Esteban Lombardía se formó en la UNAM.

Estudió genética en Posadas y transformó el conocimiento en una empresa de 400 empleados que vende a 75 países y factura 20 millones de dólares

Cuando leemos y escuchamos en la Argentina que la riqueza está en el conocimiento, a veces queda la sensación de que faltan más ejemplos contundentes que confirmen esa sentencia.

En nuestro país sencillamente hay muchos científicos olvidados o desempleados, mucha tecnología que viene de afuera y se paga en dólares que escasean, universitarios trabajando de algo distinto a lo que estudiaron. También, mucha investigación que cae en saco roto o genera estructuras burocráticas estatales bastante divorciadas del mundo real.

Hay de todo, pero faltan sin dudas más casos de éxito para terminar de meternos en la cabeza que el futuro -y el presente-, está en el conocimiento. Y también en la capacidad de dar un paso más y transformar esos saberes en productos y servicios útiles a la sociedad, que ayuden a mejorar el mundo, generar trabajo y riqueza. Esta es la historia de uno de esos ejemplos.

Esteban Lombardía, un rosarino de 42 años, logró algo poco frecuente en la ciencia argentina. Maridó sus conocimientos científicos con su vocación emprendedora y creó una empresa que hoy factura 20 millones de dólares al año, vende a 75 países y tiene 480 empleados directos. Y que a pesar de la crisis no para de crecer y generar otros proyectos.

Fundó hace tres años una segunda empresa llamada Protergium que utiliza esos conocimientos científicos en genética para elaborar fertilizantes e inoculantes, utilizando y modificando las propiedades de los cultivos (maíz, soja, trigo, la vid, etc) sin utilizar productos químicos. “Ofrecemos soluciones sustentables”, afirma. Está construyendo una planta de 4.500 metros cuadrados cubiertos y ya tiene contratos para comenzar a vender en octubre.

Y eso no es todo, Lombardía decidió lanzar Uovo, una incubadora de empresas del conocimiento que ya está recibiendo capitalización para detectar e impulsar a emprendedores con potencial pero sin apoyo. “Quiero ayudarle a otros a partir de mi propia experiencia, nosotros arrancamos en un garage y no teníamos nada”, recordó en una entrevista vía zoom con Plan B.

Se formó en Genética, en Misiones

Entre 1998 y 2004 Lombardía, que venía de una familia de arquitectos y podía decidir dónde estudiar, optó por venir a Posadas, donde se recibió de Licenciado en Genética en la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), para luego volver a su Rosario natal con todos los conocimientos adquiridos y empezar su carrera emprendedora.

Cuando llegó a Rosario decidió extender su formación y realizar el doctorado en biotecnología donde se hizo amigo de otro científico, Adrián Rovetto, con quien iba a fundar Terragene. Indudablemente, además de la ciencia, ambos tenían el gen emprendedor. “Eso es fundamental, las ganas de meterle para adelante, no frustrarte, seguir intentando y estar dispuesto a sacrificar muchas cosas”, señala.

Cuando le señalamos que no es lo más común que un científico pueda utilizar sus conocimientos para inventar un producto o un proceso que genere riqueza, Lombardía dice que ese es justamente “el gran desafío de la ciencia argentina, maridar la ciencia con el sistema productivo, tenemos que trabajar para eso”.

Cuando se asociaron como científicos que no tenían otra cosa que sus conocimientos, Lombardía y Rovetto se pusieron a pensar cómo generar un producto que falte en el mercado. Cayeron en la cuenta que el rubro salud tenía una falencia grande en la esterilización de los elementos como el bisturí que se usa en una cirugía.

Cada vez que en un hospital o clínica se utilizan esos instrumentos carísimos, hay que esterilizarlos y hay un elemento que debe indicar si la esterilización es completa y correcta o no. Un dato que es de vida o muerte. Ese elemento se importaba y era costoso en la Argentina del 2004, cuando el dólar estaba alto tras la explosión de la Convertibilidad.

“Identificamos un producto que faltaba que son los indicadores biológicos de esterilización. Eran difíciles de conseguir por su costo, en aquel momento eran importados. Empezamos a desarrollar el producto. Es un tubito que tiene un millón de esporas o bacterias no patógenas que son sometidas a un proceso de esterilización para verificar si el proceso de esterilización alcanza la performance necesaria para eliminarlas. Es decir, matar ese millón de esporas. El indicador permite identificar si quedaron vivas o no y de esa forma definir si la esterilización fue completa”, detalla, intentando ser lo más didáctico posible para el lego.

El producto fue un éxito casi inmediato, conquistaron el mercado local y rápidamente empezaron a exportar. “Nos dimos cuenta que sólo cuatro empresas lo hacían en todo el mundo”, señaló.

Hoy Terragene tiene oficinas en Houston (Estados Unidos), Shangai (China) y Ciudad de México. “Queremos desarrollar nuestro propio equipo comercial, capacitar y atender a los clientes, pero también en el futuro podemos pensar en producir allí”, explica este emprendedor que increíblemente es

“Empezamos un start up casi en un garage con recursos limitados. Así empezó Terragene hasta el día de hoy que sigue creciendo, con mucho esfuerzo. No dejamos de sostener esos esfuerzos como fue en aquel momento en 2006”, recuerda.

-¿Cómo fue que decidiste formarte en Misiones y cómo te ayudó esa formación para tu emprendimiento?

-Mi formación secundaria la hice en una escuela técnica, hice electrónica, seis años. Estaba entonces decidiendo qué estudiar, en ese entonces arrancaba el proceso de secuenciación del genoma humano y me llamaba la atención la técnica digital que va con el ADN y el código genético. Quería una carrera que me diera una visión amplia de la ciencia, como lo fue. No me equivoqué, me inscribí también en biotecnología en Rosario, pero al final opté por ir a Posadas porque me convencía mucho más.

-¿Qué diferencias encontrás entre Genética, que se estudia sólo en Misiones, y biotecnología, que luego estudiaste en Rosario en tu doctorado?

-La carrera de Licenciatura en genética está un poco más alejada del proceso productivo, biotecnológico y se vuelca a la genética en su sentido amplio, desde la genética humana, las enfermedades genéticas, el concepto evolutivo, genética de poblaciones, molecular. Es más amplia con menor contenido a lo mejor a lo productivo o menor contenido de lo que son las herramientas de producción como la biotecnología. Estudiar Genética me ayudó mucho a tener muchos conceptos y una visión amplia de la biotecnología. Me recibí de licenciado en genética en 2004.

-Fuiste poco después que Alejandro Fantino, que estudió por allí un par de años Genética antes de abrazar la carrera de periodista deportivo.

-Jaja, Sí. Un profesor de matemáticas hablaba siempre de Fantino, decía medio en broma, medio en serio, que no se había bancado la carrera y se había dedicado a otra cosa.

-¿Qué recordás de tus años de estudiante en Posadas?

-Vivía a dos cuadras de las cuatro avenidas, cerca de la vieja terminal de ómnibus. Me costó mucho porque en aquel tiempo no había tantas conexiones de colectivos, Crucero del Norte no existía, viajábamos con SInger pero era casi un día hasta Rosario, eran 16 horas. Me tuve que desconectar mucho de Rosario con 18 años, pero encontré una ciudad muy cálida, muy amistosa, abierta, con una cultura increíble. Si te vas acercando a la Capital Federal, todo cambia, las relaciones humanas. En Posadas encontré un país distinto, por decirlo de alguna manera. También es una ciudad limítrofe que le pone un condimento adicional a cruzar una frontera, a la conexión entre dos países, el comercio, esa famosa Placita, y todo eso son condimentos que uno los asimila normales pero para el que llega a esa ciudad son cosas bastante llamativas.

-Cuando saliste con el título, tenías apenas 24 años. ¿Qué fue lo primero que hiciste, para dónde rumbeaste?

-Hice la tesina de grado necesaria para recibirme de Licenciado en Genética, en año o año y medio. La hice en Rosario en el Instituto de Biología Molecular y Celular, con esa tesina del 2003 al 2004, accedí al título. Ahí nomás empecé el doctorado en Ciencias Biológicas, en el mismo instituto pero en otro laboratorio, en Rosario. Tenía una beca, primero de una agencia y luego del Conicet. Ahí me empezó a llamar la atención el mundo de la ciencia aplicada a lo productivo.

-¿Qué otros productos hacen en Terragene además de los indicadores biológicos de esterilización?

-Además de eso hacemos en total unos 300 productos, todos destinados a prevenir infecciones a ese nivel, es decir, permitir monitorear que pasa en el reprocesamiento de materiales. La esterilización de un elemento en la industria alimenticia, en farmacéutica.

-¿Cómo ganaron mercado?

-Nuestros clientes finales son los hospitales, clínicas dentales, industrias farmacéuticas, industrias de alimentos y las industrias de productos médicos estériles, por ejemplo aquellos que fabrican jeringas que vienen en un envase.

-No es tan común en la Argentina que dos personas que vienen del lado científico creen una empresa exitosa a partir de su formación académica.

-No, es cierto, pero hay que hacerlo común. Ese es el desafío en el cual tenemos que participar volcando nuestra experiencia. Hay que cambiar el ecosistema para que existan más empresas como Terragene que exporta a más de 70 países, que tiene cerca de 400 empleados directos, que es una industria pujante que trae divisas al país.

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Esteban Lombardía, de 42 años, estudió Genética en la UNAM entre 1998 y 2004.

-¿Y cómo se hace? ¿Cómo se cambia el ecosistema?

-Tenemos que reconocer qué hicimos bien y qué hicimos mal y volcarlo al sistema.

-¿Por qué no es común esto en la Argentina?

-La Argentina tiene muchos desafíos que ya los conocemos y no son de ahora, vienen de larga data. Décadas de cambiar la matriz productiva, de no entender qué significa la inversión en investigación y desarrollo. Tenemos el desafío de acercar la ciencia a la sociedad, de que el empresario en Argentina sea visto de otra manera, porque hoy cuando uno habla de empresario en la Argentina eso tiene una connotación negativa.

-¿Y cómo se cambia?

-Tenemos que acercarlo a la sociedad. Entender que no está mal ganar dinero. Al contrario, está bien. Eso genera bienestar, trabajo, y atrás de la palabra empresario podemos hacer una tesis de por qué sucede esto…El empresario tiene  primero que acercarse más, comunicar mejor y además tiene una visión de futuro. Requieren mirar a cinco o diez años. Es algo que en la Argentina no estamos acostumbrados. Somos una sociedad de corto plazo. Lo queremos todo ya.

-¿Por qué pensás que nos pasa esto?

-Yo creo que gran parte de lo que nos pasa tiene que ver con el agro, tenemos algo que cada tanto nos viene a rescatar del pozo y ese es el agro. Si no tuviéramos el agro tendríamos que hacer ciertos cambios de base y atacar esas bases que nos hagan sustentables. Cambiar a una matriz que nos genere puestos de trabajo y divisas, pero hoy la matriz es otra. Vivo endeudado, sigo gastando más de lo que puedo y el agro cada tanto me saca del pozo. Pero hay una realidad y es que el campo ya no alcanza para sacarnos del pozo, va a seguir estando siempre y empujando, pero no es suficiente.

-¿Quiénes trabajan en Terragene?

-Como te dije, tenemos 400 empleados de distintas profesiones, estamos integrados verticalmente muy fuerte. Tenemos biotecnólogos, doctores en ciencias biológicas, mecánicos, electrónicos, programadores. Conviven distintas disciplinas de la ciencia que permitan innovar más rápido y ser más eficientes en los procesos productivos. Ser eficientes en cualquier país del mundo por costo, por calidad y por certificaciones.

-¿Por qué integran verticalmente o para que se entienda mejor, porque tercerizan poco y hacen casi todo ustedes?

-Fue más por necesidad que por otra cosa, pero terminó siendo algo positivo. Argentina no tiene el mejor contexto para esta actividad, tienen muchas deficiencias. Distinto sería Alemania donde podés nutrirte de esos proveedores. Acá como no están esas soluciones tenés que integrarte. Sin embargo es algo que a mediano o largo plazo es muy positivo porque te enriquece tu sistema productivo y de innovación, muchísimo. La integración vertical es uno de los pilares de la industria 4.0.

-¿A dónde venden sus productos, fabricados y diseñados en la Argentina?

-Vendemos a 75 países, en los últimos dos años abrimos oficinas en Shangai, Houston, y el año pasado en Ciudad de México con la idea de generar equipos comerciales, asistencia técnica y controlar el manejo de la marca, estar más cerca del consumidor y capacitar. Si fuera necesario podemos producir en algún país que realmente justifique la inversión.

-¿Cómo pasaste de genetista salido de Posadas a empresario?

-Hay muchas cosas para las cuáles no te forman. Mis viejos son los dos arquitectos, eso lo mamé bastante porque es algo que me gusta. También hay que corregir un poquito los planes de estudio de las carreras, mejorar esos planes de estudio si es que creemos que la biotecnología y la tecnología tienen que formar parte del modelo de desarrollo de la Argentina.

-O sea, la universidad no te da todo para que puedas transformar el conocimiento en una empresa.

-Claro que no te forma la universidad para eso, ahí está el laburo que hay que hacer.

-¿Cuán importante fue la formación que recibiste en la Universidad de Misiones? Decime algo bueno y algo para cambiar.

-Soy siempre agradecido de mi formación en Misiones, es la formación que, insisto, cuando me preguntas por qué Genética y no biotecnología, yo creo que decidí bien porque aprendí los fundamentos necesarios que me permitieron tener una visión amplia de la ciencia. Una visión muy amplia, desde la genética vegetal hasta la genética de población o la ecología. Creo que eso es mérito de la carrera de Genética, que no se hoy cómo está

-¿Por qué muchos científicos no trabajan en aplicar sus conocimientos para cambiar la matriz productiva y generar riqueza y empleo?

-Es el gran desafío. El científico tiene la cabeza muy orientada a generar conocimientos sin una presión tan marcada del tiempo o los costos porque está detrás el Estado que está decidido a invertir y la industria tiene otros tiempos. Entonces son dos chip distintos, el desafío es acercarlos.

-¿Cómo es la incubadora o aceleradora de start-ups de base tecnológica que lanzaron?

-Se llama Uovo, de huevo, es una incubadora o aceleradora de tecnología para poder volcar nuestra experiencia y poder facilitar que nuevos emprendedores tengan un espacio donde desarrollar sus ideas, que tengan el mentoreo necesario y la orientación que hace falta para dar los primeros pasos. Aquellos desafíos que tuvimos en el 2006 al generar un start-up de biotecnología y no encontrar los recursos adecuados. Estará dotada de tecnología y espacio físico o infraestructura para hacer un scouting en el mundo emprendedor y científico. Ahora estamos terminando de constituir un fondo de inversión para recibir capital que financie esos proyectos.

-¿Volviste a Posadas?

-Mirá volví una vez pero ya hace tiempo que debería haber vuelto. Debería volver cuanto antes.

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