A los 90 años murió Cacho Fontana, uno de los conductores de radio y televisión más grandes de todos los tiempos en la Argentina.
Figura de populares ciclos como Odol Pregunta y Fontana Show, Cacho Fontana nació en el barrio porteño de Barracas el 23 de abril de 1932 y durante muchos años fue un locutor de voz límpida e inconfundible, icono de los micrófonos desde su debut en radio en 1950 hasta la década de 1990, señaló Página 12.
La palabra de Fontana, exacta y precisa, jamás ofrecía duda alguna. Lo hacía por ejemplo desde Odol Pregunta, aquel ciclo cultural de preguntas y respuestas que hizo historia en la televisión. Allí, el nombre de la marca auspiciante siempre resonaba en su voz con la letra final estirada y sostenida en el aire. Ese modo de entonar se convirtió en un clásico, informó La Nación.
Y también desde sus extensas participaciones en las campañas publicitarias de YPF y Gillette, esta última dueña de las tandas de las grandes transmisiones deportivas de Radio Rivadavia.
Fontana logró allí lo que ninguno de sus pares logró alcanzar: que el locutor comercial se transformara en una de las estrellas de esos programas. El hombre que jamás se equivocaba frente al micrófono convirtió algunos de los jingles publicitarios que brillaban a través de su voz (“Dígale Sí a Terrabusi”, “Minuto Odol en el aire”, “Y péguele fuerte”, “Esta es la Cabalgata Deportiva Gillette”) en frases del imaginario colectivo cotidiano de los argentinos.
Solía decir que vivía de su nombre. “Es mi marca, mi negocio y mi empresa”, lo definió una vez.
Muchos se sorprendían al enterarse que ese atributo no figuraba en ningún documento oficial, porque era un nombre de fantasía al que, curiosamente, su dueño le había agregado hasta un apodo, que se hizo familiar para todo el mundo.
Se hizo de abajo
Fontana siempre se identificó como un emprendedor que se hizo de abajo y que de a poco fue tomando conciencia de sus limitaciones y del sentido amplio de la actividad que lo hizo famoso e inmensamente popular.
Este camino lo llevó desde la locución comercial (su auténtica vocación) y la animación de espectáculos musicales y grandes shows radiofónicos a la conducción de ciclos periodísticos serios y rigurosos.
“Soy un locutor que ha querido incursionar en preguntas, dudas y hechos con gente que interesa a la opinión pública -dijo en una oportunidad-. He entrevistado, he charlado, pero de ninguna manera pensando que estaba haciendo periodismo. Es que no soy periodista. Simplemente me gusta conversar con la gente. Augusto Bonardo me enseñó el arte de la conversación, pero yo me hice famoso manejando un vocabulario de 150 palabras”.
La carrera de Fontana se hizo meteórica a partir de una apuesta arriesgada que cambió buena parte de la historia de la radio de esos años. En 1958 se hizo cargo de un programa matutino cuando ese horario era considerado poco menos que descartable para los empresarios y productores más importantes. Así nació el Fontana Show.
A partir de esa creación de Fontana, la mañana de a poco se fue transformando en el segmento horario más escuchado de toda la jornada radial.
Fontana apostó así con su sello por nuevos horizontes siguiendo la huella marcada por Antonio Carrizo, que había abierto en la locución un nuevo camino e impulsaba un estilo más atento a la palabra o la frase que enriquecía de renovados matices la lectura de una tanda publicitaria.
Como lo hicieron también de allí en adelante Carrizo, Héctor Larrea y Fernando Bravo, sin perder de vista la radio, Fontana comenzó a familiarizarse con la televisión. Allí repitió la proeza previa: con cada nuevo ciclo el apoyo de la audiencia se fortalecía cada vez más, sobre todo en los programas de entretenimientos y de preguntas y respuestas.
De cada emisión de Odol pregunta y del derrotero de algunos de sus participantes en busca del premio mayor se hablaba en la calle durante toda la semana.
Con el tiempo, los caminos de Fontana en el mundo del espectáculo se hicieron cada vez más diversificados. Fue, como dijimos, durante largas temporadas el locutor comercial de las transmisiones deportivas encabezadas en Radio Rivadavia por José María Muñoz, conductor en TV del ciclo benéfico La campana de cristal y, algunos años más tarde, el gran protagonista de Videoshow, revolucionario programa de viajes y entrevistas lanzado en 1977 que por primera vez utilizó en la televisión argentina las cámaras portátiles. Su último gran logro radiofónico fue Sexta edición, un ciclo periodístico vespertino con su sello que marcó su regreso a Rivadavia.
Junto a los éxitos llegaron los grandes sinsabores en tiempos de la última dictadura militar. Primero, un muy desafortunado paso por Canal 11 como director de producción a lo largo de dos años, que se recuerdan como una de las peores etapas artísticas de la historia del canal.
Y después aquél famoso programa de 24 horas en vivo durante la Guerra de las Malvinas que condujo junto a Pinky en el canal oficial. “Fuimos conductores, pero no administradores del dinero. No supimos nunca adónde fue a parar todo lo que se recaudó”, reaccionaba cada vez que se lo cuestionaba por esa participación.
Fuente: Marcelo Stiletano/ La Nación