Martin Boerr
Puerto Esperanza (ENVIADO) ¿Existe en Misiones una empresa que sea modelo, donde la crisis parece no hacer mella en la mirada de sus dueños que van siempre para adelante y apuestan a crecer, integrarse y agregarle más valor a la producción?
¿Donde sus dueños, sean -además de empresarios- una rara mezcla de científicos e inventores, cuyas mentes no descansan buscando resolver problemas prácticos de la producción utilizando la técnica y la ciencia?
Esa firma probablemente esté en Puerto Esperanza y no sea otra que la forestal Pindó, fundada hace 45 años por el inmigrante suizo y co-fundador de la localidad, Alfonso Scherer, que continuó su hijo Pedro y dio un gran salto con la tercera generación, a partir de la incorporación en los años 90 del empuje de los hermanos Rafael y Andrés.
“Nuestra filosofía es ir agregándole valor a los productos de la tierra, no quedarnos con la producción primaria, no concebimos un negocio agropecuario si no es con la segunda cadena de valor”, señala Rafael, 52 años y quien ocupa el rol de gerente general y presidente de la empresa.
Pindó está a punto de convertirse en el aserradero independiente más grande del país, cuando en 3 o 4 meses más ponga en marcha una tercera línea de producción para trabajar rollizos de media y grandes dimensiones, que fue adquirida a la metalúrgica Méndes, de Santa Catarina en plena pandemia.
Esa línea adicional incrementará la capacidad total de Pindó a 10 millones de pies cuadrados de madera al mes.
Aunque inicialmente no se utilizará toda esa capacidad, sino que se ocupará en un sólo turno, llevando la producción a un total de 4,5 millones de pies cuadrados (o 10.000 metros cúbicos de madera) que equivale a la capacidad que tienen los modernos secaderos de madera.

Este volumen alcanzado en esa etapa inicial, de todas formas, ubicará a la forestal de Puerto Esperanza por encima de firmas importantes como las correntinas Forestal Las Marías, Zeni o las misioneras Laharrague-Chodorgue y Gruber.
Solamente Arauco Argentina, la empresa forestal más grande del país, tendrá mayor capacidad que Pindó y también, cuando más adelante en 2023 esté operativa, la austríaca-belga Acon Timber (Gobernador Virasoro). Ambas forman parte de grupos multinacionales.
Inversión que comenzó en pandemia
“Es una inversión de entre 7 y 12 millones de dólares que tuvimos que negociar en plena pandemia con los brasileños”, explica a Plan B y un grupo de periodistas que visitaron Pindó, Rafael Scherer.
Un dato que ilustra como las crisis, sean sanitarias o económicas, no detienen al empuje emprendedor de los Scherer.

Esta inversión se negoció en plena pandemia, para lo cual los hermanos tuvieron que viajar a Bernardo de Irigoyen y dialogaron con los brasileños, que se acercaron hasta Dionisio Cerqueria, en una reunión que se celebró con los argentinos de un lado de la frontera y los brasileños, del otro.
Pero conviene repasar un poco la historia de esta empresa tan peculiar. Nació en el 76 como una contratista forestal que también se dedicaba a sus propias plantaciones de pino. También tenían yerbales y a mediados de los 90 instalaron el secadero para producir canchada.
En 2002, tras el estallido de la Convertibilidad adquirieron un aserradero bastante obsoleto, pero desde el primer momento lo fueron mejorando e incrementando la capacidad de producción mediante el empuje, fundamentalmente, de Andrés Scherer, ingeniero industrial (Universidad de Belgrano) y un incansable cerebro que busca formas de mejorar la forma de producir y aprovechar cada subproducto forestal.
Fue así como en 2015 se dieron cuenta que los cortes recurrentes de energía les ocasionaban un cuello de botella para el crecimiento que debían solucionar. “También pensaba, cómo podemos utilizar el desperdicio forestal y darle un valor comercial”, contó Andrés.
Así surgió la idea de hacer una planta de biomasa de 4MW que fue la primera de Misiones en acceder a un contrato Renovar, más de la mitad se inyecta a la red.
“Lo pensamos antes de que apareciera el programa Renovar, pero a veces tenés suerte o buen timming y estábamos por entrar en operación cuando participamos de la ronda 1 del Renovar y obtuvimos el contrato”, explicó Andrés.
“Es el primer contrato que hicimos con el Estado”, dice, en referencia a CAMMESA, con quien tienen un compromiso por más de 20 años para entregar energía con altas exigencias técnicas, producimos energía como para una ciudad de 20.000 habitantes”, explicó el mayor de los Scherer, de 54 años.
Unos kilómetros más abajo por la ruta 12, otro mega-aserradero (Laharrague-Chodorgue) solucionó el tema de la energía con un gran parque fotovoltaico que impresiona al que va por la ruta y mira los paneles.
Y quedan dos reflexiones: cómo castiga el país a la Misiones productiva, única provincia que no tiene nada de gas natural, ni la va a tener. El gas es la energía que elegirían Pindó o Laharrague-Chodorgue, si estuviera disponible.
Y la otra reflexión: ¿La solución era por el lado de la energía solar o de biomasa? ¿Una de las dos empresas dio en el clavo y la otra, quizás, le erró un poco a la apuesta energética?
Un total de 20.000 hectáreas
Pindó también tiene una unidad de negocios de administración de campos.
Entre los campos que gerencia para terceros y los propios tiene un total de 20.000 hectáreas con forestaciones (araucarias y pinos), yerbales, “y una gran parte son bosques nativos en aprovechamiento sustentable”.
A esto se le agrega el negocio yerbatero, con un secadero que adquirieron que tiene como principal cliente a la Cooperativa Liebig (Playadito).
“Nosotros en su momento ya plantamos pensando en la industria, después pasamos a tener un aserradero y de ahí se hizo la planta de energía porque teníamos exceso de biomasa que era un deshecho y un problema. Hoy tenemos casi 400 colaboradores y entre indirectos 250 más”, detalló Rafael.
Pino híbrido: El INTA puso la “mamá” y Pindó el “papá”
El menor de los Scherer es también ocupa el rol de presidente de Pindó. El jueves recibió a un grupo de periodistas de Buenos Aires y Posadas, invitados para conocer en detalle un trabajo de investigación que realizaron con el INTA durante casi 20 años y que derivó en la creación de un plantín híbrido que lleva el nombre de F1 INTA-Pindó.
“Es un proyecto público privado de mejoramiento genético que arrancó hace casi 20 años”, contó Scherer, junto a la técnica de la estación INTA Montecarlo responsable, Maria Elena Gauchat, apenas una más de las profesionales que trabajaron en un proceso de investigación, prueba y error que tiene pocos antecedentes en la historia forestal de nuestro país.
Scherer además de empresario es científico, se recibió de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Católica Argentina (UCA) pero también tiene una especialización en Genética en la Universidad de Bonn (Alemania). “Fui el primer en rendir la tesis por internet, en ese momento teníamos una de las dos direcciones de email de Esperanza”, recuerda, con una sonrisa.
Explorador incansable de cómo mejorar la producción, en los años 90 Scherer empezó a traer semillas de Australia donde existía un híbrido de pino que cruza el Eliotti con otra especie. El resultado es un árbol más fuerte, más resistente a la sequía y la helada, que crece más derecho y con ramas más perpendiculares que facilitan la poda.
Importar esas semillas cuesta hoy unos 1.200 dólares el kilo y Scherer poco después empezó a buscar la forma de replicar esa especia haciendo una cruzamiento. “Es lo mismo que si fuera ganado”, explica.
Buscó al INTA que tenía un trabajo avanzado con el pino Elliotis y Pindó aportó sus trabajos con la especie pino Hondurensis, que venían de zonas cálidas pero no resistían las heladas de estas latitudes. Hicieron un programa de trabajo y empezaron a experimentar, buscando emular a los australianos como el investigador Garth Nickles.
Tiempos
“Solamente para tener una semilla eso demora 18 meses, se plantan en junio e íbamos probando qué cruzaba mejor con qué. Así fueron pasando los años”, explica Gauchat, quien recordó junto a Scherer los técnicos y científicos que participaron del hallazgo y ya hoy están jubilados.
“Empezamos a buscar quién tenía Elliotis y quién Honduresis, para cruzarlos y hacer plantas madre y hacer cruzamientos controlados, sacar semillas y ver si funciona. La única diferencia con la gandería es que el Elliotis y el Hondurensis son primos, sí, pero florecen en épocas distintas. Entonces cosechamos el polen del Hondurensis que querés que sea el papá, limpiás, congelás, guardás y hacés una inseminación artificial en una flor que en realidad es la piña, y cuando se abre inseminás”, explica.
Scherer quizás no se da cuenta, pero explica todo con un nivel de pasión que llama la atención en un empresario que a fin de mes le tiene que pagar el sueldo a casi 400 personas.
Quién lo escucha sin conocer mucho la materia no puede evitar preguntarse: ¿No podían seguir trayendo las semillas de Australia? ¿O plantar lo mejor que hay acá en Misiones, con un gran historial forestal? ¿Vale la pena complicarse tanto con una investigación que atravesó a más de una generación?
“Es que tengo una inclinación a tratar de buscar soluciones para eso por mi formación en genética”, explica, parado en el vivero de Pindó, casi como adivinando nuestras cavilaciones.
Como casi todo en la empresa, parece de otro país. En el vivero todo es ordenado, el personal viste uniformes con el logo de la empresa, las camionetas y móviles son nuevos y están impecables y las oficinas son sencillas y austeras pero limpias. Aparece una encargada de seguridad e higiena para repartir cascos, tapones para los oídos y anteojos protectores nuevos.
No es la norma en el mundillo forestal misionero, en donde la mayoría de las organizaciones no se caracterizan precisamente por el orden, la limpieza y el cuidado al nivel del detalle en lo que hace a las instalaciones industriales.

Producción
Hoy el vivero de Pindó produce 4 millones de estacas, una parte las cuales se venden a otros viveros de Corrientes y Misiones, que a su vez sacan de ahí los plantines para transferirle esa tecnología a terceros en forma gratuita, según el convenio que hicieron INTA-Pindó.
En tanto, el vivero de Pindó produce 1,5 millón de plantines por año, de los cuales la mitad los consume la empresa y el resto se vende.
Ese vivero llegó en el 2018 a ser el más grande del mundo en yerba mate, luego esos plantines fueron dando paso a los pinos.

Una de las alternativas que buscaron cuando las plantaciones de yerbales empezaron a retroceder, y dejaron espacio ocioso en el vivero, fue el cultivo de maracuyá, pero para evitar que esa fruta saturara el mercado de verdulerías y hotelerías en la cosecha, hicieron una planta de pulpa y una congeladora, también trabajando junto al INTA.

“Las empresas forestales tienen la fama de ser muy cerradas y nosotros queremos diversificarnos y abrirnos al resto de los productores. El maracuyá es fácil para el colono y el margen es bueno, con la pulpa no hay tanto riesgo porque la podés guardar y venderla cuando hay valor, yo casi no concibo negocios que no tengan la segunda etapa de la cadena, porque si no te morís”, dice Scherer.

Va llegando el tiempo de emprender el regreso a Posadas, a dos horas y media en auto por la siempre peligrosa ruta 12. Cae la tarde en el Alto Paraná y aparece nuevos colores, con el sol escondiéndose rápido allá en el horizonte paraguayo y el verde cambiando de tonalidades.
¡Qué provincia única Misiones! fue la reflexión de los colegas acostumbrados a trajinar los campos de la Pampa Húmeda, que salieron en sentido contrario, hacia el Norte, a tomar el vuelo de las 20 horas que salía del Carlos Krause (el aeropuerto de Iguazú).
Y qué emprendedores tan particulares los Scherer, dueños de una empresa pyme (más mediana que pequeña) que durante la tarde compartida no hablaron ni un segundo del dólar, la crisis, las elecciones presidenciales o las reglas de juego de un país donde viven, crían a sus hijos e invierten.
Todo giró en torno a lo que la tierra da, cómo aprovecharlo mejor tratando de no desperdiciar nada, y encontrar soluciones nuevas utilizando el conocimiento al servicio de la producción, siempre con dedicación y pasión.
Plan B/ 21-4-2023 /Fotos: Comunicación INTA/ Martín Ghisio