OPINIÓN/ Guillermo Oliveto.

¿Por qué explotan los restaurantes de la Costanera si hay crisis? Lo explica un experto

Por Guillermo Oliveto (Para La Nación).

“Si no te das un gusto, vivís triste”. “Estamos en una economía de guerra: si vemos una oferta compramos cualquier cosa, porque sabemos que mañana va a aumentar”. “El argentino perdió la fe en ahorrar, entonces si tiene algo de plata, la gasta”. “La plata no sirve para invertir en nada, hay que gastarla toda”.

Estas cuatro citas textuales que relevamos en nuestro focus groups de humor social concluídos el 12 de julio, sintetizan, como un perfume en extracto, el clima de la época.

Comprendiendo el sentir profundo de las personas, ya no llama la atención que en estas vacaciones de invierno estén tan a pleno los centros de esquí del sur del país como las plazas y parques de la ciudad de Buenos Aires.

O que la película Barbie haya tenido el mejor estreno desde 2019, vendiendo en apenas 3 días más de 750.000 tickets, o que en el primer semestre de este año casi 22 millones de personas hayan ido al cine, acorde con las estadísticas de Ultracine.

Estamos hablando, en promedio, de una cifra similar a la mitad de la población del país. Tampoco sorprende que sea prácticamente imposible conseguir una entrada para los principales partidos de fútbol para quienes no son socios ni tienen abonos.

Decir que todo este movimiento es un fenómeno de “los ricos” o de “la clase alta” es no solo subestimar lo que está sucediendo, sino, sobre todo, falso.

Por supuesto, no son “todos” pero sí “muchos” los ciudadanos que asumen estas posturas.

Sobre todo, muchos más de lo que podría suponerse. En una sociedad donde se cristaliza una configuración dual, aquellos que tienen algún resto que excede lo mínimamente esencial se suben como pueden a esta “válvula de escape”, aunque sea utilizando los ahorros. Como consumidores,los ciudadanos se están “quemando el capital” para evitar “quemarse ellos”.

Suponer que por ello la sociedad argentina “enloqueció” es también un mal análisis. Todo lo contrario. Pocas veces estuvo tan cuerda y consciente de la realidad como ahora. La gente sabe lo que pasa. Tiene claro que lo que viene será muy complejo y que llevará años arreglar el estrago que sufre el país. Lo que sucede es que encontró una manera novedosa de enfrentarlo. Podríamos decir que, al menos en hipótesis, la sociedad argentina se volvió, luego de la tragedia que atravesó en 2020/2021, en un cuerpo colectivo más lúcido.

Guillermo Oliveto, uno de los principales expertos en consumo.

Más pragmáticos

Esta sociedad más pragmática y lúcida ya no cree en soluciones mágicas, atajos y simplificaciones. Tal vez sea esta nueva lucidez la que la volvió consciente, de un modo inédito, sobre la densidad y la complejidad de los problemas que abruman al país y a sus habitantes.

Nos encontramos en los grupos de investigación con pensamientos donde se mezclan el pesimismo con el realismo: “2024 va a ser un año duro”, “la recuperación no puede ser de un día para el otro”, “va a haber que esperar, será un año complicado, igual o peor que este”, “será sumamente difícil, arrastramos cosas de mucho tiempo que venimos pateando para adelante”, “va a estar peor que ahora hasta que las cosas se acomoden un poco”, “bastante duro por la inflación y los precios, no van a bajar rápido”, “el dólar se va a $1000″.

Es lógico entonces que, frente al período electoral que se avecina, las expectativas sean mayoritariamente bajas. La idea de vivir en un loop permanente que lleva décadas donde “salimos y pasa algo, salimos y pasa algo”, para terminar siempre un poco peor, es motivo suficiente para el descreimiento. La progresiva toma de conciencia sobre una degradación transversal que se ha vuelto crónica le otorga mayor cohesión al registro ciudadano.

Se perciben además hechos concretos que laceran, con razón, el “orgullo país”. Desde hinchas de equipos brasileños que tiran papelitos en la cancha con billetes de 1000 pesos hasta la comparación con otros países vecinos como Uruguay, Paraguay, Chile o Bolivia, donde el contraste en la dinámica de las últimas décadas es notable y evidente.

Ellos mejoraron, nosotros empeoramos. Ellos subieron, nosotros bajamos. Su plata, para nosotros, vale. La nuestra, para ellos, no.

Con la nostalgia de quien no quiere soltar del todo aquello que alguna vez le resultó tranquilizador e inspirador, se abrazan todavía a uno de nuestros grandes mitos fundantes: el del país rico. ¿Qué dicen? Lo que asumen como una verdad que duele: “Somos un país rico al que lo han empobrecido”. Acercándonos al domingo 13 de agosto, surgen adicionalmente el temor sobre lo que podría ocurrir el lunes 14 y también la ansiedad por presumir que nos acercamos a una instancia en la que, para bien o para mal, se develarán muchas incógnitas.

En el fondo, hoy los argentinos viven (o sobreviven), según la situación de cada uno, esperando el temblor. Saben que tarde o temprano llegará. Que está todo trabado y que el sistema cruje cada vez más. Que habrá que hacer el ajuste. El tema es cómo, cuándo, cuánto, de qué manera, sobre qué, sobre quiénes, a cambio de qué, con qué perspectivas de salida, durante cuánto tiempo.

No les hace falta tener las cifras que acaba de publicar la consultora 1816 (reservas brutas del Banco Central, US$25.429 millones; reservas netas, -US$7955 millones; reservas líquidas, sin contar el oro, -US$11.874 millones) para saber que “estamos al límite”. El tema es vox populi. La calle lo traduce con un clásico de todos los clásicos entre los fantasmas argentinos: “En cualquier momento explota todo”. Como siempre, los miedos no tienen que concretarse para afectar la emocionalidad, les basta con hacerse presentes. Con eso, una buena parte del daño está hecha, más allá de que lo que se teme que nunca ocurra.

¿Qué hacen con toda esa carga emotiva? La envuelven en el paquete colorido de una ilusión coyuntural, de corto alcance, de “vivir día a día”.

Fuente: Esta columna se publicó en el diario La Nación. Guillermo Olivetto. CEO de Consultora W, empresa que fundó en 2010 y que se focaliza en la “Consultoría Estratégica basada en Evidencias”. Especialista en consumo, sociedad, y estrategia de marcas y comunicación.

 

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