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Opinión: ¿Dónde están? nunca antes el “misionerismo” había estado tan alejado de los misioneros

Por Martín Boerr.

Hace apenas un año y 12 días, la Renovación se imponía con un holgado 65% de los votos en las elecciones provinciales que designaron a Hugo Passalacqua para ser el primer misionero de la historia en volver a la Rosadita tras un interregno, en este caso de cuatro años.

En el búnker de la Renovación aquella fresca noche de domingo 7 de mayo, todo era algarabía, Carlos Rovira estaba exhultante tras un tiempo de incertidumbre que habían dejado las PASO del 2021 con el doble triunfo de Martin Arjol.

El conductor estaba sonriente como pocas veces, una vez más, pudo corregir y ratificar en las urnas que la Renovación seguía siendo imbatible.

A su lado, las otras dos grandes figuras de la Renovación, el gobernador saliente Oscar Herrera Ahuad y Passalacqua, completaban un trío que parecía prepararse para una nueva etapa del oficialismo misionero que aún saboreando las mieles del triunfo sabían que aún estaba sujeta a la necesidad de una buena vuelta de tuerca.

¿Por qué, no estaba todo bien?

Para nada. Cualquiera con un poco de honestidad y sentido crítico, sabía que el “invento” de la Renovación NEO no había calado en lo más mínimo en el pueblo misionero y el reciente triunfo estaba más vinculado a la combinación de la buena gestión en el día a día, la alta imagen de Herrera Ahuad (Passalacqua casi no figuró en la campaña) en la cual su inusual “cercanía” con el pueblo fue decisiva, y por supuesto, la falta una vez más de alguna oposición real.

Pero aquella noche, en el futuro a mediano plazo de la Renovación, la atroz carencia de dirigentes potables, liderazgos genuinos y empatía con la gente, todavía parecían nubarrones lejanos, insustanciales, lejos de ser amenazantes.

Además, todo el mundo estaba preparado para adoptar una actitud pasiva y esperar la definición de la gran pelea nacional, para acomodarse a partir de ahí. Fue un error, fue como decir: Ya está, ahora piloto automático.

Tras un año, la tormenta llegó, y el punto más álgido ocurrió hoy a las 9 en la esquina de las avenidas Trincheras y Uruguay, cuando un grupito de policías retirados y en activo, vestidos de paisano, repartieron empujones y algunas trompadas a una columna de 200 efectivos de las fuerzas federales que, estoicamente, cumplieron a rajatabla la orden de no responder.

Pero a nada estuvo de irse todo al diablo.

A un prefecturiano le encajaron de lleno una trompada, retrocedió, se notó que el golpe había calado, y mientras se tocaba la mejilla (este cronista estaba a 3 metros), parecía calcular si valía la pena seguir cumpliendo las órdenes o responder al instinto natural de ir a devolver el golpe.

Otro efectivo de la Policía Federal, estoico, aguanto un par de trompadas que le pegaron de atrás, mientras hacía cordón, brazo con brazo, con sus camaradas dando la espalda a los policías misioneros que protestaban. Se notaba en su rostro la impotencia.

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El Comando Radioeléctrico I, epicentro de una protesta que se extendió a toda la provincia.

¿Qué pasaba si esos y otros efectivos que fueron agredidos por los manifestantes, hubieran reaccionado, estando armados? ¿Si se hubiera producido una batalla campal y alguien se le ocurría sacar el arma y tirar unos tiros? Otra hubiera sido la historia.

Una batalla de policías contra policías, donde se hubieran mezclado las órdenes, el orgullo y también ver quién tiene más fuerza.

Las caras de los efectivos de Gendarmería, Prefectura y PF cuando llegaron a apostarse a 100 metros del Comando Radioeléctrico lo decía todo: no queremos estar acá, por nada del mundo.

Del otro lado, los policías le gritaban: “Váyanse, ¿qué hacen acá? Somos todos de la misma familia, no nos pueden reprimir, estamos peleando por nuestro sueldo y estamos en la misma que ustedes”.

Plan B estuvo los tres días de la protesta y pudo dialogar y observar a los policías, y comprobar que el nivel de bronca contenida era muy grande, no contra las fuerzas federales, sino contra un Gobierno que no escuchó sus demandas y había adoptado, por primera vez, la decisión de ser duro.

Su firmeza para pelearse, es la firmeza del que tiene hambre y está jugado. Las acciones osadas, las violaciones a las leyes que ahora intentan disimular, son propias de la despeseración. Esa es la olla a presión que el Gobierno parece no estar viendo.

En su lugar, decidió seguir la inédita “línea dura” de no negociar. Pero no le duró mucho.

Al final dieron marcha atrás, discretamente, y volvieron a encausar todo por la vía del diálogo, sabedores de que con el enfrentamiento el más perjudicado va a ser el propio oficialismo.

¿Por qué se llegó hasta este punto?

La respuesta simple es: porque el ajuste del presidente Javier Milei es feroz, el Gobierno de Misiones vive la peor crisis fiscal en 20 años y no tiene recursos suficientes para atender las demandas.

Ya lo dijo Passalacqua: “No vamos a gastar más de lo que entra”. Entonces, si ingresa poco dinero, el resultado es un ajuste que baja de Nación y Misiones traslada a sus empleados estatales sin remedio.

Ingenuamente, como las medidas del Gobierno Nacional son las que motivaron esta “malaria”, el oficialismo piensa que los misioneros le van a “facturar” el malestar al Libertario. Pero se equivocan.

Y ahí es donde se muestran muy alejados de la gente, a la que volvieron a conquistar una vez más hace un año y 12 días con su “cercanía”, pero cuyo favor, si se votara mañana, sin dudas perdieron en gran medida.

“Esto va a estallar en algún momento, y el Gobierno no se da cuenta que los misioneros no le van a echar la culpa a Javier Milei, sino al oficialismo”, le dijo a Plan B, hace diez días, un empresario de la zona centro.

Se refería a las crecientes protestas de docentes, pero también de otros empleados estatales. Las características que tiene esta protesta docente, es que no es aislada, sino la punta del iceberg de toda una sociedad “ajustada” al máximo y con un nivel paupérrimo de vida que empeora cada día.

Un gobierno “ausente”

Y la gran responsabilidad del Gobierno de Misiones fue que, prácticamente en medio de este brutal ajuste abandonó a su gente, se retiró de la agenda pública y prácticamente gestiona con piloto automático y sin que ninguna autoridad de peso de la cara ante semejantes problemas.

Nadie del Gobierno habla públicamente, ni ocupa la agenda. Ni hablar de las segundas y terceras líneas, gente que tuvo una omnipresencia hablando de cuestiones poco importantes o con el típico discurso exagerado y triunfalista de la provincia “start up”, el “Silicon” y otras yerbas.

Rovira dejó su cargo de titular de la Legislatura, pero también parece haber dejado su cargo de jefe absoluto del oficialismo porque desde aquella aparición a fines de junio donde recomendó “votar a Massa”, no volvió a dar la cara nunca más. Ni siquiera habló en la Legislatura, ya que no es el presidente.

¿Passalacqua? Es un pálido reflejo de lo que fue en su primera gestión. Aquella gestión donde también le tocó lidiar con un ajuste (mucho más leve) pero no por eso dejó de practicar su cercanía con la gente hasta dejar su célebre frase: “La cosa no está fácil mismo”.

Y se vio como nunca en su total y absoluta ausencia en este álgido conflicto con la Policía. El Gobierno divulgó una foto donde el gobernador “encabezó” el comité de crisis. Pero después le tocó a Marcelo Pérez dar la cara.

Por eso esta semana se extendieron los rumores de una licencia que se tomará por 60 días y que le aprobó la Legislatura. Las fuentes oficiales salieron a aclarar que es el procedimiento estándar, así puede viajar cuando lo necesite con más agilidad.

Pero otra vez, lejos de la realidad, no advirtieron que con este contexto, el de un gobernador que no da la cara, se dispararon todo tipo de especulaciones.

Herrera Ahuad, más lejos

Un párrafo aparte para Oscar Herrera Ahuad, porque la lejanía de la Renovación o de la Renovación NEO con la gente, ya era patente hace un par de años, pero la disimulaba en el anterior mandato la extraordinaria imagen de cercanía que daba el ahora ex gobernador.

El de Quimilí se reinventó con un estilo que para cualquier otro político hubiera parecido sobreactuado, pero en Herrera Ahuad actuó como un bálsamo para una sociedad que también transitó años difíciles signados por la pandemia, la alta inflación y un país que nunca salió de la crisis económica.

Herrera Ahuad disimulaba que gran parte de la dirigencia de la Renovación es un verdadero tren fantasma de oportunistas, que en tiempos del “que se vayan todos”, hoy sólo generaría rechazo en una sociedad llena de carencias.

Pero Herrera Ahuad ya no está. Al menos donde estaba antes, y ahora en su nuevo rol de titular de la Legislatura, cambió el jean y las zapatillas del gobernador por el traje a medida (incluído un pañuelo en el bolsillo del saco). Está dedicándose a la cuestión institucional de la Cámara.

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Herrera Ahuad, Passalacqua y Rovira por un lado, la crisis por el otro, bien lejos.

El problema es que el enorme cráter en la presencia y la cercanía del oficialismo, no llena nadie.

No hay discurso

Passalacqua no da conferencias de prensa, no da entrevistas, cuando va a un acto público, termina, sale y mira a los periodistas. A veces ni los saluda, simplemente pasa de largo o se hace llevar la camioneta en la que se traslada cerca para partir.

Su informalidad para vestirse genera comentarios que no son buenos, y lejos de darle un toque de calidez a su figura (que ya era cálida y cercana en su primer mandato), genera la sensación de que no está por obligación o con cierto disgusto a donde le toca ir.

¿Cuál es el problema? Que ni Passalacqua, ni Rovira ni Herrera Ahuad son hoy lo que eran hace poquito. Son distintos, si se los compara con ellos mismos.

La culpa del ajuste no es de la Renovación, ¿pero a quién le importa eso?

Por último, el Gobierno de la provincia nunca supo tener un discurso cercano y de empatía con la gente en estas épocas dificilísimas no solo para los estatales, sino para cualquier trabajador, colono, cuentapropista o para los sectores más pobres de la sociedad.

Como somos un diario económico, vamos a tomarnos un párrafo para explicar lo que pasa: Los maestros, los policías o cualquier estatal, no gana más, porque el Gobierno está viviendo su peor crisis fiscal en 20 años.

Al resto de las provincias les pasó algo parecido, la diferencia es que Misiones es “libertaria” porque también hace del superávit fiscal o al menos del equilibrio una religión. Incluso antes que Milei.

El problema es que así como Milei ajustó a jubilados y clase media para lograr ese superávit que festeja, la Renovación también viene ajustando a sus estatales desde el gobierno anterior para mantener las cuentas en orden. Y llegó un punto donde literalmente se le fue la mano con aquello que en Plan B denominamos el “ajuste blando”.

O sea: no despido a nadie, pago sueldos en tiempo y forma, hago funcionar al Estado normalmente o lo mejor posible en tiempos de crisis, pero te voy dejando “encoger” el salario con la política de no darte paritarias acordes a la inflación.

El recorte no es solo en salarios. Hoy hay reparticiones públicas que no tienen ni para el papel higiénico. Ya no hay inauguraciones, porque sencillamente “No hay plata”.

Para empeorar el cuadro, la Renovación, poco afecta a dar malas noticias, jamás comunicó esta crisis fiscal y cuáles fueron sus motivos.

Simplemente especuló con que los misioneros se la “facturen” a Javier Milei, al cual muchos de ellos votaron, dicho sea de paso.

Pero los misioneros no lo ven así. El pueblo cree que hay mala gestión, y al no dar la cara, al estar tan lejos de la gente y al no comunicar nada, la Renovación deja vía libre para que la bronca contenida de policías, maestros, municipales, personal de salud y quien sea, escale y les estalle.

Por cierto, comprar los drones en semejante cuadro de malestar salarial de los policías, es una muestra más de la falta de empatía.

Por eso la viralización de mensajes en los whatsapp, por eso la bronca contra “la casta” de la Renovación. Si no hay plata, para los misioneros es “porque se la robaron”.

En cambio si pagaran mejores salarios, los mismos hechos sospechados, reales o imaginarios que circulan por las redes, se tolerarían sin más.

Milagro

Y se vio nuevamente con esta crisis que no pasó a mayores de milagro. El gobernador Passalacqua brilló por su ausencia, incluso el ministro Marcelo Pérez, en lugar de atender a los periodistas grabó un video, lejos de la práctica habitual de este funcionario que nunca tuvo problemas en atender a la prensa. Más lejanía.

En la calle, policías contra policías estuvieron a punto de chocar pudiendo provocar una tragedia que motive, incluso, la posibilidad de una intervención, según los dichos de algunos observadores.

Lo que pasó en Trincheras y Uruguay esta mañana no fue un hecho aislado de “unos pocos” como quizo imponer en Gobierno en su relato.

Fue la válvula de una olla a presión que puede estallar en cualquier momento, y lo pero es que no solo puede estallar en Misiones, puede suceder en el Conurbano o en cualquier otra provincia.

¿Qué va a llegar primero? ¿La recuperación de la economía que vaticina Milei o el estallido social por un ajuste que no se banca más? Esa es la expectativa que hizo que los canales de televisión del país se instalaran dos días en Uruguay y Félix Bogado.

¿O piensan que a los canales de Buenos Aires les interesa el mero reclamo salarial “de unos pocos”?

Y sin embargo, los misioneros se la facturan al “misionerismo” y el Gobierno es el responsable por su gran cantidad de errores “no forzados” en la gestión y en su falta de empatía. Nunca antes la Renovación había estado tan lejos de la población. Justo un movimiento cuyo jefe pregonaba hace no tanto: “Hay que estar cerca, en el trillo, solucionándole los problemas a la gente”.

El Gobierno hizo todo lo contrario, con su lejanía, se empeña en profundizar la mala praxis. Como los kirchneristas, Passalacqua no volvió mejor, volvió peor.

La frutilla del postre fue reunir al Comité de Crisis para terminar calificando a los que protestan como un “pequeño grupo”, mostrandose muy alejados del sentimiento de casi todos los integrantes de la fuerza.

¿Acaso no ven lo que piensan los uniformados, más allá de que por una cuestión de obediencia deban actuar de una forma distinta a su sentir?

El misionerismo, como nunca antes, lejos de la gente. Y por momentos, también algo lejos de la realidad.

Plan B/ 19-5-2024

 

 

 

 

 

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