El bucle peligroso de la yerba mate

Por Mario Pernigotti *

En 2001, el Tractorazo sacudió las estructuras de Misiones. En 2002 salió la ley de creación del Instituto Nacional de Yerba Mate (INYM).

Y desde allí, la actividad del sector tuvo un período de estabilidad con crecimiento. Hubo un derrame -como gustan decir los economistas- y hasta el más chico recibió una renta positiva.

Hay que decirlo claramente: el dinero generado para cubrir los gastos del INYM no provienen de las arcas del Estado. No. Cada vez que un consumidor de yerba mate compra un paquete, aporta (apenas ¡6,40 pesos -sí, leyó bien, seis pesos- por cada medio kilo!) para que funcione el organismo. O sea, hay una congruencia entre el aportante y el receptor del tributo.

No es sólo una opinión. Un análisis realizado por Coninagro, que aglutina a todas las cooperativas agropecuarias del país, reivindicó el rol regulador y la gestión del INYM al establecer que la yerba mate fue la mejor de las economías regionales en los últimos seis años.

De esta manera, Coninagro enfatizó que las regulaciones intrínsecas de las funciones del INYM ayudaron a la yerba mate a ser el mejor sector en estos últimos tiempos. Y con ello superó a producciones como el maní, aves, cítricos, forestación, leche, miel, ovinos, papa, tabaco, vino y mosto, peras y manzanas, granos, hortalizas y porcinos, entre otros.

Coninagro realiza desde 2018 el semáforo de 19 economías regionales, donde analiza tres parámetros fundamentales: el precio al productor, el crecimiento de la producción y la evolución de los mercados internos y externos.

Ahora, con el DNU y con la fuerte presión de legisladores de JxC se quitaron atributos esenciales al INYM.

Lo quieren -apenas- para que sea un organismo promocional de la yerba, muy al estilo IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna): esto es solo para divulgar las virtudes del producto. Nada más. Desde un programa radial importante de los sábados a la mañana en una radio líder de Posadas se enfatizó que ese debería ser el rol del INYM a partir de ahora.

En resumen:

¿El que quiere importar? Que importe.

¿El que quiere plantar? Que plante.

¿La superficie que quiera? La que quiera.

¿Sobra materia prima? Bienvenida la libertad y la mano invisible (mecanismo mágico en la teoría liberal que sostiene que así se corrigen todos los defectos de un mercado imperfecto).

¿Caen los precios de la materia prima? Mala suerte. Aumente su productividad y si no, siga participando (en otra actividad).

De hecho, en la actualidad, la autorización de importar materia prima ya rige (algo en lo que antes el INYM podía intervenir), más allá de algunas gestiones de entidades y del Ejecutivo provincial de Misiones ante la Justicia.

La Dirección de Aduanas informó que las empresas que más yerba mate importaron en el primer trimestre de 2024 son Las Marías y La Cachuera. Entre ambas yerbateras, las más grandes de Corrientes y Misiones, respectivamente, explicaron casi el 70% de las importaciones del producto en los primeros tres meses del año.

Aunque los grandes productores y la industria dicen que no es importante,  los productores chicos, en cambio, afirman que las importaciones le ponen un techo (tope) al precio de la materia prima localmente.

“Es que no es solamente que el precio ya no se mueve de 370 pesos por kilo de hoja verde. Sino que a comienzos de año, en la zafrinha (cosecha de verano) yo entregaba un lunes y el viernes ya estaba cobrando la materia prima. Luego se estiró a 30 días. Y ahora en el comienzo de la cosecha gruesa ya estamos en 30-60 días. Y se calcula que lo próximo será un pago a 30-60-90 días”, comentaba Luis un productor de pocas hectáreas de la zona centro. “Debí haberle hecho caso a un ingeniero agrónomo que me dijo en febrero: ‘cosechá todo ahora y entrega todo lo que tengas… el precio se va a caer’. Y era cierto nomás”.

Manfredo Seifert es productor yerbatero desde siempre e integrante del INYM y fue quien puso las cartas sobre la mesa con total nitidez, al enviar una carta abierta a Javier Milei.

“Presidente, usted tenía razón cuando decía que el Estado todo lo que toca lo destruye, porque con el DNU 70/23 se destruyó al sector yerbatero” fue el resumen de su nota.

La yerba mate fue considerada el cultivo poblador de Misiones. Los inmigrantes llegaban, se instalaban en las colonias (de ahí, sus nombres) y empezaban a trabajar en lotes de 25 hectáreas. El gobierno les daba herramientas y plantines de yerba (en forma de adelanto).

Las primeras décadas del siglo XX vio a Misiones crecer en su oferta de yerba mate. Para los años 30, ya estaba bien asentada la producción. Argentina quería vender trigo a Brasil. Y Brasil decía: “Bueno, les compramos pero ustedes nos adquieren la yerba que tenemos”. La yerba era apenas un bien de cambio para la Nación. ¿A quién le importaban los colonos de Misiones?

Y así se restringía la producción local para permitir que el puerto siguiera ganando.

Pero el misionero es tozudo. No le alcanzó  con tener la materia prima. Primero el secadero y luego el molino fueron las instancias para ir industrializando “su oro verde”.

A mediados de los años 30, cuando “la mano invisible” de los liberales no conseguía volver a crear un solo trabajo de los que se habían perdido con el crack de 1929 y la gente y los gobiernos estaban desesperados, apareció un inglés (John Maynard Keynes) que le dijo a Franklyn Roosevelt el presidente de Estados Unidos: “No podemos esperar que los empleos vuelvan a aparecer por generación propia. Presidente: contrate diez personas, cinco que hagan un pozo y cinco que tapen ese pozo”, dicen que dijo. Es anecdótico y naturalmente Estados Unidos empezó a salir adelante con fabulosos programas de obras públicas (caminos, autovías, puentes, obras eléctricas, represas) que dieron trabajo a muchos obreros y dignidad a la gente. El modelo Keynes se trasladó al mundo, pese a lo que dice el actual presidente argentino.

En la Argentina, aparecieron las Juntas Nacionales (de Granos, de Carne) y comisiones reguladoras, entidades que centralizaron la actividad.

La Comisión Reguladora de la Yerba Mate fue la que correspondió al producto madre de Misiones.

Y con ella, el Mercado Consignatario, un sistema que recurría al fondeo del Banco Nación para financiar la actividad yerbatera. El productor o cooperativa entregaban la yerba (canchada) en consignación y recibía dinero para mover la actividad.

Con avatares, el modelo funcionó. Con “picardías”, también.

A mediados de los 60, había tanta yerba que no se podía acopiar más en los galpones del puerto de Santa Ana donde el Mercado Consignatario recibía canchada. Tanto, que el presidente de facto Juan Carlos Onganía ordenó que NO se levante un gramo de la cosecha de 1967.

Los períodos de sobreproducción no son nuevos en la yerba.
Lo fue en los años 30 cuando Brasil atiborraba el mercado argentino y lo volvió a ser a mediados de los 60.

La tercera vez ocurrió a fines de los 80.

Tras los controles de Onganía, la yerba dejó de ser negocio y volvió a faltar materia prima. Todo el mundo se largó a plantar. Así en 1987 todos se esperanzaban en lo mucho que iban a ganar porque el precio de la yerba estaba altísimo.

Contaron los huevos sin tener las gallinas en el corral.

Con la llegada del menemismo, el ministro Domingo Cavallo eliminó la CRYM y el Mercado Consignatario. Todo el mundo plantaba a lo loco y cuando esas plantas entraron en producción, el precio cayó desplomado por la sobreoferta. Nada nuevo.

Hasta que llegó el Tractorazo y el INYM.

¿Hacemos bucle?

Se pide volver a plantar todo lo que se desea. Se sabe que habrá un solo ganador: el que tiene que comprar materia prima (en un mercado oligopsónico e imperfecto) porque la obtendrá más y más barata. Nada nuevo bajo el sol.

Dicen  que el bucle fue una peste que atacó (y ataca a veces) la planta de ilex paraguayensis.

Este otro bucle, sin embargo, es mucho más peligroso.

*Mario Pernigotti, periodista 

 

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