Por Juan Gutiérrez y Martín Boerr
Mirta Paraiva nació y se crió en el campo de su familia en la localidad de Itacaruaré, donde tenía hasta la escuela (la N°431) en la que estudió hasta los 16.
Luego se mudó a Posadas para seguir la carrera de Contador Público sin sospechar que el fútbol, y en especial la pasión por Guaraní Antonio Franco, la iba a atrapar de una manera pocas veces vista.
Desde hace ocho años, Mirta y su marido, Patricio Vedoya, son los responsables -casi en soledad-, de mantener abierto y con vida al club de fútbol con más historia y el más importante de la provincia.
“Hoy abrir el club nos cuesta 200.000 pesos por día, ponemos mucha plata de nuestro bolsillo, Patricio no tiene miramientos, si le digo ‘necesitamos tanta plata’, va y me el dinero sin dudar, a veces yo pienso que yo dudaría, pero el no tiene ningún miramiento”, explica Mirta, en una entrevista en la redacción de Plan B.
Como todos saben, Guaraní A. Franco tuvo su renacer hace algo más de diez años con la gestión de Roberto Enríquez, primero como gerenciador y luego como presidente.
Con buen apoyo económico de la provincia y un proyecto deportivo a largo plazo, sumado a un fútbol que buscó abrirse al federalismo y salir del centralismo porteño (en la época de Futbol para Todos), Guaraní resucitó tras casi 30 años de letargo y llegó a la B Nacional, donde en 2014 disputó un torneo memorable en el que también participó Crucero del Norte.
Todos conocen el final de la historia: Crucero logró el histórico ascenso a esa Primera División que pasó a tener 30 equipos, junto con otros 9.
Y Guaraní, que volvió a despertar pasiones y revivir aquellas tardes a cancha llena que parecían olvidadas, se fue al descenso en la última fecha cuando cayó con Gimnasia de Jujuy.
Terminaba 2015 y se terminaba también una etapa política, el final del kirchnerismo y la llegada de Mauricio Macri.
Un mazazo para el fútbol misionero: adiós apoyo oficial
Cuando arrancaba 2016, con todas las ganas de volver rápido a la Segunda División, cayó el mazazo.
El Gobierno de Hugo Passalacqua le retiró el apoyo económico a los clubes y prácticamente los condenó a una muerte rápida que, en su momento, pocos pudieron ver.
Los clubes de Misiones tienen como ingresos alternativos los ingresos de televisión, que una vez finalizado Fútbol para Todos se volvieron a hiper concentrar en los equipos grandes (River y Boca), y los ingresos por socios y cancha, que todavía están lejos de ser suficientes para sostener la estructura.
Con mucho rodaje y divisiones inferiores como las que llegó a tener Crucero del Norte en 2015 y 2016, que llegó a competir en torneos AFA, podría haber llegado a pensar en sacar jugadores que podrían llegar al profesionalismo y tener el ingreso más importante de cualquier club: vender una joya.
Pero para eso sería necesario sostener ese esfuerzo por años.
En Córdoba, Corrientes, Jujuy, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, San Juan, San Luis, Mendoza o Salta, los gobiernos siguieron apoyando: construyendo estadios nuevos, sponsoreando a equipos que compiten en Primera o Segunda División, trayendo partidos de la Selección o Copa Argentina.
En Misiones no pasó nada de esto, las luces se apagaron y los equipos se vinieron abajo -aunque nadie lo diga-, la Renovación vio al fútbol con recelo, como un rival porque también mueve multitudes. Eso si, motivadas por una pasión desinteresada.
Así se fue Roberto Enríquez, todo su equipo, toda la Comisión Directiva y nadie quizo hacerse cargo. Y cuando parecía que Guaraní tenía todo para desaparecer, ahí dio un paso al frente Mirta Paraiva y Patricio Vedoya, a sostener el club en sus horas más difíciles.
Consiguieron micros para viajar, departamentos para los jugadores, canchas auxiliares para los juveniles o mercadería para repartir en el cada vez más nutrido piberío de la barriada que sueña con jugar en Primera con la camiseta franjeada.
“Intentamos sostener al club como podemos en un momento difícil y lo tenemos de la mejor manera. Nosotros lo único que queremos es que no cierre al club”, explica.
“En el momento de transición, nosotros no teníamos plata. Vivíamos normalmente y fue más de parte de la familia de Patricio y de los amigos que salimos adelante. La familia era la que ponía para que el club siga funcionando. En pandemia nuestro club fue uno de los que tuvo mejoras con el pasto perfecto y se podía abrir en cualquier momento”, indica.
“El tiempo es lo que no tiene precio. Vos pones tu tiempo, tu vida por amor. A nosotros nos pagan nada y nosotros lo hacemos por porque tenemos ganas”, dice.
Mirta y Vedoya tienen un emprendimiento inmobiliario que se llama Arcos del Paraná, con un loteo que anduvo muy bien en el mercado inmobiliario. También el barrio de Puerto Mbiguá.
“En un momento toda la recaudación de ventas de lotes se fue para el club”, dice, pero sin reprocharse nada ni pedir que alguien le agradezca por ese aporte pocas veces visto en un club de fútbol.
“Patricio es una persona a la que no le tiembla el pulso para dar plata. Él da porque ama a Guaraní”, explica Mirta.
“La gente muchas veces es ingrata. Quiere que le pase lo que le pasó a César (Decamilli, que tuvo un ACV), critican por todo lo que se hace. Mucha gente critica y ni siquiera va a la cancha, Criticar por las redes es muy fácil. Igual, también hay gente buena que banco siempre”, dice.
Un cambio de mirada
Sin embargo, esos tiempos de aguantar para que el club sobreviva, podrían estar a punto de cambiar.
Mirta cuenta que desde el Gobierno provincial se contactaron varias veces para manifestarles el fuerte interés que tienen en que Guaraní (también Crucero) vuelvan a competir por cosas importantes a nivel nacional.
La política entendió que Misiones merece tener un equipo con chances como Sarmiento de Resistencia, Boca Unidos o Mandiyú de Corrientes (apoyado por Gustavo Valdés) o el Central Córdoba de Santiago del Estero.
Todas provincias con menor peso económico que Misiones e, incluso, con menos historia futbolística que la tierra colorada.
“Me llamaron para decirme qué necesitamos para volver a tener un equipo compitiendo en los primeros planos”, explica Mirta, a Plan B.
Pero esa nueva postura oficial no quedó solo en un llamado, Oscar Herrera Ahuad se reunió hace tres meses con el jefe del fútbol del interior, Pablo Toviggino. Equivalente en el Consejo Federal, a Claudio “Chiqui” Tapia en la AFA.
Ahora falta dar el siguiente paso. Armar un proyecto deportivo y poner un número para cuantificar cuánto cuesta volver a tener un equipo profesional con chances de ser competitivo en el Federal A y en un par de años, soñar con el ascenso a la Primera Nacional.
Esa es la medida de las aspiraciones más realistas de Guaraní, tener un equipo y un técnico de nivel para ser protagonistas en la tercera, y que en cada campaña esté al alcancel el ascenso a la Segunda.
Una aspiración que le de tiempo al club para volver a alinear todas las estructuras y aceitar los mecanismos para apoyar a un equipo profesional compitiendo a lo largo y ancho de la Argentina, llevando la bandera de Misiones a todos lados.
Misiones entendió la importancia de que al club le vaya bien.
“El Gobierno sabe que el camino es por ahí. El fútbol mueve multitudes, no solo motiva a los chicos, sino que los saca de lugares peligrosos”, explica Mirta, que cuenta cómo le escriben cartas los chicos con la aspiración de jugar en Guaraní.
No es lo mismo que chicos de barrios humildes tengan un sueño al alcance de la mano, que el sueño lejano e improbable de ir a triunfar a un club en Buenos Aires.
“Tenemos 100 juveniles (13, 14, 15 años) de bajos recursos que no pagan ningún tipo de cuota y que entrenan todos los días esperando la posibilidad de jugar en Primera y de explotar en el fútbol. Con el tiempo nos ven a nosotros como la posibilidad de mejorar su vida”, cuenta, con una sonrisa que le ilumina la cara.
“Nos llegan inquietudes y pedidos que parten desde un turno para el hospital de jugadoras y jugadores del club, de adultos mayores, gente de todas las edades, y gracias a que siempre tuvimos buena relación con el gobierno provincial, siempre pudimos solucionarlo. El club es una herramienta social”, afirma.
También está la cuestión del fomento al turismo. “Tener a Guaraní y Crucero jugando en el plano nacional, cada 15 días cada uno de local, es tener todas las semanas a un equipo visitante, con todo su plantel y cuerpo técnico, dirigentes, hinchas, los hoteles llenos, los restaurantes también y el nombre de Misiones en la televisión”, explica.
Un poco de historia
“Misiones hizo en un momento algo histórico de tener un equipo en Primera y otro en B Nacional. Yo creo que ellos se dieron cuenta de eso”, puntualizó.
Los padres de Mirta se dedicaron toda la vida a la yerba y la cría de caballos, entre otras actividades en su chacra de Itacaruaré. Tiene seis hermanos.
“Mi vínculo con el fútbol y Guaraní fue cuando comencé a ir a la cancha a ver los partidos, ya que antes lo escuchaba por la radio LT4. Y desde el momento en que empecé a ir a la cancha me comprometí a colaborar”, recuerda.
Plan B/ 16-12-2023