Opinión.

“Queremos a Uruguay de rodillas”: nuevas revelaciones del conflicto con Botnia que Argentina pagó caro

Por Gustavo Cetrángolo

El pasado 3 de mayo apareció en el diario Infobae un artículo titulado “Los cables secretos de Estados Unidos sobre el conflicto por las papeleras entre Argentina y Uruguay”.

En dicho artículo, el periodista hace un análisis de todos los cables que se emitieron desde la embajada de EEUU en Uruguay a Washington DC sobre el seguimiento del conflicto que enfrentó a dos países hermanos de manera insólita: Argentina y Uruguay.

El problema, como todos recordarán, fue la instalación de la pastera Botnia frente a las costas de Gualeguaychú. Los ambientalistas, apoyados por el flamante presidente Néstor Kirchner, afirmaban que esa industria contaminaría el río y tenía que radicarse en otro lugar. Uruguay se mantuvo firme a pesar de las múltiples presiones de su vecino mayor.

La mayoría de los cables entre Montevideo y Washington son del 2007, ya que el conflicto escaló y se mantuvo durante años. En marzo de ese año me tocó ser testigo de primera mano de un momento clave de ese enfrentamiento y pude ver, de primera mano, la forma de actuar de la Cancillería argentina.

Quiero comentar lo vivido para dar testimonio de cosas que me asombraron y, hoy, cuando se desclasificaron esos documentos, me ratifica que la visión que tenía no estaba equivocada.

En marzo del 2007 el conflicto estaba en su punto álgido, se pensó pedirle al Rey de España una mediación entre los dos países para su resolución. Por alguna razón no prosperó esta iniciativa.

En ese mes fui convocado por el jefe de Gabinete del canciller para responder a consultas sobre el caso Botnia. Fui a la reunión acompañado por el Dr. Alberto Venica, uno de los mayores especialistas en el tema de celulosa y papel de la Argentina, que había participado en varias consultas específicas del Banco Mundial sobre el tema de conflicto.

Una vez allí fuimos informados que el Gobierno tenía en su poder un estudio encargado a unos 20 especialistas y cuya conclusión era contundente: si se cumplían con las condiciones del proyecto, este no contaminaba.

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Nos preguntaron si considerábamos que esto era así, como lo afirmaba el contundente informe. Respondimos afirmativamente.

En ese momento el funcionario lanzó una frase para el asombro: “Aunque no contamine, la Argentina es un país grande fuerte y poderoso y queremos poner al Uruguay de rodillas”.

Cabe recordar que corría el 2007, la Argentina venía de uno de los mayores períodos de expansión económica sostenida de su historia, con el famoso crecimiento a tasas chinas del 2003-2008, que incluía superávit comercial y fiscal o los famosos superávit gemelos. El kirchnerismo se sentía todopoderoso y buscaba batallas para seguir acrecentando su poder y su relato épico.

Tras esa expresión del jefe de Gabinete del Canciller, nos preguntamos si no estarían pensando en alguna operación militar, a lo que se respondió: “No, le vamos a cortar la energía”.

Tras esa respuesta se le repreguntó si pensaban que Brasil, en primera instancia y EE.UU., en segunda, iban a dejar que la Argentina dejara sin energía a Uruguay, siendo la respuesta: “Brasil y EE.UU. son prescindentes de este conflicto y no van a intervenir”.

Tras esto le informamos que Brasil tenía tres proyectos de megafábricas de celulosa en el Estado de Río Grande do Sul: CMPC (en Misiones opera como Bosques del Plata), Votorantim y Stora Enso, (de las cuales sólo se concretó CMPC). Alguna de ellas iba a volcar los efluentes sobre la cuenca del río Uruguay.

Este tema lo desconocían.

Pasados 17 años, apareció el artículo de Infobae donde los cables de la embajada de EE.UU. en Uruguay muestran que estaban monitoreando muy de cerca el conflicto y ya en febrero del 2007 informan que Uruguay se sentía vulnerable al suministro de energía y estaba asustado con su disputa con la Argentina.

El entonces presidente Tabaré Vázquez pedía al presidente Bush que dijera que Uruguay era un país amigo y aliado.

En el mes de Marzo del 2007 Bush visita Uruguay, sin pasar por la Argentina. EE.UU. resalta en esos cables, que ellos habían votado a favor que el Banco Mundial financiara el proyecto Botnia.

Lo sucedido posteriormente, ya es conocido. La Argentina perdió el litigio ante al Corte Internacional de la Haya, la fábrica se puso en marcha y hasta ahora no se ha verificado la contaminación que tanto temían los ambientalistas y el gobierno de Néstor Kirchner.

Por otra parte, la Argentina, a pesar de su competitividad y recursos quedó alejada del circuito internacional de inversiones en la industria celulósica mientras
Uruguay hoy tiene 3 megafábricas y Brasil sigue su impresionante expansión.

Incluso Paraguay sigue avanzando con su proyecto de Paracel, mientras también Chile consolidó su capacidad productiva con la inauguración del mega-proyecto MAPA, por el cual levantó de cero una nueva fábrica con capacidad para 2,1 millón de toneladas anuales, o siete veces la capacidad de su planta de Puerto Esperanza, la ex Alto Paraná.

Argentina hace 42 años que no inaugura una inversión semejante. Desde que en 1982 inauguró la mencionada planta de Alto Paraná, con capitales privados argentinos, donde se destacaba la participación de Celulosa Argentina y un Estado Nacional que apoyaba esos proyectos de industria pesada.

Pero quiero resaltar aquí la falta de visión estratégica de la inserción internacional de la Argentina. Ver que funcionarios con larga trayectoria en la diplomacia con misiones en EE.UU. y en Ginebra no tengan claro los conflictos que se le abren a la Argentina y las consecuencias para toda la sociedad, genera dudas sobre la calidad institucional y de la gobernanza del país.

* Gustavo Cetrángolo

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