Por Martín Boerr / Plan B
La historia de la Segunda Guerra Mundial la contaron los vencedores, por supuesto, una vez que concluyó la contienda en 1945. Sin embargo, cuando Hitler invadió con éxito Polonia en septiembre de 1939 y desencadenó el mayor conflicto armado de la historia gozaba de un amplio apoyo en su país, con una economía que se fortaleció aún más por los éxitos militares. A Polonia siguió la invasión a los Países Bajos y Francia, hasta llegar a París.
Aún así, Estados Unidos permaneció neutral hasta que los japoneses atacaron Pearl Harbour en diciembre de 1941. En el caso de Argentina, permaneció neutral -con algunas simpatías hacia las potencias del Eje-, hasta unas semanas antes de la rendición alemana, cuando declaró formalmente la guerra a Japón y Alemania en marzo de 1945.
¿Qué tiene que ver todo esto con la crisis en Ucrania? Que Vladimir Putin, al que se podría comparar -salvando las distancias- con Hitler en sus ambiciones expansionistas, concitó un rechazo mundial y también puertas adentro de Rusia que no se compara con nada. Ni siquiera con la Alemania de 1939.
El lider ruso al atacar a un país mucho más débil, con argumentos poco claros que no convencen a ningún observador más o menos neutral, consiguió alinear al mundo en su contra de una manera nunca antes vista.
Tras la invasión a Ucrania el 24 de febrero pasado, Rusia quedó en pocos días virtualmente excluida del sistema financiero mundial. Gracias a una batería de sanciones económicas y políticas inéditas en la historia.
Al rechazo del mundo se sumó la desconfianza de los propios rusos que corrieron a los bancos a sacar sus rublos y cambiarlos por dólares. Esto no pasó en la Alemania que dio el puntapié inicial para la segunda guerra mundial. Sin querer o queriendo, los rusos “votaron con el bolsillo” y parecieron decir: esto no va a terminar bien.
“Voy a sacar todo mi dinero para no perder otra vez”, le dijo Natalia, una ahorrista rusa, a un corresponsal del diario brasileño O’Globo el 1º de marzo. Con todos los rusos cambiando sus rublos por dólares, la moneda rusa tuvo un desplome de más del 20% contra el dólar. La paridad superó los 110 rublos por cada unidad de la moneda estadounidense. La rusa se refería a la crisis de finales de los 90, llamada “efecto Vodka”.
Las autoridades del Banco Central ruso tuvieron que salir a dictar las medidas clásicas contra estas corridas. Parecidas a las que tomó la Argentina en las corridas recientes del 2018. Suba fuerte de las tasas de interés (en rublos), del 9,5% al 20% e inyectar liquidez al mercado.
¿Querés dólares? Quedate tranquilo que cuando los quieras los vas a tener. No te apures en sacarlos. Es el mensaje que cualquier banquero central le quiere dar al sistema. Así fue como se liberaron reservas (encajes) de los bancos y se impuso un “cepo” a las empresas a las que se las obligó a desprenderse de dólares. Como siempre, se trata de una puja por restablecer la confianza y no pocas veces, el remedio es peor que la enfermedad y genera más desconfianza.
El mayor banco de Rusia, el Sberbank fue el que más sufrió. La filial Sberbank Europa, con sede en Austria y sucursales en Croacia y Eslovenia quedó al borde de la quiebra y prácticamente intervenida por las autoridades monetarias de cada país.
Las agencias de calificación como Moody’s le bajaron la nota a los titulos de la deuda rusa al grando de “bonos basura” y hay dudas de que Putin pueda cumplir con los vencimientos.
El Banco Cenral de Rusia había acumulado más de 500.000 millones de dólares en reservas líquidas. Pero una buena parte están fuera de Rusia y el bloqueo económico hizo que no puedan acceder en forma inmediata a estos recursos vitales para practicar el: “vivir con lo nuestro”.
Los oligarcas
El otro gran golpe que dio los Estados Unidos fue anunciar que irá contra los oligarcas rusos. Esos amigos del poder, a veces notablemente jóvenes, que tiene fortunas valoradas en miles de millones de dólares, viven en Londres u otras capitales del mundo occidental, se pasean en yates con supermodelos o compran clubes de fútbol.
El más conocido es Román Abramovich, el dueño del Chelsea el equipo campeón de la Champions League y el Mundial de Clubes, quien salió a anunciar que vendería el club y repartiría las ganancias a una Fundación por las víctimas en Ucrania. Una jugada que parece generosa de un hombre que en realidad está acorralado y a quien no le queda más remedio que desaparecer de la escena, dejando el exitoso club en el camino.
El Departamento de Justicia de los Estados Unidos se puso en la mira a este grupo de multimillonarios corruptos de la misma forma que si fueran capos narcos, como Pablo Escobar a fines de los años 80. Ahora los oligarcas pasaron a ser los principales entusiastas del alto al fuego en Ucrania.
Igor Sechin, 61 años, dueño de la petrolera rusa Rosnet. Fue vicepremier de Rusia desde 2008 hasta 2012. La semana pasada Francia le incautó el yate valuado en 120 millones de dólares.
Nicolay Tocarev, de 71 años, jefe de la empresa de oleoductos y gasoductos, Transfnet. Fue oficial de la KGB en Dresden antes de la caída del Muro de Berlin, mismo destino donde sirvió Putin y donde ambos se conocieron. Otra figura fundamental es Alexey Miller, el presidente de Gazprom, la compañía que sigue bajo control estatal.
Es la “YPF rusa”, la compañía más grande de ese país y el mayor proveedor de energía del mundo. Gazprom le da gas a media europa para funcionar. Justamente las sanciones económicas aún no tocaron lo que concierne al gas y el petróleo ruso (explica casi el 10% de las exportaciones mundiales).
Joe Biden no quiere que los precios de la gasolina se disparen en los Estados Unidos, algo impopular sobre todo en estos tiempos en que el país del Norte enfrenta un rebrote inflacionario.
Que no se veía desde los tiempos de Richard Nixon, cuando los Estados Unidos llegaron a imponer algunos controles de precios, al estilo Guillermo Moreno en la economía.
Fue la época de la crisis del petróleo, cuando en 1973 la OPEP decidió no exportar más petróleo a los países que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kipur. Biden tiene mucha cautela y no quiere aún avanzar con medidas que puedan desencadenar otra espiral inflacionaria en su país.
El aislamiento en el deporte, nunca antes visto
Pero en pocas cuestiones es tan visible el aislamiento de Rusia del resto de la comunidad internacional como en el deporte. Una gran ironía, el ruso Gary Medvedev llegó al número 1 del ranking mundial desplazando por primera vez en casi 20 años a los 4 grandes (Federer, Nadal, Djokovic y Murray) justo cuando su presidente invadía Ucrania. Ya no podrá defender la bandera de Rusia en la Davis.
La FIFA rápidamente salió a sancionar a Rusia excluyendolo del Mundial de Qatar. Y estamos hablando del país que organizó el último Mundial. La final de la champions se iba a jugar en San Petersburgo, ahora se jugará en París. La UEFA se desvinculó de uno de sus principales patrocinadores: Gazprom.
El Gran Premio de Fórmula 1 de Sochi se suspendió. La escudería Haas también se sacó de encima a su sponsor ruso Uralkali y tras unos días de reflexión, decidió también sacarle la plaza a su piloto Nikita Mazepin.
¿Tenía todo esto calculado Putin cuando invadió Ucrania? ¿Pensaba que el mundo lo iba a tomar de otra manera, con declaraciones diplomáticas de compromiso y nada más?
Muchos analistas están vaticinando que al final de la inevitable conquista de Rusia de Ucrania, Putin, ganando, habrá perdido. Ya que se vislumbra una Rusia aislada, en recesión, empobrecida y con una gran dependencia de China.
Lo cuál disparará las inevitables teorías conspirativas. ¿Será que los chinos estaban detrás de todo esto?
Martin Boerr es director de Plan B