Familia de río.

Muniagurria, el "último mohicano" del río Paraná: cortó su barco, lo alargó y sigue apostando al desarrollo fluvial

Muniagurria es un apellido reconocido desde hace décadas en el ámbito fluvial, un círculo chico que se sigue cerrando en la Argentina, porque prácticamente no quedan operadores locales.

Jorge hoy es uno de los últimos armadores de barcos que quedan en Misiones a lo cual le sumó el rol de astillero, cuando hace cinco años lanzó el Tupá, el primer barco arenero construido en esta provincia y el segundo barco de cualquier tipo de casco de metal “made in Misiones”.

Su abuelo Camilo traída fruta desde el Alto Paraná y después en la laguna San José la pasaba a otro barco que la transportaba hacia Buenos Aires. Luego empezó a operar las lanchas que hacían Posadas-Encarnación, junto a su tío.

Corrían los años 60, el Paraná estaba repleto de barcos de bandera argentina, el puente Roque González de Santa Cruz no existía, y no había colas largas ni tantos controles que nos separan en lugar de unir a esos dos pueblos hermanos que son Argentina y Paraguay.

Pero desde los años 80 la Argentina se fue quedando sin armadores argentinos, al mismo tiempo que vio como las flotas de barcos paraguayos crecieron y crecieron, hasta convertirse en la tercera potencia fluvial del mundo en la actualidad.

“Ellos aprendieron mucho de nosotros”, dice con autoridad Muniagurria, que a veces participa de jornadas de reflexión del ámbito portuario donde le piden sus aportes en ese interminable debate que tienen funcionarios de todos los niveles para descubrir cómo se puede hacer para revivir una actividad que no está muerta, pero está groggy desde hace tiempo en el país.

Regulaciones, gremialismo intransigente que exige salarios de 300.000 pesos para una actividad que no siempre rinde, la cuestión es que el río fue quedando para los vecinos guaraníes.

Pero Muniagurria no solo resiste, sino que redobla la apuesta y va por más. Hombre formado en la ENET N°1 (“el Industrial”) también es un apasionado defensor de la política de capacitar a la mano de obra local y generar trabajo y desarrollo para Posadas vinculado al río.

Por eso hace seis años armó un astillero y construyó el barco Tupá, el segundo barco arenero que opera como armador (el armador es el operador de un barco, en la jerga fluvial y marítima). Y ahora decidió cortar el barco, literalmente, y alargarlo unos metros para mejorar su rendimiento.

Como se hace con los submarinos en la reparación de media vida, que se cortan para sacarle las baterías y recambiarlas y luego se vuelven a soldar.

“Vamos a ampliar la sala de máquinas, es un trabajo que nos va a llevar un tiempo y una buena inversión, pero acá estamos a pesar de todo, amamos lo que hacemos”, le dijo a Plan B, en una recorrida por el predio donde operan sus dos barcos y el astillero donde se construyó y repara su flota de dos barcos. El otro barco que tiene es el Otelo, mucho más largo que el Tupá, de casco verde (60 metros de eslora -largo-).

Muniagurria desde hace años es sinónimo de barcos areneros, esos que salen a navegar por el Paraná para extraer en bancos que se forman en el lecho del río ese material vital para las construcciones privadas y obras viales que hacen crecer a la provincia.

“Ahora estamos haciendo inversiones como una báscula moderna que permitirá controlar adecuadamente las cargas, y permite cuidar las rutas y caminos, sin exceso de peso”, señala.

En la recorrida por el predio de Nemesio Parma, conversamos con Carmelo, un soldador que está trabajando en el Tupá y se capacitó para realizar un trabajo que normalmente requeriría traer a un profesional desde otros lugares. Esas soldaduras a su turno serán inspeccionadas bajo los estándares más exigentes por la Prefectura.

“Tenemos que aprovechar las escuelas técnicas y formar a soldadores certificados en el INTI”, machaca siempre Muniagurria, que le llevó esa propuesta a distintas autoridades y no pierde las esperanzas de tener una respuesta favorable.

“La idea que tengo es que los que se inscriben en la Oficina de Empleo de Posadas ingresen a algunas empresas, entonces podemos gestionar la capacitación técnica del INTI a profesores de los institutos de formación y no solo en la industria naval, sino también en las papeleras como Arauco o Papel Misionero. También se puede hacer un convenio con el Storni para que capacite a oficiales fluviales, tenemos que aprovechar el río”, dice este emprendedor que se resiste a la desaparición de una actividad que no para de prosperar en la otra orilla.

Dificultades

“Acá en la Argentina hay muchas trabas para esta actividad, tenemos múltiples inspeccciones de Prefectura, de la Municipalidad, las cargas impositivas, el problema para traer insumos desde otros lugares del país, pero resistimos y vamos por más porque creemos en esta actividad”, dice Muniagurria.

En la recorrida que realizó Plan B, hay un sector de pañol donde Muniagurria y su equipo reparan motores, cigüeñales, transmisiones, hélices y otros componentes del barco. “De todo tenemos que tener dos”, dice Daniel Provera, que trabajó en firmas como John Deere y Caterpillar. El equipo de Arenera JM se completa con Daniel Provera, un técnico naval.

Muniagurria es un apasionado de la capacitación y promoción de profesionales locales. “Tenemos todo en la Argentina, todas las capacidades técnicas, las tenemos que poner en marcha”, señala este empresario que bien podría considerarse uno de los “últimos mohicanos” de una estirpe que se resiste a extinguirse.

José Enrique Espíndola, Técnico Mecánico, que repara motores, cigüeñales, y otras partes de los barcos. Trabajó en John Deere, Caterpillar y otras empresas de primer nivel. “Tenemos que tener de cada cosa dos, por si se rompe un componente del barco para que no deje de operar”, señala.

El soldador Carmelo, armando la nueva estructura de un barco que tendrá algunos metros más de largo (de eslora, como se dice en la jerga naval).

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