la protesta, los ánimos exaltados, el no llegar a fin de mes y cada día cubrir menos necesidades con el salario, se conjugó para que mucha gente perdiera miedo.
Y así como el miedo es contagioso y fortaleció el poder de la Renovación. Cuando el miedo se pierde, esto también contagia y se replica. A los docentes, policías o personal de salud se suman otros que también están descontentos y quieren decir lo que hasta ahora no se habían animado a decir.
Las redes sociales, en especial Tik Tok, estallaron poniéndole palabras a lo que muchos piensan pero casi nadie quiere decir en voz alta en estas últimas semanas.
La gente se empieza animar, ve que al que se animó no le pasa nada y la bola empieza a crecer.
Así funcionan las “espirales del silencio”, una teoría de comunicación muy conocida de la alemana Elisabeth Noelle Neumann.
En síntesis, mucha gente que callaba, ya no tiene miedo a ser aislado, porque ve que hay una gran cantidad de público que ahora vocea lo que antes no se atrevía a decir.
En ese conexto, la mayor muestra de audacia no fue el acampe policial de 13 días, el desborde de la protesta en la Legislatura, sino, sin dudas, las manifestaciones en la casa de Rovira.
Hay dos renovaciones
El otro dato que hay que agregarle al contexto: la etapa que vive el oficialismo.
Hay dos períodos muy marcados de la Renovación, que a los fines de simplificar vamos a dividir en dos mitades de una década cada una. Renovación 1 y Renovación 2.
Renovación, parte 1: pocos amigos, muchos recursos discrecionales disponibles. Renovación 2: muchos amigos, pocos recursos discrecionales.
En la primera mitad, la nota distintiva fue: Hay que sumar adherentes como sea (había enemigos reales, rivales, disidentes, desencantados, opositores, etc.) y muchos recursos discrecionales para sumar voluntades.
Mucha capacidad de agrandar el Estado, en coincidencia con los mejores años de expansión kirchnerista y una economía “volando” a tasas chinas y con superavits gemelos.
En estos años, Posadas fue una de las ciudades que más creció del país, con un Estado que se agrandó, barrios del IPRODHA que se inauguraban cada año, y una plantilla de empleados estatales que subía hasta clavarse casi en el número mágico de 50.000 agentes, al final de esta etapa.
La segunda mitad
Pero después vino la segunda mitad de la Renovación, que comenzó con el primer mandato de Passalacqua. Y más o menos coincide con un país que no logró crecer desde el 2011 y se encuentra en estancamiento o recesión.
Ahí la nota distintiva es: muchos amigos, pocos recursos discrecionales. La Renovación, consolidada prácticamente como único partido, todos queriendo entrar y haciendo cola dispuestos a entrar en “lista de espera”.
Si uno mira los números, la plantilla del Estado provincial estuvo cuasi congelada desde el 2016. No se crearon más ministerios, secretarías ni nuevas carteras, al menos en la forma masiva. El Estado provincial dejó, de a poco, de ser promesa de un futuro mejor.
Paradójicamente, una de las pocas reparticiones que sí siguió creciendo en forma significativa fue la Policía.
Hoy un funcionario NEO maneja muchos menos recursos de lo que hace 10 años manejaba una figura “top” de la Renovación hoy raleada del poder. Por ejemplo: Pelito Escobar.
Hace poco en una columna en el programa de Alejandro Barrionuevo en Canal 4 Digital (Dominio Público) contamos algo que no se dice públicamente: la Renovación atraviesa su peor crisis fiscal en los últimos 20 años.
Y una crisis fiscal, en una provincia que no puede emitir dinero ni endeudarse es, casi siempre, una crisis política.
Se trata, además, de una de las primeras crisis fiscales en los 20 años de la Renovación. Quizás la primera fue en 2016, pero fue mucho más corta y menos profunda que la actual. La caída de recursos esta vez es muy acentuada y las arcas del Estado misionero están exhaustas para dar respuestas.
Los que miramos los números de los recursos fiscales, no nos sorprendimos cuando el Gobierno, en un momento, tras la tercera oferta a los policías que apenas subía en 5 puntos porcentuales (de 25 a 30% de incremento), dejó de hacer nuevos ofrecimientos. Hasta los policías más radicales fueron entendiendo, que no había plata para mucho más. No era una jugada de póker, era la imposición de la realidad.
Algo parecido venía haciendo el ministro Adolfo Safrán con los docentes en las dos paritarias que cerró antes de mayo: es esto o nada. En cada caso, otorgó un magro 10%.
Claro, Safrán nunca explicó lo de la crisis fiscal porque en la Renovación, nadie puede dar malas noticias.
Nadie culpa a Milei en Misiones
Lo que el Gobierno provincial no quiere comprender o no acepta, es que la ciudadanía y los policías no van a mirar a Javier Milei, cuyas políticas son las principales responsables de esta situación fiscal de una provincia que, también hay que decirlo, está entre las ordenadas y responsables con sus números.
Es bueno dejarlo en claro: La mitad de los gobernadores, que no practican el equilibrio fiscal que sí tiene Misiones, hubieran resuelto la crisis de los estatales fácil y mucho antes. ¿Cómo? Irresponsablemente.
Dándole a los estatales lo que pedían y dejando que más adelante explotara otra bomba: la de no poder pagar los sueldos y para que venga Nación a apagar el incendio o emitir cuasi-monedas.
Pero el problema de la Renovación es que la ciudadanía eso no lo entiende, y principalmente no lo entiende porque no se lo explican con claridad. Y además, quiere cambios profundos.
“Plata hay, la que se robaron”, es el clamor popular de miles de misioneros, estatales o no estatales, que están hartos de la política, que votaron a Milei porque quieren cambios y que no están dispuestos a aceptar ninguna explicación sobre recortes en los recursos, caída en las transferencias o lo que sea. “Plata hay”, repite la gente, sin tener idea, claro.
Pero como oponerse al descontento popular es casi un suicidio, casi ni vale la pena tratar de explicar la monumental pérdida de recursos que afronta Misiones producto de la depresión económica, el achicamiento de la brecha cambiaria y otras políticas que le impactaron de lleno en su economía.
Por otra parte, eso es responsabilidad de un Gobierno que llamativamente no da la cara, con un gobernador que no habla con la prensa y un conductor que se retiró de la escena pública y no apareció en todo el año.
Rovira no pronunció una sola palabra en un acto público en todo el 2024. Suspendió su aparición de comienzo del ciclo lectivo y ahora no habla tampoco en las sesiones sino a través de sus subordinados.
Ahí la crisis
Y ahí es donde emerge la gran crisis política de la Renovación, que todavía parece no ver.
Ya sin recursos discrecionales para generar ese “enamoramiento”, sin poder constituirse como una promesa de progreso para miles, afrontando una crisis fiscal que la dejó sin recursos para pagar sueldos razonables y hacer política y con un entramado de dirigentes que no mueven gente.
Todo con un malestar y un clamor de cambios y de ciudadanos que perdieron el miedo y empiezan a decir en voz alta, lo que hasta ahora pensaban pero no decían ni comentaban.
¿Puede renovarse la Renovación?
¿Puede renovarse la Renovación como ya lo hizo otras veces? Esta vez parece mucho más difícil que en las otras.
El oficialismo misionero tiene un gran talón de Aquiles, que no tenía en su primera mitad o sus primeros diez años. Y que en rigor, la padecieron muchos movimientos dirigidos por líderes políticos que se quedaron largos años en la cima sin nadie que les haga sombra.
A casi todos les pasa lo mismo y es de manual: Se empiezan a encerrar en sí mismos, sus círculos empiezan a ser cada vez más reducidos y ya no tienen capacidad para ver la realidad y reaccionar.
El aislamiento de Rovira, que se convirtió en un dirigente inalcanzable que no habla con más de media docena de personas (quizás, menos) es también parte de esta crisis.
Otra parte importante son las internas en la cúpula del poder (probablemente internas alentadas por el propio jefe).
No es que ese reducido grupo le pinte al Conductor las cosas color de rosa, sino más bien que es el jefe del oficialismo el que ve la realidad de una manera y no acepta a nadie que lo quiera mover de su evaluación de la realidad.
Temerosos de perder su favor, el pequeño grupo que lo rodea, le sigue la corriente. Y ahí está el gran talón de Aquiles de este movimiento que maneja la política provincial con una hegemonía pocas veces vista en la historia de los provincialismos en la Argentina.
El acto del 30M fue exactamente eso, un grupo de dirigentes siguiéndole la corriente a Rovira, tomando a los manifestantes que fueron a verlo a su jefe como ciudadanos que van a mostrar “amor” o al menos “cariño”.
Cuando hasta para el más despistado se trató de una movilización de un aparato rentado. Todos temerosos de decir en voz alta lo que verdaderamente piensan.
Adolfo Safrán, que para esta columna es el funcionario más importante del oficialismo, cuando entró a la Legislatura el jueves dijo que era una marcha “espontánea”. Casi siguiendo obediente un libreto. Martín Cesino, otro de los diputados más valiosos y jefe del bloque oficialista, posteó que había “40.000 personas”.
Si esto parecen obligados a afirmar figuras que hacen un aporte inmenso a la gestión, ¿qué queda para la larga lista de funcionarios irrelevantes que se colgaron de una lista o se metieron en la cúpula del poder por simple amiguismo y no traccionan ni gestionan ni mueven nada?
Es por eso que la Renovación, esta vez sí parece incapaz de renovarse, y es por eso, que podría estar atravesando un punto de inflexión. El principio de un larguísimo final.
*Martín Boerr, periodista y director de Plan B.
Plan B/ 2-6-2024