Por Martin Boerr
Es hora de presentar a quien para Plan B, es “El Misionero del Año”, un hombre que yendo contra la corriente casi en soledad, impulsó una obra que conocimos de cerca hace poco y no deja de asombrarnos y asombrar a muchos en otras partes del país. Una obra que todavía es prácticamente desconocida en la tierra colorada.
Mariano Hernando tiene 36 años, es profesor de Educación Física y vive en Eldorado. ¿Qué hizo? Hace diez años, con apenas 26 volvió de La Plata con el título de profe de Educación Física bajo el brazo, y tras conseguir trabajo rápidamente en la Direccion de Deportes de la Municipalidad y el Instituto Dachary, se embarcó en un proyecto muy ambicioso que venía madurando en su interior desde hacía tiempo:
Hernando fue al Penal de Eldorado y propuso llevar el rugby a la cárcel, algo que hace casi una década era una locura impensada. Por supuesto en los comienzos, tocó puertas, recibió muchos “no”, unos cuantos “quizás” e infinidad de “peros”.
Pero no se desalentó, siguió buscando gente y convenciendo a cuanto funcionario se le puso adelante hasta que un buen día, una tarde, se vio parado en el descampado del Complejo Penal III de Eldorado, con un grupito de 15 convictos, que no tenían ningún interés en el rugby y apenas habían aceptado participar del “experimento” para salir un rato del pabellón.
No creían en Hernando ni en sus buenas intenciones, y no pensaban que iba a volver a la semana siguiente, como le contaron a este periodista al menos cuatro de ellos.

Con esas caras “fieras” que lo miraban con desconfianza, Hernando arrancó sin dudar, y fue ganándose de a poco la confianza y el corazón de esas almas perdidas, hasta llegar a formar lo que hoy se conoce como “Los Toros”.
Una obra que revolucionó la vida de la cárcel más brava de Misiones (que visitamos durante dos días) que generó todo un pabellón exclusivamente dedicado a quienes practican el rugby, mejor equipado, con más permisos y calidad de vida gracias a la buena conducta que impulsó el deporte entre los presos, y que transformó vidas.
Que logró bajar los índices de reincidencia, la inserción laboral de gente que nunca tuvo oportunidades en la vida, y jamás las habría tenido al salir si no se encontraba con “Los Toros”. Generando en muchos que nada tienen, la posibilidad de vivir, soñar y volver a tener una segunda oportunidad en la vida.
El año pasado Plan B fue a visitar a Hernando a Eldorado, compartimos dos días con Los Toros, recorrimos los pabellones, presenciamos dos prácticas (una en el patio de la cárcel, idéntico al de una película y otra en su cancha, contigua a los pabellones), y charlamos con los internos para conocer sus historias de vida. Fue por encargo de Coco Oderigo y Carlos Roberts. Oderigo es el fundador de Los Espartanos, y su obra, de la cual Los Toros forma una parte importantísima, generó un libro (que le dedica dos capítulos a Hernando y su obra) y la serie de Disney+ estrenada este año.

La historia de Los Toros
Como ya dijimos, todo comenzó en 2016, cuando, siendo un flamante profesor de Educación Física recibido en La Plata, Mariano Hernando regresó a Eldorado, la ciudad donde nació y se crió.
Al regresar lo primero que hizo fue volver a jugar a Carayá, el club de rugby donde debutó en Primera, con 16 años. También consiguió rápido sus dos primeros trabajos, en la Dirección de Deportes de la Municipalidad y en la Universidad Gastón Dachary.

Pero inquieto, al poco tiempo de establecerse empezó a armar una propuesta disruptiva, verdaderamente revolucionaria: llevar el rugby al penal de Eldorado y formar un equipo para competir en algún tipo de torneo oficial, que incluso permita al equipo salir del contexto de encierro por unas horas.
Y acá conviene destacar que la idea de Los Toros no se inspiró en Los Espartanos, sino que corrió por el impulso y la iniciativa de Hernando. A diferencia de muchas otras “ramas” que tienen Los Espartanos en el país, y que se ramificaron de esa idea original que planteó Coco Oderigo en el penal de San Martin (provincia de Buenos Aires), Hernando prácticamente inventó él solo lo de llevar el rugby a la cárcel de Misiones. Tuvo que vencer las mismas resistencias y convencer a los mismos funcionarios, según contó en una extensa entrevista con Plan B.
Cómo nació Los Toros
Fue una idea que se le ocurrió a él y que empezó a madurar en los interminables debates sobre inclusión, pobreza y cárceles, en la Facultad de Humanidades de La Plata.
“Estudiar en La Plata me cambió, cuando era chico no fui buen compañero, hice bullying en la escuela y también era de pelearme”, afirma. “Nadie se salva solo”, repite con cierta frecuencia.
Hernando presentó el proyecto, lo mandó por mail, captó la atención de una jefa de los Servicios Sociales del Penitenciario y finalmente un lunes 26 de septiembre de 2016 se presentó en el Penal frente a 15 reclusos que le seleccionaron de apuro.
“Casi todos eran viejos, hombres que ya estaban por salir”. Así arrancó la primera práctica de rugby en un descampado ubicado en la entrada del penal.
Todos, reclusos y jefes y efectivos del servicio penitenciario, pensaron que ese rubio atlético que les hablaba con energía no tardaría en desaparecer y al poco tiempo ya no lo verían nunca más, como les pasó muchas veces con tantos otros que vinieron a prometerles un cambio.

Pero Hernando no fue a prometer nada más que jugar al rugby, tenía confianza en el poder que ese deporte podía despertar en esas mentes, cuerpos y corazones acostumbrados a lo peor.
Mariano sorprendió a todos al miércoles siguiente cuando reapareció. Y volvió a la semana siguiente y a la siguiente, y nunca faltó, nunca flaqueó y jamás abandonó a sus jugadores ni perdió la fe en su proyecto.
Hoy cuando uno habla con cualquier de Los Toros, se nota un sentimiento muy especial que mezcla cariño, respeto y gratitud por Mariano. “El creyó en nosotros”, repiten todos.
“Son personas que se equivocaron, pero eso no los define. Los define hoy que estudian, tienen buena conducta, hacen un deporte y se superaron”, explica Hernando, quien, tras una cáscara de aparente serenidad y espíritu conciliador, parece esconder un alma inconformista con el statu quo.
Un rebelde con causa
Hernando parece un rebelde (se refiere a los penitenciarios como “los milicos”), de esas rebeldías productivas, que impulsan transformaciones.
Hernando es un tipo que no levanta la voz, no es amigo de las sentencias grandilocuentes, no parece tener el menor interés en “sobrevender” el costado noble o idealista de su causa, pero transmite pasión y una gran convicción por lo que hace.
“Para mi integración es que el pobre le pueda ganar al rico, que mi equipo de presos juegue de igual a igual con cualquier equipo por los puntos y le pueda ganar y que ellos pongan lo mejor que tienen y le quieran ganar a los míos”, dice.
Y se nota que no lo dice por el hecho de ganar sino porque cree que es una forma de lograr una verdadera reivindicación de estos hombres que “cometieron errores”.
Para Los Toros, incluyendo a su entrenador, hay pocas cosas tan valiosas como sentirse respetados por el rival.
“Casi todos los presos vienen de la pobreza, todos tuvieron vidas muy difíciles, muchos fueron abusados, abandonados, dejaron la escuela muy rápido y casi nadie creyó en ellos. Otros son víctimas de un sistema judicial que deja mucho que desear y ni siquiera deberían estar acá”, explica.

-¿Por qué hacés esto?
-Creo que hay algo de querer que todo sea un poco más justo y con el deporte y con el rugby nosotros podemos hacer que la sociedad sea un poquitito más justa. Justa desde el sentido de por qué tuve lo que tuve y no otros. Hay personas que no tuvieron nada. ¿Por qué no poder generarles una nueva oportunidad?
Hernando terminó estudiando Educación Física por casualidad. Había arrancado Comunicación Social en la UNaM en Posadas, pero por una cuestión administrativa en 3° año se quedaba sin cursar como alumno regular al año siguiente y decidió continuar en La Plata. Una vez allí pasó por Humanidades y se anotó en la Licenciatura en Educación Física para complementar sus estudios. Terminó descubriendo que esa era su verdadera pasión.
– ¿Encontraste tu verdadera vocación?
-Cuando arranco con Educación Física me doy cuenta que esto era lo mío, me encantaba y nunca más volví al Periodismo. Estaba en Humanidades y había discusiones muy interesantes: qué es el cuerpo, qué es el movimiento, y cuestiones filosóficas. ¿Todos tenemos la misma posibilidad de tiempo libre? En uno de esos seminarios se habla de la cárcel y ahí algo se me metió en la cabeza y quedó ahí. Yo pensaba que era de clase baja, y me di cuenta ahí que era un privilegiado y sentía que cuando me recibiera tenía que devolverle algo a la sociedad.
– ¿Cómo nacen Los Toros?
-En 2016 vuelvo para trabajar a Eldorado, ya recibido. Me llama un compañero de rugby, era secretario de gobierno de la Muni y me propusieron trabajar en el rugby infantil. Empiezo a trabajar también en la Universidad Dachary. Ahí me acerco a la cárcel y vi que acá no había nada de rugby. Justo Belén mi novia, a quien conocí en La Plata y se vino conmigo a Eldorado, tuvo que viajar por trabajo y quedé solo. Y en una de esas noches empiezo a escribir, y escribo y escribo. Yo también estaba completando una Maestría en Deportes y empiezo a armar el proyecto, por qué el deporte a los presos, por qué en un contexto violento como la cárcel y escribo y escribo.

-Ya tenías la inquietud…
-Si porque yo quería hacer un trabajo final en mi maestría sobre el rugby en la cárcel. Conocía el proyecto de Los Espartanos y el impacto que tenía en las personas privadas de su libertad. Pero a diferencia de lo que veía que se había hecho en otras cárceles, yo no quería un modelo donde va una figura como “Nani” Corleto o Martín Bogado (el misionero que jugó el último Mundial con Los Pumas y surgió de Centro de Cazadores de Posadas), van con pelotas, hacen un entrenamiento, una foto y no vuelven nunca más. Es decir, te doy herramientas, pero no hay un programa a largo plazo.
– ¿Ahí radica la diferencia de tu propuesta de Los Toros?
-El deporte, para que sea deporte tiene que tener una competencia institucionalizada, sino nos quedamos jugando en esa canchita y vos decís, es parecido, pero eso no es deporte. Lo que propuse fue armar un equipo de rugby en la cárcel para que penitenciarios e internos formen un equipo y compitan en un torneo de rugby de nivel universitario. ¿Por qué penitenciario e internos? Porque lo que había en la bibliografía era que en las cárceles de Latinoamérica el trato era inhumano y eso es por el sistema, pero también el trato de los penitenciarios hacia el preso. Hay algo que se repite en todas las cárceles, según lo que vimos en la universidad, y es que el preso es pobre, viene de un barrio marginal, no accedió a la escuela, no tiene vivienda, es de tez morena.
– ¿Hoy que hace ocho años que trabajás en una cárcel que pensás?
-Cuando arranco a dar rugby en el 2016 circulamos una libretita para que se anoten. La libretita circulaba y nadie anotaba nada. La mayoría no sabía leer ni escribir. Esa es la clase de presos que nosotros tenemos en Misiones.
-¿Habla mal del sistema?
-Habla muy mal del sistema de Justicia. Lastimosamente en algo estamos fallando. De los 1.750 presos que hay en Misiones apenas el 8% terminó la escuela secundaria. El 70% de las personas que cometen un delito, o no tiene trabajo o dejó la escuela.
– ¿Es clave para la integración la competencia verdadera?
-A diferencia de lo que proponía Espartanos yo proponía integrarlos a una comunidad de verdad y eso implica armar un equipo y jugar contra otros equipos. El caso emblemático es Virreyes de Buenos Aires, apadrinado por CASI, SIC e Hindú. No es un espacio para jugar un ratito al rugby, hicieron un club donde iban a disputar un partido de igual a igual con los otros, y si le podían ganar al CASI, le iban a ganar. Y el CASI tenía que ir, conocer la realidad de Virreyes, jugar contra Virreyes, compartir el tercer tiempo. Eso es inclusión. Inclusión es que el pobre le pueda ganar al rico.
– ¿Cómo te aceptaron el proyecto en el Servicio Penitenciario?
-Cuando termino de escribirlo lo mando por mail a la jefa de Servicio Social del Servicio Penitenciario. Antes se lo mostré a un abogado al que le gustó y me alentó a que avanzara. En el escrito cito a (Eugenio) Zaffaroni en el texto y justifico el por qué quiero hacer lo que quiero hacer. Presente eso en mayo y en septiembre me contestaron. A esa jefa del Servicio Social le gustó la forma en la que armé el proyecto, como estaba citada la bibliografía, como estaba argumentado, tenía una serie de pasos, fundamentación, tema, objetivos. Eso le llamó la atención.
– ¿Tuviste algún cuestionamiento?
-Si, una de las objeciones era: por qué el rugby que es un deporte violento en una población violenta como es la carcelaria. Le dije que, desde mi punto de vista, el rugby no es violento ayuda a reducir la violencia porque tiene reglas acordadas y se torna violento cuando se rompen las reglas. Es mucho más violento y desleal una patada de atrás en el fútbol que te taclee con todas mis fuerzas.
– ¿Hay algo que tiene el rugby que el fútbol no podría haber logrado en la cárcel?
-Yo me dedico a la enseñanza y es mucho más difícil enseñar fútbol que rugby. Porque con el rugby vengo con el saber, cuando pregunto: “¿Quién jugó al rugby?”. Nadie levanta la mano. Con el fútbol, todos jugaron. Entonces, en una sociedad en donde nosotros criticamos a Messi, somos 50 millones de técnicos, todos sabemos cómo tiene que parar el equipo (Marcelo) Gallardo, es muy difícil enseñar fútbol. En cambio, acá venía el más fuerte del penal y te decía: “quiero jugar”. ¿Sabés las reglas? Bueno, esto vale y esto no vale. Entonces se calma, frena, me escucha y comprende y actúa. En el fútbol esto no sería posible porque todos sabemos jugar al fútbol.
– ¿Cómo fue el primer día?
-No te digo que me temblaban las rodillas, pero casi. Fue un lunes 26 de septiembre de 2016. Estaba con el subjefe del Penal, Claudio Cristaldo. Llego afuera del penal y estaban los 14 que me juntaron. Arrancamos una rondita y les digo: abrácense. Todos duros, nadie se movía. Les repito “abrácense así podemos arrancar”. Claro, primer contacto, tocarse algo prohibido, Misiones, super masculinizado, y yo pidiéndoles que se abracen.
Ahí les dije: les voy a traer un proyecto, se llama rugby, ustedes se equivocaron, pero tienen derechos como todas las personas y yo les voy a enseñar como a cualquiera de afuera.
– ¿Y qué pasó en esa primera práctica?
-Me di cuenta que tenía que frenar, estaba muy ansioso, largaba muchas consignas muy rápidas. Entonces empiezo a llevarme más por el juego, armamos un partido y empiezan a reírse, terminamos pasando al tackle, pasar al piso, permitirse golpear, qué valía y qué no valía, y al final hicimos otra vez rondita y los veía sonrientes y dije: chau, ya los tengo. Ahí sentí que la teoría iba a funcionar, no iba a ver qué pasa, sino a ejecutar el proyecto que tenía en mente. Sabíamos que iba a impactar en una población que no tenía nada.
– ¿Cómo fuiste incorporando más jugadores?
-Después del primer entrenamiento, de los 14, quedaron 12 porque dos tenían callos, ampollas, teníamos gente muy vieja. Entonces le digo a Claudio (Cristaldo) tráeme gente más joven. Me dice que están los que no le van a dejar sacar de la cárcel al descampado de la entrada donde entrenábamos porque son todos medio picantes. Le pedí que los trajera igual. Entonces vienen dos medios picantitos. Vienen medio cancheros, ya los otros tenían 3 o 4 entrenamientos, entonces viene uno de 50 años y le dice a uno de estos: pará porque sólo se puede pasar la pelota para atrás. Tenían que entender y respetar las reglas y eso les gustó. Eran dos que tenían una condena larga, uno por matar a un policía (era boxeador). Cuando terminaron me dijeron: siempre vamos a venir.
– ¿Cómo fue el primer partido?
-Les prometí que iba a traer un equipo para jugar un partido y no lo podían creer. El 15 de diciembre fue, le llamamos Tackleando Muros. Vino la prensa, el Director del Penal me pidió que le cambiara el nombre al partido porque pensaba que sugería que se iban a escapar. Le expliqué que era una metáfora, que al Penal tenían que venir las instituciones, la Iglesia, la Universidad, porque acá nadie se salva solo. Dos días antes les digo a los jugadores, haciendo un acting, que se había suspendido el partido porque no teníamos cancha, nombre, capitán ni nada. Dijeron: “No pará, profe”. Y al otro día habían puesto unas tacuaras en los arcos de fútbol, habían marcado una cancha y ya tenían capitán (Carlos Sánchez) y un nombre.
– ¿Qué nombre eligieron?
-Eligieron dos, uno era Los Bulls, por un equipo contra el que jugó Jaguaretés. Les dije, un nombre yanqui no. Entonces surgió Los Toros, por los toritos, esas espinitas que en los primeros entrenamientos hacían que algunos no se tiraran. Que pinchan muchísimo. Organizamos ese partido entre veteranos de Carayá, mi club, y Los Toros. Pero también quisieron venir los jugadores de Primera, tuvo una repercusión tremenda.
– ¿Cómo surgió el vínculo con Espartanos?
-En el 2017 Claudio Cristaldo (el subjefe del Penal) le escribe a Espartanos, que vio lo que hacían en un documental y quería ver cómo podíamos ayudarnos. Ahí se contactan conmigo de Espartanos, me explican lo que hacían en San Martin, me preguntan qué necesitamos. Nos mandan unas camisetas, y nos invitan en marzo del 2017 al primer encuentro de cárceles en Buenos Aires.
-El grupo siguió evolucionando y cambiando.
-Sí, ya el segundo año le digo a Carlos (Cristaldo) tenemos que cambiar el grupo de gente, quiero trabajar con los chicos más jóvenes, si hay alguien que tiene 10 años de condena o más´, quiero trabajar con él. Me da el OK, pero tenemos que trabajar adentro del patio, por un tema de seguridad, ya no podemos ir al descampado que teníamos adelante. Ahí pasamos de 14 a 40 jugadores. Después del primer partido contra Carayá, les digo: ustedes nos visitaron, el año que viene los vamos a visitar nosotros a Ustedes, no sé cómo vamos a hacer, pero ahí vamos a estar. “¿No es cierto que vamos a ir?”, le digo al jefe del Penal, para comprometerlo.
– ¿Cómo fue el primer partido fuera del Penal?
-Fue en Carayá, del penal hasta la cancha, en mayo del 2017, para ellos fue como el viaje a Bariloche, iban sin estar esposados, cantando, bajaron del bondi y empezaron a aplaudirlos, no lo podían creer. La gente estaba valorando el esfuerzo de superación que hacían.
– ¿Qué les da el rugby a los presos?
-Pertenecer a algo. De ese estado de pobreza anterior, de ser analfabeto, no tener un baño, que capaz abusaron de vos, no ir a la escuela, laburar de chico sin que te paguen a esto, por eso a veces digo que no es reinserción, sino inserción. Hay personas que nunca pertenecieron a nada. Vos hoy le das un bolso con ropa a Cirilo (Silva) el capitán, y él toma una prenda y circula el bolso para que cada uno agarre una. Hay un fuerte espíritu de cuerpo y ganas de pertenecer.
-Salieron 20 veces hasta ahora para jugar
-Si, fuimos a jugar un torneo en la Universidad, después en 2018 fuimos a jugar contra Mamangá de Montecarlo, dos veces. Hasta que en 2018 nos hacen una invitación del Tacurú (el club decano del rugby misionero, de Posadas y con una masa societaria que pertenece al estrato social más alto de la ciudad). Para jugar el Seven. Entonces dije: no vamos a ir solo el sábado. Tenemos que competir los dos días, así que nos quedamos a dormir en la finca de Oficiales de Candelaria, dormimos todos jugadores, penitenciarios, internos y entrenadores en bolsas de dormir en un comedor. Eran 12 milicos, 12 presos y 2 entrenadores. Fue tremendo ese Seven, la emoción de la gente, de ver cómo jugaban Los Toros, entregamos una Virgen tallada a mano por Cirilo.
-¿Todo el mundo los aceptó sin reparos?
-No, en el Tacurú no estaban todos de acuerdo con que vayan Los Toros. La subcomisión de rugby quería, pero la de golf, no. Me dijeron: ustedes juegan el primer partido a las 13 y el segundo a las 14, ambos en cancha dos. Lo llamo al Pollo Logegarai y le digo: “No entendiste, así no vamos”. Estás recibiendo a un equipo de rugby en contexto de encierro y nos ponés en el patio de atrás. Le pedí que nos programara para las 17 en la cancha1, con el local o al menos que nos diera un partido central. Nos puso contra Tacurú que debutó con una camiseta blanca divina, el partido arranca, le robamos la pelota y try de Los Toros. Al final ganaron ellos, pero nosotros salimos ovacionados. Muchos terminaron emocionados.
-Es importante que el equipo pueda salir a jugar fuera del Penal.
-Sí, la salida y los partidos tienen algunos factores sumamente importantes, sobre todas las cosas, aquel preso tenga la posibilidad de mostrarse ante la sociedad y sus familias en un contexto sin rejas y encima no ya como preso, sino como deportista, que es un montón, que su hijo no tenga que pasar por la requisa y lo vea haciendo deporte, festejando su try, porque encima juega bien.
-Cómo fue jugar el torneo Desarrollo de la Unión de Rugby de Misiones (URUMI) su primera competencia oficial de 15, y donde llegaron nada menos que a la final y a ser subcampeones.
-El Seven tiene la particularidad de que es excluyente, porque juega el rápido y el hábil, en cambio el rugby de 15 es más inclusivo, juegan todos y además necesitás unos 23 jugadores. Con el Seven teníamos que armar Toros A, B, C y D y todos jugaban mal.
Propusimos hacer el rugby de 15. Hasta que en mayo se firmó un convenio con la URUMI en donde se nos propone dar competencia y vamos a jugar el torneo de Desarrollo, que es la segunda división del rugby de Misiones. Es donde juegan los equipos que no van al regional (es decir, los que no son de la elite). Ahí tenés a Mamangá de Montecarlo, Aguará de Jardín América, Virasoro de Corrientes, Carpinchos de Santo Tomé, a veces alguno de Ituzaingó (Corrientes) y alguna Intermedia. Firmamos el convenio y nosotros ya teníamos cancha, personería jurídica. Así fue como debutamos contra Aguará en Jardín América. Le ganamos 54 a 11. Fue una paliza de Los Toros. Viene Mamangá de Montecarlo con un equipo más armado, un día medio lluvioso, también ganamos.
– ¿Había reglas para integrar el equipo?
-Si o si tenés que ir a la escuela, tenés que respetar al capitán, al equipo, ser generoso con el compañero. Después viene lo del rugby y ganar. Dejamos afuera a mucha gente que jugaba bien pero no quería seguir la escuela.
– ¿Cómo avanzaron hasta la final?
-Viene a jugar Carayá, viene Tacurú en un interzonal y le ganamos a los dos y clasificamos a semifinales, jugamos contra Virasoro, pero como no podíamos salir de la provincia, aceptaron jugar en Tacurú. Cancha neutral, ganamos y llegamos a la final. En la cárcel el director general me dice. “Traigamos el evento a la cárcel, armo las tribunas todo”.
Pero yo le dije que era una fiesta, había gente de todas partes, los clubes quieren cobrar una entrada, y tampoco le podíamos quitar a Los Toros la posibilidad de salir otra vez.
Fue una semana de mucha excitación, pero en el interin me dan una noticia que fue un mazazo: me avisan que el año próximo, en 2023, no íbamos a tener competencia oficial.
– ¿Cómo es eso?
-Me dijeron que no había caído bien, no sé si en la UAR, no sé bien cómo fue. Alguien de la URUMI salió a contar lo de Los Toros, pensando que se iban a poner contentos y alguien le dijo: eso habla de lo mal que está el rugby en tu provincia. Molestó que Los Toros llegaran a la final. Pero al día de hoy no está claro que pasó, y estamos gestionando para volver, pero ya van dos años, 2023 y 2024 y no tenemos competencia. Ahora estamos gestionando por todos los medios para que nos devuelvan a la competencia. No necesitamos algo intenso de todos los fines de semana, pero poder jugar 5 o 6 partidos afuera en una competencia oficial es fundamental para el desarrollo de Los Toros.
Plan B/ 29-12-2025

