Jorge Antonio es uno de esos emprendedores que desde hace décadas vive, sueña, trabaja y se esfuerza para hacer más grande el destino turístico de Puerto Iguazú, la gran “joya” de Misiones de categoría mundial.
Mañana se cumplirá un año del cierre absoluto del Parque Nacional Cataratas del Iguazú por el Coronavirus. Para la actividad turística, fue como frenar a cero a una locomotora que venía a todo vapor.
El destino venía de marcar el récord histórico de 1.635.000 turistas (ingresos al PN) en 2020 e iba por más, sin ningún obstáculo por delante, cuando se cruzó el Covid-19 y nada volvió a ser igual.
El 16 de marzo del 2020 se decidió cerrar el Parque y con él, toda la actividad turística. “Nosotros abrimos por última vez el martes 17, al otro día pusimos un cartelito que decía nos ‘vemos el 1° de abril’, sin saber que en 48 horas se iba a decretar la cuarentena en todo el país y permaneceríamos cerrados por meses”, contó Antonio, recordando aquél día en una entrevista vía zoom
Este empresario y emprendedor tiene una experiencia importante como gerente de dos hoteles que son marca registrada (y para bolsillos distintos) en Iguazú: el actual hotel Meliá (ex Sheraton, donde trabajó del 87 al 98), el Hotel Grand Iguazú (Casino, del 2003 al 2005).
Antonio conoce el arte de recibir a turistas exigentes, atenderlos y lograr que vuelvan o que recomienden venir a otros.
Luego fundó dos restaurantes que hoy también son emblemáticos del destino: Aqva (2005) y Bambú (2011), el primero considerado uno de los mejores de la ciudad, y acostumbrado a atender -en épocas normales- a clientes de todas las nacionalidades.
“Tengo mozos que hablan inglés, francés y hasta hay uno que habla alemán. La vara está muy alta en un destino internacional, el que viene acá por ahí anduvo antes en Londres o Nueva York, no podés poner un vaso de plástico, el mozo tiene que estar de uniforme impecable, la servilleta no puede ser de papel y todo eso cuesta dinero”, explicó, sobre los estándares con los que se trabaja.
Más allá de los grandes números y las marcas récord, Iguazú exige mucho “y hay que estar a la altura”.
Iguazú y el turismo interno
A un año del parate total de Iguazú, entrevistamos a Jorge Antonio para reflexionar sobre los 12 meses que pasaron, y como está una ciudad que vivió una crisis económica y social sin precedentes.
Y también se sumó al debate sobre la reconstrucción del turismo pospandemia, explicando el alcance de la reactivación, vislumbrando una lenta recuperación y también pensando en el desafío de atraer al turista misionero a “sus” Cataratas.
Al fin y al cabo, las Cataratas son patrimonio de toda la humanidad, pero mucho más, son un patrimonio bien misionero.
En ese sentido, Antonio sumó su mirada al eterno debate sobre si Iguazú es un destino caro para los turistas misioneros, donde el poder adquisitivo es menor al de los grandes centros urbanos del país, con sus tarifas hoteleras cuasi-dolarizadas.
Para él, Iguazú tiene oferta hotelera y gastronómica para todos los gustos. Naturalmente tiene una gran oferta de nivel internacional que muchos misioneros -de cierto poder adquisitivo- podrían pagar, porque “están acostumbrados a viajar a Europa, Nueva York o Dubai y gastan allí”.
Además, explicó que a la hora de ofrecer servicios no quiere “tratar al turista misionero como inferior o más pobre”.
“Hay una discusión en torno a este tema, lo que yo pienso es que no veo porque tengo que considerar al turista misionero más pobre que el resto”, opinó Antonio.
“En mi carta tengo salmón, por ejemplo, y es muy popular. En Iguazú el cliente ha moldeado la oferta de una manera diferente. Si tenés un tipo de público que te exige, cuando estás en el mercado internacional competís con restaurantes de Nueva York, Londres, Australia, la vara que te pone un cliente que visita un destino internacional es alta. También buscamos incorporar los productos misioneros y darle una vuelta de tuerca a esa oferta”, explicó.
“El cliente no admite una servilleta de papel, un aceite de oliva de mala calidad, un vaso de plástico para servirle vino, el personal tiene que estar uniformado, mostrar cierta estatura profesional y todo eso cuesta mucha plata. Tenés un mozo que habla inglés, francés, alemán incluso, esa persona tiene un costo que no es lo mismo que tener cualquier aprendiz”, se explayó Antonio, que hace tiempo convive con esa discusión de fondo sobre los valores de Iguazú para el bolsillo promedio misionero.
Oferta para todos los bolsillos
“Por supuesto, en Iguazú hay ofertas para distintos bolsillos, para distintos tipos de clientes. Como en todos lados. Si querés una hamburguesa a 400 pesos, la encontrás. Si querés una hamburguesa gourmet a 800 pesos, también. Pero no me pidas que tenga un plato de salmón rosado de Chile, que cuesta 1.800 pesos el kilo, a 400 pesos. Esto vale esto, no es porque seas misionero, correntino o iguazuino”, detalló.
“Vos me dirás, tienen una oferta para un público que hoy no está. Y la verdad es que no sé si no está. Posiblemente no tengamos volumen, pero el plato más vendido es el salmón. Un misionero come también eso, o un surubí con langostinos, no me gusta poner en el lugar del cliente pobre al misionero”, señaló.
“Nosotros tratamos de darle una vuelta de tuerca a lo que se está haciendo en la cocina misionera, en un escalón un poco más alto para darle valor, a la selva misionera. Trabajar con la yerba mate, ese proceso creativo que requiere inversión de tiempo y gente calificada cuesta plata. Creo que hay que poner las cosas en su lugar, hay oferta para todos los gustos y bolsillos”, afirmó.
-Pero ahora con el turismo interno, la oferta y demanda también impactan en los precios…
-Si, por supuesto. Si vos vas al Meliá, antes una habitación que salía hace un año 60 mil pesos, hoy cuesta 20 mil, con toda la inflación y devaluación que hubo en el medio. Por supuesto que hay una cuestión de oferta y demanda. Nosotros no vamos a ir contra las reglas de mercado que son para cualquier actividad.
-¿Qué pasará cuando se reabra la frontera?
-Sabemos que cuando se abra la frontera, ojalá sea pronto, el brasileño va a arrasar con Iguazú. Porque le resulta muy barato. Yo siempre he tenido la integridad de atender a todos por igual, el que llega primero se sienta. Muchos no le van a dar lugar al local, porque el brasileño va a tomar vino de 10 o 15 mil pesos, porque a ellos les va a resultar barato, oferta y demanda también te condiciona.
-¿Cómo les impactó a ustedes la pandemia en Aqva y Bambú?
-Yo me defino como un emprendedor más que un empresario. Por suerte estábamos sanos con una conducta ordenada cuando arrancó todo, sin juicios, embargos o deudas. El parate nos agarró con la caja que teníamos en enero o febrero de 2020 y la usamos para tirar hasta junio o julio. Hasta ahí pensábamos que todo iba a ser en otros plazos. Hubo pérdidas de mercadería que no podés devolver. Y después se empezó a estirar. En junio dijimos, reabrimos en septiembre, luego dijimos en diciembre, luego en marzo y así.
-¿Tuvieron que despedir gente?
-No, no despedimos a nadie, aguantamos a todos y hubo una reducción de personal por gente que se fue. Gente que vivía en Esperanza, Wanda o Eldorado y acá alquilaba y decidió volverse. Nosotros entre ATP y luego REPRO y con nuestro aporte, siempre pagamos el 75% del sueldo en blanco a todos los empleados. Se fueron 6 personas en Bambú y otras tantas en Aqva.
-¿Cuál será el impacto de esta pandemia en tu actividad?
-El impacto económico es uno y luego está el impacto psicológico. Esto ha generado una desconexión entre la pasión que le había dedicado un empleado a su empresa y la que ahora puede tener, y es crítico para nosotros porque todo lo que es hospitalidad y ahí estoy sumando actividades que tienen que ver con gastronomía, hotelería o el arte de atenderte bien, para eso necesitás gente que esté muy comprometida, y ha habido una ruptura.
-¿A qué te referís?
-Hemos entendido lo endeble que es nuestra actividad desde el punto de vista de la cadena productiva, algunas actividades han tenido algún sacudón y luego se estabilizó. creo que nos ha puesto en un lugar donde soy la estrella, pero siempre y cuando se den las condiciones. Es muy frágil la actividad. Mucha gente dijo, yo al final me las arreglé y puedo vivir sin trabajar tanto de esto.
-¿Cómo fue el verano y cómo viene la Semana Santa?
-Algo es menos que nada, siempre. Pero la realidad es que la temporada de verano fue muy floja. En diciembre trabajé al 4 por ciento comparado con diciembre pre pandemia, en enero al 15 por ciento y en febrero al 29 por ciento. En enero y febrero, porcentajes bajos, pero entre 0 y el 15% me quedo con el 15. Eso me permitió tener algo de caja, que pudiéramos tener un poco de movimiento de caja, afrontar gastos y seguir haciendo la plancha para llegar a Semana Santa.
-¿Entonces, será una buena Semana Santa?
-La Semana Santa viene con buena ocupación, creo que aeroparque (Jorge Newbery) vuelva a operar es importante, la gente no quiere ir a Ezeiza. Todos están hablando que la ocupación de Semana Santa va a ser una ocupación al 100 por ciento, pero hay que tener en cuenta que es sobre los hoteles que están abiertos. Porque tenés 10 mil camas, en total, pero hay abiertas muchas menos. Pero como te dije, entre cero y algo, me quedo con algo.
-¿Y los precios?
También hay que tener en cuenta eso, la ocupación hotelera y la tarifa promedio cobrada. Mi formación es hotelera. Si estamos vendiendo las habitaciones a precios del año 2018, una habitación que costaba 15 o 18 mil pesos, cuesta ahora 4.000 pesos. En ningún caso tenés que confundir ocupación con una buena rentabilidad o muy buenos ingresos, podés tener un restaurante lleno de gente que gasta 500 pesos por persona, cuando mi cubierto en enero o marzo era de 1.500 pesos por persona.
-¿Faltó celeridad de los gobiernos Nacional y provincial para entender la asistencia que necesitaba el sector para no quebrar masivamente?
.-Mirá, creo que más vale tarde que nunca. En los últimos dos meses hemos visto un aporte grande del gobierno provincial con el plan pre-compra. Ahora están ofreciendo créditos blandos que vamos a solicitar uno, el tema de la deuda de EMSA también fue importante. Creo que la provincia y tampoco nosotros tuvimos noción de lo que vino, en términos de tiempo. Cuándo nos dimos cuenta de la magnitud de la crisis, siempre vivimos con ese tema del optimismo cortoplacista, siempre creímos que abríamos al otro mes.
FICHA PERSONAL
NOMBRE: Jorge Antonio
Nació en Rosario. Vive en Iguazú desde 1987
Dueño de los restaurantes Bambú y Aqva. Ex gerente del Sheraton (hoy Meliá) y el Grand Iguazú Hotel (Casino).
Edad: 56 años