En una entrevista con el programa Frontera Jesuita, Emiliano Lisiak, especialista en Economía Agraria de la Experimental de Cerro Azul, quien ofreció una visión detallada de la evolución del cultivo del té en Argentina. Lisiak compartió cómo las decisiones políticas y económicas han moldeado este sector desde mediados del siglo XX hasta la actualidad.
El oriundo de Santa Fe, indicó que, durante el segundo gobierno del general Juan Domingo Perón, en la década de 1950, se tomó una decisión crucial que cambiaría el panorama del té en Argentina: la prohibición de importaciones. “Antes de esta medida, el 100% del té consumido en Argentina era importado,” explicó Lisiak. “A partir de 1951, debido a la falta de dólares y el intento de promover industrias locales para sustituir importaciones, se prohibió la importación de té, lo que impulsó significativamente el cultivo local”, explicó.
Según Lisiak, esta política permitió un aumento abrupto en la superficie cultivada de té y en la industrialización del sector. “En aproximadamente cuatro años, ya se cubría el consumo interno, aunque inicialmente hubo una caída en el consumo debido a la oferta limitada,” comentó. “Para 1957, Argentina ya estaba exportando té, marcando el comienzo de una nueva era para la industria”.
Uno de los momentos más críticos para la industria del té argentino fue la Guerra de Malvinas en 1982. Sin embargo, Lisiak señaló que, aunque hubo una disminución en las exportaciones a Inglaterra durante ese periodo, la caída ya había comenzado antes del conflicto. “En 1976, exportábamos 11.000 toneladas a Inglaterra, pero esto comenzó a disminuir antes de 1982,” detalló. “Después de la guerra, las exportaciones lentamente se recuperaron, aunque nunca alcanzaron los niveles de los años 70”, añadió.
El especialista en economía agraria destacó que desde 1962, el precio internacional del té mostró una tendencia decreciente. “El precio de exportación ha caído de 10 dólares en los años 60 a alrededor de 2 y 3 dólares en la actualidad,” afirmó Lisiak. A pesar de esta caída, la industria ha compensado con incrementos en la productividad y eficiencia. Sin embargo, Lisiak advirtió que es crucial continuar mejorando los rendimientos y reduciendo los costos para mantenerse competitivos.
El valor agregado y el mercado local
A pesar de los desafíos, Lisiak destacó la importancia de buscar valor agregado en la producción de té. “El té fraccionado, en saquitos o en hebras, compite en valor con grandes volúmenes de exportación”, afirmó. Y continuó: “La industria del té artesanal también está creciendo, ofreciendo productos de alta calidad que tienen un nicho de mercado prometedor”.
Además, enfatizó la necesidad de promover denominaciones de origen y la indicación geográfica para diferenciar el té argentino en el mercado global. “Estas estrategias pueden ayudar a posicionar mejor nuestro té y agregar valor al producto”, enfatizó.
Lisiak expresó optimismo sobre el futuro del té en Argentina. “Aunque enfrentamos desafíos, hay oportunidades para crecer en mercados nicho y mejorar nuestra competitividad”, dijo. “El camino ha tenido altos y bajos, pero la industria del té en Argentina sigue siendo una parte vital de nuestra economía. Con innovación y adaptación, podemos continuar desarrollando este sector y aprovechar nuevas oportunidades en el mercado global”, concluyó.
Historia del té en números






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