Chapa-í, S. Ignacio.

Los guaraníes liderados por una mujer que, con saberes ancestrales, crearon su propia marca de hierbas

Por Maria Florencia Goncalves

Aprovechar económicamente el monte sin talar árboles, suena raro. Pero, promover el uso de productos forestales no maderables del bosque nativo no es mala idea en el territorio de selva paranaense, que sigue conservando el 52% de la biodiversidad del país.

En ese contexto, avanza a paso firme el uso sostenible de la biodiversidad como generador de fuente de trabajo y sustento para los jóvenes y mujeres de la comunidad mbyá guaraní Chapa-í de San Ignacio.

Pueblos del Arroyo

Ellos, junto a algunos productores familiares, protagonizan el proyecto de la Asociación Tabá Isiriri – Pueblos del Arroyo –una organización mixta que tiene a Itatí Brizuela, cacique de la comunidad mbyá, como vicepresidenta- mediante el cual producen hierbas medicinales de la selva misionera.

Brizuela, una activa militante de los derechos de la comunidad mbyá y de otras minorías.

Su rol es central no solo por ser los recolectores, sino sobre todo, debido a sus saberes ancestrales y populares

Todo comenzó hace 4 años, cuando el Ministerio de Ecología de Misiones precisaba desarrollar fitomedicamentos para los Centro de Atención Primaria a la Salud (CAPS).

Frente a experiencias anteriores que no llegaron a buen puerto, desde Tabá Isiriri diseñaron un modelo de producción inclusivo que permite extraer planificadamente las especies del monte. En otras palabras, impulsaron un modelo productivo que respete los tiempos propios de la naturaleza

En aquel entonces, los miembros de la comunidad mbyá relevaron las hierbas existentes en la zona y en conjunto con el equipo de la Asociación trabajaron en un Manual de Buenas Prácticas Agrícolas que permitió capitalizar los saberes ancestrales de la comunidad mbyá guaraní. “Fue increíble, porque en tan sólo 20 metros, ellos encontraban muchísimas plantas en tan sólo 20 metros”, contó a Plan B Federico Guido Franco, referente de Taba Isiriri. 

La primera venta de hierbas fue de 400 kilos y la compró el proyecto USUBI (Uso Sustentable de la Biodiversidad), una iniciativa financiada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) para la provincia. Si bien ese canal comercial no se volvió a reiterar, la Asociación continuó trabajando y en 2020 empezaron a comercializar hierbas a granel en Buenos Aires, Mendoza y Río Negro. 

La Planta Productora de Plantas Medicinales está en Picada Norte, Bonpland y cuenta con un laboratorio certificado por SENASA y un secadero. Se produce cangorosa, ambay y carqueja y cuentan con marca propia: Ko´e hierbas

Desde 2021 se comercializan paquetes de 25 gramos y está acompañada de un infusor reutilizable (equivalentes a un saquito de té). Al ser utilizados para fitomedicamentos, el producto es “limpio” y no posee aditivos de ningún tipo, sino únicamente la materia prima (las hojas). 

Tal como se espera de todo trabajo asociativo, los bienes generados a partir del trabajo mancomunado son compartidos por todos los miembros de la organización. 

En este sentido, el proyecto de hierbas medicinales es genuino dado su carácter como generador de ingresos y empleo para los referentes de la comunidad Chapa-í. 

Actualmente el foco está puesto en fortalecer la cadena comercial en la provincia a través de ventas en farmacias, herboristerías y ferias. 

“Buscamos sostener una cadena comercial. Tenemos pequeñas redes ya establecidas, pero no podemos salir de eso. El Estado podría intervenir con recursos ya existentes, pero no sucede”, contó a Plan B Ricardo Hunghanns, presidente Tabá Isiriri. 

Esta historia muestra cómo se pueden mitigar grandes desigualdades con pequeños financiamientos pero, también, deja en evidencia la falta de proyección en el largo plazo de las políticas públicas que acompañen el crecimiento y escalabilidad de este tipo de iniciativas socio comunitarias. 

La historia es la misma que en otros proyectos impulsados por cientos de organizaciones del tercer sector: cada 4 años, con los cambios de gestión es casi seguro, tener que iniciar de cero las articulaciones interinstitucionales. El tema es cuánto se pierde en ese trajín. 

Fortalecer las cadenas comerciales locales no es un planteo menor en una provincia que con 27 años de Feria Franca -expresión de la economía popular que surgió allá por los 95´, época brava del agro misionero- y que por estos días está cada vez más en jaque. 

Es el propio José Villasanti, presidente de las Ferias Francas, quien viene advirtiendo sin respuestas concretas del gobierno que los productores, al estar imposibilitados de viajar desde las chacras a las ciudades, están facilitando sus productos a otros comerciantes que sí puedan viajar y venderlos en las Ferias. 

Y, a su vez, los productores que hoy sí logran llegar a las ciudades y no alcanzan a vender en totalidad sus productos, los rematan a cualquier precio con tal de no volver con la mercadería. Los altos costos de combustible, que afectan directamente a los canales de comercialización de los productos locales, son sólo una de las peripecias. 

En ese contexto, sobre las acciones asistencialistas y el discurso de la soberanía alimentaria, necesitamos un Estado activo que redireccione recursos ya existentes hacia lo importante y urgente, a través de acciones concretas que puedan sostenerse en el tiempo y que impacten generando capital instalado en las comunidades.  

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