Por Martín Boerr
En la segunda Guerra Mundial los nazis tuvieron dos etapas muy marcadas: en una fueron ganadores en racha y en la otra, un régimen cada vez más acorralado hasta la caída de Berlin en mayo de 1945.
La primera parte tuvo su máximo apogeo cuando Hitler entró triunfante a París. Y la segunda etapa empezó en 1942 tras la caída de Stalingrado y en las puertas de Moscú, a partir de ahí fue todo para atrás. Sin embargo Hitler, ya perdedor, duró 3 años más.
La película “La Caída” protagonizada por el genial actor Bruno Ganz (fallecido hace poco) muestra los últimos días de Hitler y su círculo íntimo (cada vez más chico, porque los otrora leales empezaron a huir como ratas).
Y esa película lo que retrata con gran precisión, es cómo un proceso de caída se acelera cuando se acerca el final. Con algunas distintivas: las cosas que hasta hace un tiempo eran importantes, pierden valor rápidamente.
Se puede ver como en el búnker ya no rige la disciplina, en un aire disipado, con alcohol y orgías, los jefes militares le mienten a Hitler o le dicen las cosas en la cara como no lo hicieron durante los años anteriores.
Las palabras dejan de tener sentido porque en las mentes y los corazones, anida otra cosa. ¿Cómo me salvo? ¿Qué va a pasar conmigo? Se ve claramente en la escena donde un grupito le celebra el cumpleaños a Hitler.
Todos saben el final, aún cuando finjan otra cosa.
Algo parecido está pasando con el peso argentino. Se acerca el final y se acerca aceleradamente, con hechos simbólicos que ilustran esa caída. Acá van algunos.
Ayer el dólar “blue” cerró a 915 pesos en las cuevas y arbolitos de Posadas. Hicimos una recorrida, y comprobamos algo que nunca habíamos visto:
En algunas cuevas, pesan los pesos con una balanza. Un millón o 1.000 billetes de $1.000, pesa poco más de medio kilo.
En otras, los fajos de billetes se acumulan en el suelo, tirados, como si fueran libros viejos que ya nadie quiere leer en el depósito de una librería.
También es común que ya nadie se moleste en contar los fajos. “¿Lo contaste vos?”, dice la contraparte. Y todo es como para hacer la mímica de que todavía hay algún control.
“Los clientes me piden mercadería y ya no se molestan en pelear el precio. ¿Para qué? Si compro caro, igual en unos días más, esta mercadería sube de precio”, le contó a Plan B el distribuidor de un producto de consumo masivo no alimenticio.
El Ministerio de Economía salió a allanar el jueves algunos bancos y financieras para tratar de “asustar” por maniobras de sobrefacturación de importaciones.
Por supuesto que debe haber ese tipo de maniobras. Todos quieren acceder a un dólar oficial que está cada día más barato.
La brecha entre el oficial y el “blue” llegó a 160 por ciento, cuando se consideraba que una brecha del 100 por ciento ya era insoportable y récord.
Conviene recordar que pasa cuando las puntas (cotización del oficial y del blue) se abren mucho. ¿Qué sucede? Tarde temprano se tiene que juntar.
Porque una de las dos está alejada de la realidad y la realidad, siempre, tarde o temprano toca a la puerta.
La sensación en el mercado, en los comentarios de los analistas financieros, en los diálogos con empresarios y en cuevas y arbolitos, es que el dólar “blue” va a llegar a 1.000 pesos antes de las elecciones del 22 de octubre, que están a la vuelta de la esquina.
Pero también, la otra creencia generalizada es que el lunes 23 de octubre va a ocurrir algún “evento cambiario” como se dice ahora, cuando no se quiere decir con todas las letras la palabra maldita: devaluación.
Otra nota importante: Los discursos de los políticos no pesan para nada. Es como aquella fiesta de cumpleaños de Hitler que recrea la película de La Caída. Los gestos y formas no tienen ya nada que ver con la realidad.
En las PASO del 2019, Macri corrigió, protagonizó una remontada notable y casi entra en segunda vuelta, corriendo desde muy atrás.
En estas PASO, nada de lo que se dijo e hizo movió la aguja en lo más mínimo. La sensación generalizada es que los ataques a Milei de algunos medios que simpatizan con JxC y de sectores políticos, no hacen mella.
Ya nadie escucha a nadie, y todos están pensando como en aquella fiesta que recrea “La Caída”.
¿Qué va a pasar con el peso? ¿Cómo me los saco de encima?
Se viene un golpazo y ningún dirigente nos va a salvar. Ni Milei, ni Massa, ni Bullrich, ni nadie. La realidad se va a imponer con su propio peso, como pasó en 2001-2002, y luego sí, sobre los escombros, habrá que ver a quién le toca agarrar el bastón y conducir al país.
Podrá ser Javier Milei (el que más chances tiene de ser el próximo Presidente y desde las PASO no hizo otra cosa que acomodar sus gestos y su discurso de forma que no sea tan chocante imaginarlo en el Sillón de Rivadavia).
La gran diferencia con aquella crisis, es que esta vez no hay una olla a presión como fue la Convertibilidad. No habrá una semana de cinco presidentes.
La Convertibilidad fue como una represa que contuvo, cada vez con más dificultad, la paridad 1 a 1, mientras permitió la fuga de capitales a mansalva o la cobertura de las familias que buscaban sacar desesperadas su dinero de los bancos antes del corralito y en las primeras fases de aquel cepo.
Pero la realidad de este régimen cambiario que alumbró con el estallido de la Convertibilidad en el 2002 es distinto.
El peso argentino, con su flexibilidad y la inflación resultante, hizo que la crisis se diluyera en muchas mini-crisis que venimos soportando los argentinos en los últimos más de 10 años.
Por otro lado, el dólar que hoy está 900, tranquilamente en dos meses podría estar a 4.000 pesos. A esta altura, ya nada sorprende.
Plan B/ Martín Boerr. Director de Plan B. Periodista especializado en finanzas. Trabajó en La Nación, Bloomberg, Infobae-Buenos Aires Económico, donde fue editor de Finanzas y Jefe de Redacción. También trabajó en el sector financiero, en Puente Hnos y la Gerencia de Comunicación del Banco Macro.