Por Marcelo Torrisi.

Opinión: Este Plan privilegia el orden fiscal pero con Pymes que bajan la persiana en el interior

Por Marcelo Torrisi *

En la Argentina actual, el modelo económico está centrado casi exclusivamente en el ordenamiento de las variables macroeconómicas.

La reducción de la inflación y el objetivo del déficit fiscal cero se han convertido en los únicos faros de política económica, celebrados por ciertos sectores como logros incuestionables. Pero mientras los números cierran en los balances oficiales, las persianas empiezan a bajar en las PYMEs del interior.

Desde la mirada de las economías regionales, lo que se percibe es un país que desacelera sin un rumbo claro de desarrollo.

No hay en agenda políticas activas que impulsen la matriz productiva, fomenten inversiones o generen empleo formal en las provincias. La única excepción parecen ser los grandes proyectos de petróleo en Vaca Muerta y litio en el norte del país.

Mientras tanto, sectores estratégicos para regiones como Corrientes y Misiones —como la forestoindustria, la yerba mate, el té y otras cadenas con valor agregado local— siguen relegados, sin incentivos concretos, sin financiamiento y sin condiciones mínimas para exportar o competir en el mercado interno.

– Forestoindustria en Corrientes: en 2024, la provincia incrementó sus exportaciones, con un crecimiento cercano al 42 % interanual. A pesar de eso, cerca del 75 % de los aserraderos siguen operando con tecnología obsoleta. Sin apoyo para modernización ni políticas para fomentar el agregado de valor, el potencial se diluye.

– Infraestructura sin estrategia: el nuevo puerto y parque industrial de Ituzaingó —con capacidad para 2.000 contenedores y más de 500 puestos de trabajo— puede ser un avance. Pero sin un ecosistema productivo que lo aproveche, corre el riesgo de convertirse en un “elefante blanco”.

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– Yerba y té, entre récords y desigualdad: en 2024, Misiones produjo casi 987.000 toneladas de hoja verde y exportó más de USD 100 millones en yerba y USD 80 millones en té. Sin embargo, más de 13.000 pequeños productores enfrentan una realidad distinta: costos crecientes, infraestructura deficiente y precios que no reflejan su esfuerzo.

Las PYMEs, que representan el 70 % del empleo privado en el país, no pueden competir ni exportar. Por un lado, el tipo de cambio no resulta competitivo. Por otro, la baja escala, los estándares de calidad limitados por la falta de tecnología, y la presión fiscal asfixiante completan un combo letal. Y si a eso le sumamos la falta de políticas de acompañamiento —para mejorar productividad, logística, eficiencia energética y acceso a mercados— muchas empresas quedarán atrapadas en la informalidad o directamente al borde del cierre.

El riesgo es claro: un país con equilibrio fiscal, pero sin tejido productivo. Ordenar la macro es necesario, sí, pero no alcanza. Sin un plan que articule desarrollo, innovación y competitividad en las regiones, la estabilidad será solo un espejismo. Y el desempleo, un fantasma que acecha cada vez más cerca.

Marcelo Torrisi, ex gerente general de Forestadora Tapebicuá y actualmente consultor de negocios e inversiones en el sector forestoindustrial. 

Plan B/ 30-7-2025

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