El 40° Aniversario.

Opinión: De la vergüenza nacional a sentirnos orgullosos de la Guerra de Malvinas

Martín Boerr

Este sábado 2 de abril se celebrará el 40º aniversario de la recuperación de las islas Malvinas, el punto de partida de una escalada que derivó en la única guerra que peleó el país en los últimos 150 años y nada menos que ante una de las principales potencias de la OTAN de entonces, una de las grandes vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. Ante la Gran Armada de todos los tiempos.

Ante una fecha tan especial surge la cuestión, ¿cómo recordar el conflicto de Malvinas?

En la película La conquista del honor (estrenada en el 2005), de Clint Eastwood, se muestra cómo el gobierno norteamericano utilizó la fotografía de un grupo de soldados izando su bandera en la isla japonesa de Iwo Jima para enviar a la sociedad un mensaje movilizador sobre el combate en el Pacífico.

La mirada de Eastwood denuncia la sub-versión que vendió el gobierno norteamericano de ese combate (el director estrenó semanas después ese mismo año la contraversión Cartas desde Iwo Jima).

En rigor, desde hace dos décadas el cine norteamericano empezó a producir piezas con una visión menos triunfalista y naif sobre la Segunda Guerra. Rescatando al soldado Ryan, por caso, comienza con un crudo alegato sobre la carnicería que significó el desembarco en Normandía; en la misma línea se pueden inscribir títulos como La delgada línea roja o la miniserie Band of Brothers o The Pacific (de Spielberg).

Se podría decir que en los EE.UU.., una sociedad más poderosa -desde el punto de vista económico y militar-, el cine demoró cincuenta años en adoptar una visión relativamente crítica de la Segunda Guerra Mundial.

Pero en la Argentina se tardó muchísimo menos. Tras la rendición el 14 de junio de 1982 lo primero que es hizo fue esconder a los soldados que regresaban, quitándoles la posibilidad de ser reconocidos por su esfuerzo. Hace poco estuve en el puerto de la empresa Aluar en Puerto Madryn, unas instalaciones privadas.

Estaba husmeando como cada vez que viajo en la bicicleta cuando aparecieron dos guardias con cara de pocos amigos, pero apenas les pregunté si ese era el lugar donde bajaron en 1982 nuestros soldados, cambiaron su actitud.

Para mi son un reflejo de la gran mayoría de la sociedad, nos gustaría que vuelvan a desembarcar en el espigón de Aluar, pero esta vez a plena luz del día y para ir a recibirlos, abrazarlos, agradecerles. Para prometerles trabajos y un futuro.

El cine argentino hizo al revés que le norteamericano, inmediatamente después de Malvinas empezó con las denuncias de abusos de oficiales a soldados. Y lamentablemente en ese relato monocorde perdimos la posibilidad de enterarnos de lo que pasó en Malvinas.

Por ejemplo, el filme Iluminados por el fuego cuenta, en parte, las vivencias de Edgardo Esteban, periodista y ex soldado del Regimiento de Infantería 7. La exitosa película (premiada en el Festival de San Sebastián) narra las peripecias de los conscriptos que fueron maltratados por algunos suboficiales
que no habrían sido igual de rudos con el enemigo. El resto pivota sobre las mismas imágenes de Los chicos de la guerra, de Bebe Kamin, película que se
realizó veinte años antes, apenas regresó la Democracia.

Soldados muertos de frío, miedo y maltratados por los propios superiores argentinos. Así ese relato de Malvinas nos quitó a las nuevas generaciones la posibilidad de sentirnos orgullosos de nuestros soldados, jóvenes oficiales, pilotos y marinos. En aquel momento habrá sido porque era una forma de castigar a la Junta Militar, pero inadevertidamente se terminó castigando a todos los argentinos a los que se les sacó la posibilidad de ser reconocidos por participar en la guerra.

Quien haya leído el excelente libro de Esteban que dio pie a “Iluminados…” comprobará que la película no refleja fielmente el sentimiento que el autor transmite en su libro (“amo estas islas”, “teníamos ganas de combatir”).

El cine le debe mucho a este nuevo relato de Malvinas que ya está empezando a copar los medios de comunicación y las redes desde hace unos años. Y también Youtube. El otro día estuve mirando los videos que está realizando Nicolás Kazanzew, el único periodista que cubrió la guerra integramente en las Islas. Son un verdadero éxito de Youtube.

Hace unos meses participé de una conferencia por Zoom con el Comodoro Alfredo Isaac, uno de los cuatro pilotos de la Fuerza Aérea que atacó al Portaaviones HMS Invencible en una operación que merece no una, sino varias películas de acción y drama. Fue el 30 de mayo de 1982. Isaac en esa exposición con tono de profesor aburrido, nos tuvo en vilo a todos durante una hora y media.

No se movió nadie. Al terminar los organizadores hicieron un repaso entre los asistentes y era muy grande la cantidad de adolescentes, ¡atrapados por el relato de un hombre que atacó al HMS Invencible con apenas 23 años! Isaac dijo en esa charla: “Yo no soy valiente, soy normal”.

¿No fue también una forma de maltratar a los más de 10.000 hombres de las tres fuerzas (civiles o militares) que estuvieron durante 74 días enarbolando la bandera argentina en las islas el decir que su lucha fue inútil e innecesaria? Porque eso fue lo que se hizo durante buena parte de los últimos 40 años.

Cómo honrar mejor al 2 de abril

¿Cómo honrar en este 2 de abril, por ejemplo, a los tripulantes del submarino San Luis? Uno de los dos sumergibles que permaneció
el 2 de mayo bajo una parte de la flota inglesa y disparó dos torpedos (que no hicieron blanco), para luego protagonizar una escapada de más de 25 horas perseguido por buques y helicópteros antisubmarinos.

¿Qué decir para estas fechas de la Compañía C del Regimiento de Infantería 25? Un puñado de hombres, ninguno mayor de 30 años, que enfrentaron casi en soledad el desembarco inglés en San Carlos. Allí sirvió el posadeño Roberto “Toto” Estévez, considerado uno de los mayores héroes del Ejército en Malvinas.

“Estevez es la figura del héroe malvinense por excelencia, no solamente por las circunstancias, sino también porque era comando y la forma en que entregó su vida nos marcó toda la vida. Es uno de los que decimos, fue sólo con pasaje de ida, iba a entregar su vida”, señaló hoy 1° de abril, antes de la vigilia, el comandante de la XII Brigada de Monte, el Sergio Jurczyszyn.

¿Y los pilotos de las escuadrillas de cazas Skyhawk A4C y A4B? Por ejemplo, los cuatro que aquel mediodía del 30 de mayo partieron junto a dos Super Etendard de la Armada para atacar al HMS “Invencible”. Sólo dos volvieron, el mencionado Isaac y su jefe de escuadrilla, Ernesto Ureta. Fue una de las pocas misiones para las cuales la Fuerza Aérea pidió voluntarios.

¿Y cuál sería el mejor homenaje para los pilotos de los Hércules, que nunca dejaron de despegar desde el continente para abastecer a las tropas
acantonadas?

Acá tenemos a otro héroe misionero. Carlos Krause, el obereño que estudió en el Roque González, y un 1° de junio de 1982 salió como co-piloto de su Hércules en misión de reconocimiento a buscar a la flota inglesa, sin cobertura y sin armas. Fue el único Hércules argentino derribado en Malvinas, por una patrulla de Sea Harriers.

Y como ellos, muchos otros…

“Los países respetan a los que defienden sus intereses con firmeza”, me dijo hace unos años Carlos Busser, contraalmirante retirado, en un diálogo
en el cual recordó sus vivencias aquel 2 de abril.

Busser fue el infante de marina que dirigió el desembarco en Malvinas hace hoy, exactamente 40 años. A el le tocó exigirle la rendición al gobernador británico, Rex Hunt. Según sus palabras, resistir, presentar combate, no fue en vano.

No hubiera sido lo mismo haber enarbolado la bandera blanca el 1º de mayo, cuando un avión Vulcan arrojó las primeras bombas intentando
inutilizar la pista de aterrizaje de Puerto Argentino, que haberlo hecho 44 días después, tras un desgastante combate en el cual miles de efectivos, más allá de las enormes limitaciones, demostraron que quisieron ganar o, al menos, vender cara la derrota.

Para este nuevo aniversario de la guerra de las Malvinas sería bueno rescatar también todo lo que sucedió allí, en las islas Soledad, Gran Malvina o en las bases aéreas de la Patagonia y Tierra del Fuego.

Los combatientes caídos y los camaradas que los sobrevivieron merecen que por fin se reivindique de otra forma aquellos 74 días en los cuales
cada uno puso en juego por el compañero que tenía al lado, por la familia o por la Patria, lo más valioso que posee: su propia vida.

Martin Boerr / Plan B / Dibujo: Sócrates

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