Análisis forense de un caso resonante.

El día que un Presidente de EE.UU. no vino a Misiones por miedo a un puma

Por César Cucchiaroni *

Corría el año 1997 y una tragedia que ocurría en Puerto Iguazú repercutía incluso en la Casa Blanca de los Estados Unidos.

Un puma había matado a un niño cerca de las Cataratas del Iguazú y el temor obligó incluso a modificar la agenda del mandatario más poderoso del mundo, Bill Clinton.

Por entonces, Clinton tenía previsto reunirse en Iguazú con su par argentino, Carlos Menem. Pero había riesgos que nadie quería correr, por lo que la comitiva terminó recalando en Bariloche.

Si el animal que mató al niño continuaba en la zona y estaba cebado con la carne humana, podría volver a atacar en cualquier momento.
La misma tarde del ataque se inició una cacería que, en algunas horas, concluyó con la captura y muerte de un puma hembra que merodeaba la zona.

Pero…, ¿se trataba del puma que había matado a Ignacio? ¿Podría el pueblo recuperar la calma y volver a sentirse seguro?

El caso tuvo varias aristas y activó una investigación forense sobre la que no se conocían antecedentes en la región y que pudo concluir sobre lo que había pasado. El animal capturado fue sometido a una autopsia y los expertos lo observaron con lupa en busca de algún indicio que lo señale como el responsable de la muerte de Ignacio.

Autopsia al puma

En primer término, el puma fue enviado para ser analizado en un laboratorio de Foz de Iguazú, Brasil. Allí, nada pudieron hacer. Habían pasado unas 18 horas y este tipo de felinos completa su digestión en unas doce o trece horas, por lo que no fue posible realizar estudios en busca de restos del pequeño.

Unos días después, el contenido encontrado en el interior del puma fue enviado a Buenos Aires, donde quedarían bajo la observación del reconocido forense Fernando Cardini. Junto con las vísceras se remitió una garra.

El Dr. Fernando Cardini

La pista de los pelos

Primero, Cardini se focalizó en los pelos que permanecían en el sistema digestivo. Recuerda que había pelos de diferentes animales, pero también, de origen humano. El cabello es muy resistente y no se degrada tan fácilmente, por lo que permanece más tiempo dentro del animal. En ciencias forenses, su análisis es muy rico y puede dar muchísima información. Incluso, si está completo, es decir, con la raíz, podría permitir estudios de ADN.

Las fibras halladas fueron cuidadosamente analizadas y comparadas con el cabello del niño, quien era hijo de un guardaparques. En principio, detectaron varias coincidencias: color, ancho, índice escamoso (cantidad de escamas por sector del pelo). Sin embargo, no
había certezas. Podía ser, o no.

El detalle de una mancha casi invisible

Como última opción, Cardini, quien es doctor en Ciencias Químicas y especialista en toxicología forense, reparó en la garra. Sabía que en la extremidad del animal podía haber información que ayude a resolver el misterio. La revisó minuciosamente, con instrumentos de aumento óptico. Los criminalistas saben que la resolución de un caso puede estar en el mínimo detalle, esos que no se ven a simple vista.

De pronto, dieron con una minúscula mancha que podría ser de sangre seca. Por medio de otros estudios lograron confirmarlo: era sangre. Ahora faltaba saber si se trataba de sangre humana y si podía ser del niño.

Desde Misiones enviaron de forma urgente una veintena de isopos debidamente conservados, extraídos de las otras extremidades del puma. Se realizaron nuevos análisis y nuevos cotejos. Finalmente, se tuvo certeza: la sangre encontrada en las garras era la del
pequeño Ignacio.

¿Cómo había sido el ataque?

Era una tarde como cualquier otra. Ignacio, de apenas veinte meses de edad, jugaba con su hermanito en el patio de la vivienda, ubicada a unos cien metros del paseo superior de las Cataratas. Nada hacía sospechar del peligro que acechaba desde la espesa vegetación que pintaba de verde el lugar. De pronto, se produjo el ataque.

Un puma apareció de la nada y se llevó al pequeño en sus fauces. A partir de allí se desató el drama y una desesperada búsqueda que terminó apenas unas horas después, cuando encontraron el cuerpo del niño. Ya estaba sin vida y con signos de haber sido atacado por el hambriento animal. Los médicos detallarían luego que tenía el hemitórax desgarrado, lesiones en el pulmón derecho y marcas de zarpazos, entre otras lesiones.

Con el paso del tiempo, la calma fue retornando en Puerto Iguazú. Sin embargo, con el paso de los años se generaron varias polémicas por la proximidad de animales salvaje a las zonas donde transitan las personas. Las ciudades crecen, el clima cambia, y los animales se
van quedando sin su hábitat natural, por lo que terminan merodeando en zonas pobladas.

(Fuente: algunos de los datos fueron extraídos de un documento académico publicado por la doctora Alicia Faletti, de la Universidad de Buenos Aires y de un testimonio en primera persona del Dr. Fernando Cardini).

*El autor es periodista y perito criminalista

15-1-2023

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César Cucchiaroni

Perito en Criminalística. Periodista (Unam).