Por Martín Boerr
En el día de hoy falleció, a los 76 años, Luis Orlando Duarte Giménez, o Luchín Duarte, como lo conocían todos.
Abogado de profesión, Luchín Duarte también era accionista minoritario del diario El Territorio y siempre apoyó las distintas etapas en que el diario se rigió por la pasión y el compromiso por informar a los misioneros, una vocación que heredó de su padre.
Hijo de María Teresa Giménez Giorio y Luis María Duarte, quien fue juez del Superior Tribunal de Justicia de Misiones, Luchín Duarte estudió en el colegio Roque González. Se recibió de abogado en la UBA e hizo posgrados en Europa. Además de ejercer la profesión en el foro local, durante años integró la Fiscalía de Estado.
Junto a Ana, su compañera, también fue el creador de Casa Santa Ana, una espléndido rincón en Colonia Pellegrini junto a la laguna Iberá que es visitado por amigos de todo el país y varios lugares del mundo y al que le pusieron toda su dedicación en estos últimos años.
Ese sitio, como la pareja que lo creó, tiene el sello de Luchín y Ana en cada rincón y es considerado uno de los secretos mejor guardados de los famosos Esteros del Iberá. Un lugar mágico donde contemplar eternos atardeceres o degustar una gastronomía con la firma de una de las grandes promotoras de la cocina regional del último cuarto de siglo.
Igual que su casa de madera de Posadas, pronta a cumplir 100 años. Allí se filmaron películas y programas de tv y la revista Living (la más importante de decoración y casas) en 2012 mandó a un equipo desde Buenos Aires a hacer un reportaje.

Las 10 páginas que le dedicó en su siguiente edición, al final, se referían casi por igual al estilo y la personalidad de sus dueños como al particular hogar que podría ser declarado Sitio Histórico de Posadas y por donde pasaron personalidades de la política, la justicia, el periodismo, la cultura, el arte y los negocios.

Luchin era lo que se dice un “aparato”. Nunca hizo deportes -a pesar de que siempre conservó la forma-, y era la persona menos interesada por el fútbol que conocí en mi vida.
Me había propuesto llevarlo a la cancha de Guaraní, tarea que no parecía tan compleja teniendo en cuenta que vivía a unos pocos metros del Clemente Argentino Fernández de Oliveira. Estadio que jamás pisó y eso que era una persona curiosa y siempre ávida por aprender algo nuevo.
Culto, elegante y refinado pero sin una gota de pedantería. Amante de las letras y de la música.
Indiferente al poder. Luchín fue, por sobre todo, un hombre de una gran sensibilidad, amigo de sus amigos, y un ser humano fuera de lo común que tenía un particular don para hacer sentir a cada persona con la que interactuaba como alguien único y especial, sin importar su procedencia o condición.
Fiel a sí mismo hasta el final, fue alguien distinto, sin proponérselo jamás.
Desde Plan B te despedimos, querido amigo. Alguna vez me dijiste que ante la muerte, nadie sabe bien cómo actuar o qué decir. Así es.
¡Hasta siempre, Luchín!
Plan B/ 25-7-2024