Por Martín Boerr
“Viejo es el viento y todavía sigue soplando”, podrían decir Francisco “Pepi” Wipplinger y Alfredo Gruber.
A los 84 años de Wipplinger y 72 de Gruber, estos dos empresarios, de los más importantes y reconocidos de la provincia, hicieron algo inédito en la historia reciente de Misiones, al menos en los últimos 25 años.
Cansados de ver como el manejo político y económico va para un rumbo que ellos consideran equivocado, alentados por los nuevos aires “libertarios” y de cambio que soplan en el país con la llegada de Javier Milei, a quien apoyan (aunque no incondicionalmente y con quien tienen sus diferencias), Wipplinger y Gruber se animan a dar cara.
Presentaron “Algo Nuevo” una agrupación política que no competirá el próximo 26 de octubre, pero que busca constituirse como una alternativa de cara a lo que viene.
Y es cierto que a pesar de que son super-veteranos, lo de Wipplinger-Gruber constituye algo novedoso para la política vernácula. De la misma forma en que muchos jóvenes se han sumado a la política, y no por tener un DNI con números altos, eso los ha eximido de quedar como “más de lo mismo”.
El armador de “Algo Nuevo” es Miguel Nuñez, el mismo que impulsó la candidatura de Ramón Amarilla, donde Wipplinger y Gruber participaron activamente pero manteniendo un segundo plano. Hasta entonces, aparecieron poco y querían canalizar sus inquietudes a través de Amarilla.
Luego se fueron dando cuenta de que tienen que poner la cara, y hablar en primera persona. Nuñez también terminó distanciado de Amarilla, quien no le reconoció el enorme mérito de haberlo “inventado” candidato, una campaña que le permitió a él y a los otros 8 oficiales castigados por la protesta de mayo del 2023 salir de prisión.
No van por lo económico
Sin ninguna necesidad económica ni buscando sacar rédito económico alguno de la política, incluso exponiéndose a jugadas sucias, operaciones y represalias, que nunca faltan en esta siempre movediza arena, sin dudas a pesar de que suman entre los dos 156 años, lo de “Algo Nuevo” realmente cobra todo el sentido que esas palabras sugieren.
Nunca antes se vio en Misiones algo así: en la tierra colorada, la enorme mayoría de los empresarios critican al poder en voz baja, pero cuando se les ofrece publicar y visibilizar sus reflexiones y comentarios, casi siempre se excusan, o terminan con opiniones muy edulcoradas.
A veces esgrimen el temor a que les manden a Rentas (ATM) pero muchas veces, también detrás de esa excusa se oculta la comodidad, o la simple especulación de tratar de tener una postura que permita el acercamiento al Gobierno de turno cuando conviene, y la distancia cuando no.
La mayoría de los empresarios que se dedicaron a la política en Misiones, en general lo hicieron acercándose al calor del oficialismo renovador. Casi siempre terminando en algún cargo (Federico Fachinello, Nicolás Trevisán, Graciela de Moura, Sergio Bresiski), y desde ahí, defendiendo al oficialismo en lugar de ayudar a los políticos y al Gobierno a entender las necesidades de quienes invierten y generan trabajo en la provincia. Por la oposición, Diego Barrios probó unos años y se fue decepcionado, agobiado entre las internas propias y las jugarretas oficialistas.
(Dato de la Redacción: hace 10 años los empleos del sector privado en blanco en Misiones eran 107.000, una década después, el empleo sigue en el mismo nivel, con miles y miles de jóvenes que no encuentran oportunidades y a los que cada vez se les hace más dificil ingresar a la vida adulta).
Alternativa al oficialismo
Wipplinger y Gruber, que no queden dudas, se lanzan sobre todo para ofrecer una alternativa o para pedir “cambios” en una Misiones gobernada hace casi 25 años por la Renovación.
De pensamienos polémicos como los ultraconservadores republicanos, posiciones fuertes y forjados en la vieja escuela de esos empresarios que no entienden de medias tintas (o blanco o negro), Wipplinger y Gruber sin dudas dejarán tela para cortar en el debate público. Son gente poco abierta a escuchar y muy volcada a pensar que tienen la razón.
Más allá de las posibles polémicias, una bandera fundamental en la que tendrán mucho apoyo: El pedido de un cambio profundo en el polémico sistema de percepción anticipada de IIBB conocido popularmente como “Aduana Paralela”.
Aunque no dejan de ser empresarios que trabajaron durante décadas en un país (y especialmente en un sector), donde se opera indistintamente en blanco, gris o negro.
Quién es Francisco “Pepi” Wipplinger
Wipplinger es uno de los productores forestales independientes más grandes del país, con miles de hectáreas de pinos y eucaliptus principalmente en el Norte de Corrientes, cerquita del límite con Misiones.
Pero fundamentalmente es un empresario de transporte, arrancó sin nada, como peón de camionero en los años 50 en una Misiones donde para hacer un trayecto que hoy se recorre en minutos, había que acampar y pasar días durmiendo abajo del camión.
Wipplinger es el mayor transportista de sustancias peligrosas de la Argentina, con unidades que recorren todo el continente y tienen como base FJW, en la ruta 213. Se hizo a sí mismo, sin haber terminado la escuela primaria. Fue presidente de la influyente FADEAAC, la cámara que aglutina a los dueños del transporte en el país.
Es tal el respeto que le tienen otros pares, que hace dos meses, en una multitudinaria reunión en la CEM donde estaban literalmente todos los empresarios importantes de Misiones, Wipplinger echó a algunos legisladores, sin consultar con nadie.
No todos estaban de acuerdo, pero nadie se atrevió a contradecirlo: al final, Martin Arjol, Cristian Castro y Javier Mela se tuvieron que retirar.
Su trayectoria incluye otras operaciones importantes, compró el diario Primera Edición y lo convirtió en número 1 superando a El Territorio en los años 90.
Y fundamentalmente, protagonizó uno de los mayores golpes corporativos, en su momento, al comprarle a un grupo multinacional de origen inglés la petroquímica Duperial (en la localidad santafecina de San Lorenzo), casi sin dinero, a cambio de una deuda que ese gigante tenía con el empresario misionero.
En aquél momento, fue una de las primeras veces que se daba algo así en la historia corporativa: que un argentino le comprara a una multinacional, y no al revés, cuando en los años 90 muchos empresarios vendían al capital extranjero sus firmas.
Hoy el país con su interminable crisis económica, de desarrollo y de decadencia institucional, hace que muchas multinacionales se vayan de la Argentina y le dejen el negocio a operadores locales.
Gruber, un grupo familiar que crece
En tanto, Alfredo Gruber es uno de los mayores empresarios forestoindustriales de Misiones y del país, entre los independientes, es decir, los que no pertenecen a multinacionales o grandes grupos (como Arauco Argentina o Acon Timber).
Las actividades de esta empresa familiar, cuyo nombre es “Don Guillermo” se fueron expandiendo con el influjo de los hijos y sobrinos de Gruber, y se expandieron fuerte en sectores como ganadería. Ahora están por abrir un frigorífico.
“Somos madereros, siempre tuvimos muchos empleados”, explicó el año pasado a Plan B, Aldo Gruber, uno de los tres hermanos que arrancó con la firma Don Guillermo SRL.
Guillermo era un tío solterón al que los tres hermanos, Aldo, Alfredo y Gerardo fueron a pedirle dinero prestado para comprar un tractor a mediados de los años 70. “Como no tenía familia que mantener, podía permitirse ese préstamo”, contó entonces Aldo Gruber.
Los años de esfuerzo convirtieron a Don Guillermo en una de las empresas forestales familiares más grandes de Misiones.
Pero eso no fue todo, en 2004, cuando la economía aún no se había recuperado de la crisis y el estallido de la Convertibilidad, la familia Gruber tuvo una idea de esas que solo pueden ser “made in Argentina”.
Esas que al principio arrancan como un rebusque para salir del paso y, combinando pragmatismo, iniciativa y una cuota de ingenio, termina alumbrando un rumbo nuevo.
Como el aserradero no estaba tan bien para pagarle los sueldos a sus empleados, decidieron poner vacas en los campos con forestaciones para producir carne destinada a sus colaboradores.
“En la crisis del 2001 la verdad fue muy difícil, siempre fuimos y somos una empresa con mucha gente. Nos costaba pagar sueldos, aportes y gastos fijos, entonces dijimos ¿por qué no hacemos ganadería, así le podemos dar carne a la gente? Cuando se para la construcción (y eso pasó tras la crisis) todos tienen madera y nadie tiene plata”, relata Gruber.
“Decidimos invertir en una parcela donde tenemos buen acceso, parcelas grandes de varios miles de hectáreas con forestaciones y ahí hicimos ganadería. Porque los muchachos comen todos los días, no es lo mismo darle un paquete de madera, que 20 o 50 kilos de carne para la familia”, sintetiza.
Plan B/ 15-9-2025