A partir de hoy Plan B empieza a publicar “historias de laburantes”, gente que nos cruzamos todos los días, y que con sol o lluvia, en buenos tiempos y sobre todo, ante las adversidades, sale a ganarse el pan, con esfuerzo y sacrificio. Hombres y mujeres que son un ejemplo con su testimonio de vida. Después de tanto escuchar a políticos, gobernantes, empresarios, gurúes, opinólogos, especialistas y un largo etcétera, es hora de escuchar a los hombres y mujeres “comunes”.
Por Victoria González
Sobre la Avenida Uruguay intersección Rosales, en Posadas Misiones, bajo el inclemente sol del verano o el acompañamiento persistente de la lluvia, Ramona Teresa Vergara, de 70 años, se convierte en una figura constante.
Con su bolso cargado de sueños y su sonrisa franca, lleva más de tres décadas siendo quinielera, un oficio que elige describir como su tabla de salvación y su razón de orgullo.
“Empecé porque podía acomodar mis horarios y estar cerca de mis hijos”, cuenta Ramona.
A los 18 años, se casó y pronto tuvo a su primer hijo. La vida la llevó de regreso a Misiones tras un matrimonio complicado y posteriormente el duelo por la pérdida de su padre, su principal apoyo.
Como madre soltera de cuatro hijos, Ramona hizo de todo: “Fui peluquera, masajista, vendedora de ropa usada, hasta repartí diarios” dijo y agregó, “saqué adelante a mis cuatro hijos yo sola, tengo tres varones y una nena. Hoy, todos tienen una profesión, trabajan y eso es mi orgullo más grande”.
La decisión de dedicarse a la quiniela llegó por necesidad. “Era lo único que me permitía ganar algo sin descuidar a mis chicos y estar con ellos más tiempo”, explica.
Pero pronto descubrió las dificultades inherentes al oficio. El ingreso es variable, y en temporadas bajas, como enero y febrero, las ventas caen en picada.
“Ganamos por comisión, el 13,5% y para ganar más, tenemos que vender más porque lo que vendemos hoy es lo que tenemos para comer mañana“.

La precariedad no es el único reto. Trabajar en las calles la expone a un sinfín de peligros. “Me asaltaron dos veces”, dice con una calma que solo la experiencia puede dar. “No tenemos seguro. Lo que te roban, lo pagás de tu bolsillo. Si te hacen daño, también te lo bancás”.
Añade que los quinieleros no cuentan con obra social, vacaciones, ni protección de ninguna clase. “Somos trabajadores en negro del Estado, aunque ellos saben muy bien que existimos porque trabajamos para un ente regulador de loterías del gobierno, ya que la venta de quinielas es del Iplyc S.E”.
Consultada sobre el apoyo gubernamental, comentó: “No, no recibimos ningún tipo de apoyo, se hizo mucho para que aunque sea tengamos un seguro o ART pero andamos “chimba” en la vida”, indicó.
Respecto a su condición financiera, explicó que su salario mensual, apenas llega a equiparar al salario mínimo vital y móvil (hoy es de $ 279.718).
“Ganamos muy poco y cada vez es más poco, pero bueno, es cuestión de guardar hoy (si vendiste bien), para mañana (por si no vendés nada)”, indicó.
A pesar de todo, Ramona sigue adelante, enfrentándose cada día al calor, la lluvia y la inseguridad. “Es el pan de todos los días. Hay que arriesgarse porque no queda otra“. Su rutina refleja la resiliencia de quienes se ven obligados a buscar sustento en condiciones adversas. “Este es un laburo muy costoso, porque es una preocupación diaria”, dijo
Sin embargo, su voz cambia cuando habla de sus hijos y nietos. Para Ramona, cada esfuerzo vale la pena si asegura un futuro mejor para ellos.
La historia de Ramona Teresa Vergara no solo revela los riesgos de un trabajo callejero, sino también la fortaleza de quienes, con pocas herramientas, logran construir una vida digna para los suyos. Cada billete de quiniela que vende es un testimonio de lucha, esperanza y una lección de humanidad para todos los que pasan a su lado sin mirar.
Plan B/ 8-1-2025